Recomendados

jueves, 28 de octubre de 2010

LILIANA M. BREZZO - LA GUERRA DEL PARAGUAY A TRAVÉS DE LA MEMORIA DE SUS ACTORES / Referencia electrónica : http://nuevomundo.revues.org



LA GUERRA DEL PARAGUAY A TRAVÉS DE LA MEMORIA DE SUS ACTORES:
EL PROYECTO HISTORIOGRÁFICO DE ESTANISLAO ZEBALLOS
Ensayo de:

RESUMEN : El argentino Estanislao Zeballos (1854-1923) proyectó una Historia de la Guerra del Paraguay utilizando como fuente la memoria de sus actores tanto de los que habían combatido del lado paraguayo como de los que lo habían hecho en el ejército de la Triple Alianza y optando como estrategia el personal recorrido por todo el escenario en el que se desarrollaron las acciones militares. Pero Zeballos falleció sin concluir su relato, dejando toda esa serie de valiosos testimonios orales provenientes de actores militares y testigos civiles de la contienda. Durante los últimos años hemos procurado localizar y analizar esas narraciones, con el objeto principal de estudiar los argumentos sobre el origen y el desarrollo de la guerra emanados de los propios actores y testigos del acontecimiento.

TABLA DE CONTENIDOS :



INTRODUCCIÓN
El 1 de febrero de 1893 comenzó a editarse en Buenos Aires (Argentina) elÁlbum de la guerra del Paraguay bajo los auspicios de la Asociación Guerreros del Paraguay [2], fundada el año anterior. Antes de enumerar los objetivos del periódico, su editor, el Capitán de Artillería José Soto, exponía: “Creo que la historia de la guerra del Paraguay todavía no está escrita en todos sus detalles. Esta lucha gigantesca de cuatro naciones jóvenes no ha encontrado aún su historiador y pasará algún tiempo antes que este tremendo drama sea conocido en todas sus partes". De hecho, la publicación no se había fijado como objetivo el historiar el acontecimiento, al que, sin embargo, conceptuaba desde ese primer momento de “cruzada libertadora”, sino "coleccionar en forma de galería los retratos de los que actuaron, las armas que usaron, los uniformes que vistieron, los elementos de movilidad de que se disponía en aquella época, la vista de los campamentos que ocuparon […] los esteros, los ríos, las selvas que se cruzaron y que servirán de antecedentes de información y de consulta al biógrafo o al historiador que presente a las generaciones del porvenir el cuadro completo de aquella guerra, las causas que la motivaron, los sacrificios que impuso a las naciones de la Alianza, su acción libertadora y los beneficios que rindió a la civilización y a la libertad de esta parte de América". [3] En esa primera entrega el abogado y escritor argentino Estanislao Zeballos escribió un artículo titulado Combate Naval del Riachuelo, redactado sobre la base del testimonio que recogiera del archivo particular del Capitán de Navío Bernardino Guastavino, quien revistiera el cargo de Práctico del buque Amazonas en aquel episodio armado [4]; adelantaba Zeballos que el escrito formaría parte de una obra mayor que se hallaba preparando y que llevaría por título Política Internacional del Río de la Plata y Guerra del Paraguay. Este es el primero de unos pocos artículos que insertara en las páginas del Álbum y los únicos por los que comunicaría los resultados provisorios de un proyecto historiográfico que había iniciado en 1884 y que continuaría hasta su muerte, ocurrida en el año 1923, sin que lograse, no obstante, darle forma definitiva y completa.
El presente artículo, que reviste el carácter de trabajo en progreso, se sitúa en un plano en el campo del análisis historiográfico porque pretende mostrar el contexto en el que Zeballos diseñó su Historia de la guerra, analizar sus principales argumentos en relación con aquella y comunicar algunas consideraciones sobre su forma de hacer esa Historia, aspecto este último que a nuestro entender constituye su plano más original y relevante; en tanto en otro plano la investigación tiene como objeto principal el estudiar los argumentos sobre el origen y el desarrollo de la guerra emanados de los propios actores y testigos del acontecimiento


UN PROYECTO DE HISTORIA INUSUAL
Aún bajo sus escombros aparecieron los primeros relatos de la guerra del Paraguay, que partieron de tres extranjeros que la vivieron en el lado paraguayo: el ingeniero inglés Jorge Thompson, que publicó Historia de la guerra del Paraguay (1869) [5]; Jorge Federico Mastermann, farmacéutico de la sanidad militar paraguaya que produjo Siete años de aventuras en el Paraguay (1870) [6]; y el ministro norteamericano ante el gobierno de Francisco Solano López, Charles A. Washburn, que escribió Historia de Paraguay (1871) [7]. Sólo una década después aparecieron los breves relatos, basados en recuerdos privados, como los del argentino José Ignacio Garmendia: Batalla del Sauce (1883) y Batalla del Pikisiry (1884). Lo más notable de estas narraciones –como así también de las redactadas en los textos para la enseñanza de la historia- es que la guerra exhibía, en la Argentina de finales del siglo XIX, una interpretación simétrica: en todos los casos el acontecimiento se explicaba como una respuesta a la agresión de López -único responsable- y a sus ambiciones desmedidas de liderar la región; el resultado feliz del enfrentamiento había sido la liberación del pueblo paraguayo del sistema bárbaro impuesto por los gobiernos tiránicos que lo habían mantenido aislado de las naciones civilizadas. [8] De todas formas ninguna de las obras pertenecientes a este recatado contexto había sido producida con el objeto de hacer una historia general del acontecimiento bélico.
Para explicar las razones y los motivos que habrían impulsado a Zeballos a diseñar su proyecto historiográfico, se podrían tener en cuenta los siguientes datos. Nacido en la ciudad de Rosario (provincia de Santa Fe) el 27 de julio de 1854, abandonó muy pronto su ciudad natal para ingresar como alumno becado en el Colegio Nacional de Buenos Aires, que fundara el general Bartolomé Mitre. Fue en sus aulas cuando conoció y entabló amistad con el futuro presidente del Paraguay, Emilio Aceval, de su misma edad, con quien (y junto a otros condiscípulos) constituyeron el núcleo estudiantil Los Muchachos y compartieron la redacción del periódico El Colegial. Las iniciativas de estos adolescentes coincidían con el desarrollo de la guerra en la que ambos países eran actores. Sobre esos años y en relación con tal acontecimiento, Zeballos escribiría tiempo después: “batallones y divisiones formadas en las diversas regiones y provincias que marchaban, el brillo de las armas, la vibración de las músicas marciales, conmoverían hondamente mi espíritu y determinarían sentimientos que no se desvanecerían jamás”. En el año 1869 Zeballos conoció el Paraguay. El ejército argentino acababa de ocupar Asunción y fue a visitarla a parientes y amigos: me hospedé, relataría también años más tarde, "en una ciudad solitaria, donde no vivían sino soldados. Faltaban los habitantes y las familias! En cada uno de esos hogares, abiertos de par en par, con el mobiliario tradicional de la aristocracia paraguaya a la disposición de cualquiera, flotaba un celaje infinito de desolación, de angustia, de muerte… que impresionó hondamente mi alma infantil, Sentí entonces piedad y amor por este pueblo mártir que cuando el ejército argentino acampaba en la Trinidad, peregrinaba y se batía aún por su patria, en la cruzada homérica que terminó en las selvas de Amambay! [...] allí comencé a amar al Paraguay y reclamo para mí el honor de haberme mantenido siempre fiel a mis impresiones de niño. Desde ese momento, cuando contaba apenas 14 años y me era extraña la razón de la guerra, me propuse estudiarla, conocer sus causas, averiguar sus resultados y ponderar sus responsabilidades para los dos pueblos”. [9]
En 1872, siendo ya estudiante de Derecho en la Universidad de Buenos Aires, Zeballos pronunció su primera conferencia pública sobre la política exterior argentina titulada “El Tratado de Alianza”. No resulta accesoria la referencia a esta actuación, porque el núcleo de su exposición consistió en una categórica objeción al espíritu de aquel tratado y a la política de la Alianza propiciada, a su entender, por el Brasil. Para Zeballos, la Argentina no tendría que haber estado entre los signatarios del tratado de 1865 porque “no constituido sólidamente debía en esa época proceder de tal manera que fuese fácil evitar un gran peligro exterior”. Pero, concluía que había sido “la sagacidad brasileña” la causa de haber hecho la guerra al gobierno del Paraguay, porque “el Brasil siempre ha sembrado males más o menos considerables y las negociaciones diplomáticas posteriores a la guerra estaban en punto muerto. [1]0
Con veinte años, recién graduado de abogado, pero precedido de una fama precoz, asumió la dirección del diario La Prensa, dando comienzo a una actuación pública activa e ininterrumpida: diputado nacional por la Capital Federal y la provincia de Santa Fe, presidente de la Sociedad Rural Argentina, ministro de Relaciones Exteriores, profesor y decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
A consecuencia de su afición a los viajes y su interés por los estudios geográficos y etnográficos, Zeballos también comenzó a escribir y a publicar una serie de relatos descriptivos y de crónicas de sus exploraciones a diversas regiones de la Argentina que alcanzaron un gran éxito literario. [1]1 Sería con ocasión de estos temas que entablaría con Bartolomé Mitre una fluida correspondencia. [1]2 De la lectura de este intercambio surge que para 1884 Zeballos tenía listo un plan sobre el que se proponía desenvolver una investigación histórica sobre la Guerra del Paraguay que abarcara sus antecedentes, curso militar y efectos políticos. En ese año, Mitre le escribía: “como se lo hice decir por un amigo, no pienso escribir la historia de la campaña del Paraguay y aún cuando me proponga reunir todos los elementos que a ella se refieran, me sería agradable saber que usted se decida a emprender ese trabajo”. [1]3 Para 1886, Zeballos sometió al juicio de Bartolomé Mitre su plan historiográfico completo, “esperando que usted se servirá comunicarme francamente las observaciones que le sugiera”. [1]4 Dicho plan preveía la distribución de sus contenidos en 12 tomos: Tomo 1. El Paraguay: Reseña histórica, social, política y descriptiva del Paraguay [1]5; Tomo 2. Política del Río de la Plata: estudio de las relaciones de los gobiernos del Brasil, Bolivia y Río de la Plata, desde la independencia, perfilando los “gérmenes incubados durante el curso de las relaciones y que influyeron en el gran rompimiento de 1865”; Tomo 3. La Triple Alianza: causas inmediatas de la guerra y de la unión de las potencias. Estudio critico del tratado de alianza y de las polémicas a que dio origen; Tomo 4. Campaña de Mato Grosso: reseña del movimiento político y militar del Paraguay. Ruptura con el Brasil. Expedición de Mato Grosso. Combates Navales y terrestres. Retirada de las fuerzas brasileñas. Reconquista de las posiciones perdidas. Ventajas obtenidas por el Paraguay. Situación de las provincias brasileñas del Alto Paraguay; Tomo 5. Campaña al Uruguay: invasión paraguaya a Misiones Corrientes y Río Grande. Situación del Brasil. Situación militar y política de la República Argentina. Defensa de Corrientes. Concordia. Urquiza. Operaciones en Río Grande y en el Uruguay. Yatay. Uruguayana; Tomo 6. El Paso del a Patria: marcha de los ejércitos aliados a través de Corrientes. Estudio sobre Corrientes durante la invasión enemiga. El ejercito paraguayo invasor. Combate de Riachuelo. Los aliados sobre el Paraná. Cuevas. El poder de los aliados. Paso de la Patria; Tomo 7. Campaña de los Esteros: desembarco en Itapurú. Combates. Campo de López. Estero Bellaco. Batallas campales. Laguna Piris. 2da. Línea enemiga y combates de julio. Posiciones de ambos ejércitos. Curuzú. El camino despejado. Entrevista con López. Marcha sobre Curupayti; Tomo 8. Humaitá: grandes obras defensivas del enemigo. Naturaleza favorable. Asalto de Curupayti. Campaña sobre el Chaco. Operaciones en el río. Rendición de Humaitá. Concentración de López en Angostura y Cerro León; Tomo 9. Campaña de Itá Yvaté: división de los aliados, los argentinos frente a Angostura, marcha del ejército brasileño a través del Chaco, operaciones de la escuadra, desembarco, combates, batalla de Itá Yvaté, critico resultado de la campaña, llamada de los argentinos, victoria, fuga de López, el Paraguay durante la guerra; Tomo 10. Campaña a las sierras: varios movimientos y operaciones hasta la muerte del tirano. Conclusión de la guerra; Tomo 11: La Paz: estudio de los tratados y negociaciones que las precedieron; Tomo 12. Atlas histórico-geográfico. [1]6
Pero ¿cómo ejecutar semejante plan? ¿Qué metodología elegir cuando tal proyecto demandaba la recolección de cuantiosos materiales?
Zeballos no dejó explicitado las razones que lo llevaron a optar por la estrategia consistente en seguir “la marcha de los ejércitos, desde Uruguayana a Paso de los Libres en el Uruguay, y desde allí hasta el Paraná y la Asunción a través de los campos de batalla, de las selvas, de los bosques, de los esteros, de las lagunas, de los ríos, de los pantanos y de las fortificaciones, testigos silenciosos, con el fin de recoger en la arena misma las impresiones de la verdad, con la conciencia imparcial del escritor que respeta a los dos combatientes” [1]7, pero tal vez no habría que desestimar como condicionantes de esa opción metodológica su trayectoria de viajes y exploraciones geográficas.
Para la recolección de materiales para su obra, Zeballos realizó dos viajes a lo que denominó Teatro de la Guerra: el primero en abril de 1887 y el segundo en el mismo mes durante el año siguiente. El primero de ellos tuvo como objeto el relevamiento de los campos de batalla desde Corrientes a Humaitá, recorriendo Itapirú, Tuyutí, Boquerón, Paso Pucú, Tuyu Cué y Curupaytí. Recorrió en primer término la ciudad de Goya (en la provincia de Corrientes) a partir del 10 de abril de 1887. Además de la extensa y minuciosa descripción topográfica de la zona, resultan de sumo interés las impresiones sobre las peculiaridades de esa sociedad formada por 12.000 habitantes, a la que define como un “núcleo de estancieros ricos por la bondad de los campos, que ha atraído un fuerte centro de comercio”, el goyano, describía Zeballos, "cree que su ciudad es más elegante, rica y culta que la ciudad de Corrientes, capital de la provincia”, hacen alarde de que la gente educada en Goya no cultiva el guaraní, entre otras muestras de aquel espíritu.[1]8 Desde allí siguió por tierra el camino recorrido por el ejército aliado desde Paso de los Libres, a través de la provincia de Corrientes, en marcha hasta Paso de la Patria. El 23 de abril de 1887 se encontraba en Libres. Al día siguiente recorrió el campo de batalla de Yatay, acompañado por el Dr. Ernesto Quesada y por José Luis Madariaga, ex gobernador y ex diputado por la misma provincia de Corrientes. De ese lugar, dejaría apuntado Zeballos, por ejemplo, que durante la guerra tenía 80 casas de comercio, y que en cambio “hoy tiene apenas 20”; que en 1865 había formado 500 guardias nacionales en defensa del honor nacional, en tanto en 1887 “tiene apenas 50 enrolados”, que el número de casas desocupadas “es enorme y su puerto deplorable”. En contraste, la ciudad de Uruguayana, decía, es próspera, “se ensancha y acumula riquezas, domina el comercio del Uruguay. La mayor parte de las casas de comercio de Libres, sus hoteles todos, sus cafés, billares, peluquería y algunas familias han emigrado a Uruguayana hasta con los muebles. La decadencia asombrosa de Libres desde 1865 se debe al abandono en que el gobierno argentino ha conservado la costa del Uruguay sin recursos, sin oficinas; los pueblos en ruinas de la costa del Uruguay han sido el foco perenne de muchas conspiraciones”.[1]9
Paso de la Patria, frente a la confluencia de los ríos Paraná y Paraguay, se había constituido en 1872 en un caserío formado por el comercio y los rezagados del ejército aliado y en 1887 contaba con 500 habitantes. Allí tomó declaraciones al argentino Teniente de Guardias Nacionales Pedro Alaman, que había hecho toda la campaña a las órdenes del Coronel Nicolás Ocampo. Precediendo a ese testimonio, Zeballos consignaba que “el teniente Alaman, hombre de campo, sabe leer y escribir y no es un espíritu vulgar. Dotado de la sagacidad característica del gaucho argentino, se ha tratado siempre con gente culta y posee una discreción y un criterio que dan interés e importancia a sus informaciones”. Según dejara descripto, luego de los datos recogidos hizo transbordo a una canoa y en ese medio llegó, junto a un grupo de acompañantes que le servía de guía, a una punta de tierra que avanzaba sobre el río: “era el baluarte de Itapirú, rodeado por acumulaciones de metralla rota de la escuadra brasileña, que estaban todavía allí”. Pasaron luego, montados a caballo, por Paso Pucú y se dirigieron a Estero Bellaco. El camino, sigue el relato de Zeballos, era arenoso y el terreno se convertía en un inmenso lomo de ballena tendido entre dos aguas. Allí, el Capitán Rufino Godoy, que hacía de guía, y que había hecho la guerra a las órdenes del general Nicolás Ocampo, exclamó: “éste es el campo de batalla de Tuyutí, el más grande, el más ensangrentado, el más tétrico de los campos de batalla de la América del Sur. Allí estaba el naranjal de Flores, donde se hallaban de vanguardia los orientales con los bravos, los invencibles soldados de Palleja, la artillería de Viejobueno y aún podían verse pilas artísticas de balas, como ofreciéndose a la mano activa del artillero enfurecido; allí estaban también los naranjales del cuartel general del presidente Mitre y sobre la laguna Piris aparecerían las líneas brasileñas. A la derecha, doblando hacia Tuyu Cué, campeaban las caballerías heroicas de Corrientes, primas hermanas de las paraguayas”. Zeballos, al galope, quiso coronar la altura y dominar las líneas negras, las grandes trincheras paraguayas que se divisaban al norte del estero: “llegado a la loma, narraría, se me presentó a mi alma el espectáculo más conmovedor, solemne y doloroso que recuerdo haber presenciado. Dos leguas cubiertas de cruces y sobre esas cruces sudarios blancos flotaban al viento en esa pavorosa soledad. Eran tiernísimos testimonios que movieron lágrimas en mis ojos fuertes, del amor de las mujeres paraguayas, que todos los años, el 24 de Mayo, llegan de los ámbitos de la república en peregrinación enternecedora, a coronar las finas telas bordadas por sus cariñosas manos, los osarios de los muertos quemados, donde yacen cenizas de los que animó su propia sangre, en montones anónimos”.[2]0 En Curupaity, último destino de este primer viaje, donde el capitán Godoy, después de la guerra, había adquirido una parcela de tierra y residía entre las antiguas trincheras, relató a Zeballos una serie de supersticiones y fenómenos relacionados con la guerra, que el escritor dejó minuciosamente consignadas en un informe titulado Humaitá.[2]1
El segundo viaje al teatro de la guerra tuvo como destino la ciudad de Asunción. A finales de marzo de 1888 Zeballos ultimaba los preparativos de su partida desde Buenos Aires. Se conserva una carta del Dr. Adolfo Carranza, quien se desempeñaba como secretario en la Legación Argentina en Paraguay, en la que le indicaba los testimonios que consideraba más importantes de relevar en aquella ciudad: "Debo recomendarle que trate de verse con los siguientes, que considero con más caudal de datos y actores más eminentes: General Caballero, General Escobar, General Meza, General Duarte, General Delgado, Coroneles Oviedo, Aveiro, Solalinde, Decoud, Padre Maíz, Román, Saguier, Cirilo Solalinde, Miranda. No olvide de pedir al doctor Acebal las Memorias de don José Falcón. El Román, al que me refiero, aunque es un ebrio, puede darle datos muy buenos de la expedición a Coimbra y el general Delgado de la emigración de las familias al interior, cuando desocuparon la Asunción. Pienso que no debe estar menos de un mes a fin de que pueda escudriñar bien todo y agotar la materia. Sobre todas las cosas, le señalo a don José Segundo Decoud, de una manera especial, quien por su posición, dotes y estudios, le serviría a satisfacción. Es una relación que V. sabrá apreciar y que desearía la cultive. En reserva debo decirle que es el primer hombre de aquel país" [2]2.
Zeballos tomó pasaje en el Cosmos, que hacía la carrera Asunción Buenos Aires, a cargo de Santiago Guidice, marino italiano, residente en Argentina y con quien el escritor argentino habló largamente durante cinco días sobre el río Paraguay, con las costas a la vista y mientras examinaban por dos veces el campo de la batalla naval del Riachuelo. También a bordo del Cosmos tomó declaraciones al Coronel Manuel Reina, ayudante del General Nicanor Cáceres, quien le ofreció detalles muy interesantes del combate de Pehuajó - Corrales.
La presencia de Zeballos en Asunción no pasó inadvertida en los ámbitos político y diplomático. El escritor paraguayo Juan Silvano Godoy le preguntaba al Coronel Aveiro: "Mi buen amigo: quiero saber positivamente si podrá V. acompañarme esta prima noche para así si V. tiene la galantería de hacerlo avisar al Dr. Zeballos que V. está pronto y que por consiguiente nos espera hoy de 6 a 7 p.m." [2]3 Y Juana C. de Resquín, viuda del General Francisco Resquín respondía así a la convocatoria que el escritor argentino le hiciera llegar a través de José Mernes: "me ha impuesto de la pretensión del Dr. Sr. Zeballos acerca de unos apuntes que sobre nuestra guerra había escrito mi difunto esposo. Siento mucho no poder acceder a los deseos suyos y de ese señor porque esos papeles he dado ya a mi compadre, el general Caballero. Allí pues es adonde deben dirigirse y creo les será fácil enterarse del contenido de los mismos. Tenemos noticias que ese señor Dr. Zeballos es una persona muy ilustrada y es para nosotros una satisfacción y una garantía al saber que va historiar nuestra guerra nacional, separando, lo que pertenece a los caprichos de un hombre y al valor legendario de un pueblo"[2]4.
Por su parte el presidente Patricio Escobar resolvió convocar para una reunión en su casa a los jefes y otras personas que desempeñaran papel importante al lado de López con el objeto de reavivar sus recuerdos y presentarle a Zeballos una memoria militar de los acontecimientos, además de otras conversaciones privadas sobre la guerra que mantuvo con esos actores. [2]5 Zeballos abandonó Asunción el 21 de abril. Al momento de embarcarse, Juan Crisótomo Centurión le dio una página, de su puño y letra, con la composición y características de la escuadra paraguaya. [2]6 Pocos días después, el 28 de abril, el general Bernardino Caballero le escribía para anunciarle que con el Coronel Salvañach le enviaba la Memoria o sea, los Apuntes del finado General Resquín con el ruego de que “no hiciera comentarios de las personas que sobreviven y aparecen en ella, sino solamente para que extrajera datos que pudiera necesitar para la historia que está escribiendo”[2]7. El 25 de abril estaba Zeballos de regreso en Buenos Aires y le transmitía a Mitre lo “fructuosísimo” de su viaje y la disposición de aquellos a quienes entrevistara: “todos los jefes supervivientes del drama de Cerro Corá y otros han concurrido a mi propósito, llegando a la Asunción algunos de ellos desde largas distancias, invitados por el general Escobar, presidente actual. Los generales Duarte, Caballero y Delgado, los coroneles Meza, Centurión, Aveiro, el secretario de López en toda la guerra, el hombre a quien todos los paraguayos me indican como la fuente primera y el dueño de los grandes secretos, que está enfermo y pronto su palabra enmudecerá, edecán de confianza de López, comandante en jefe el 31 de enero en Corrales, el 10 y 11 de julio en Yataity Corá, en el Potrero Sauce y en varios otros hechos notables. Gill, Capitán de Fragata, el implacable artillero de Curupayty".[2]8 En resumen, 1400 páginas de papel oficio llenas, algunos planos, las memorias inéditas de Resquín[2]9, retratos, todas las medallas de López, tal fue el resultado de este segundo viaje al teatro de la guerra, aparte del conocimiento exacto del terreno y del croquis que levantara. En marzo de 1889 Zeballos viajó también a Montevideo (Uruguay), para contactarse con las familias del general Venancio Flores y del práctico Bernardino Guastavino, y para obtener documentos privados e informes de labios del Dr. Ildefonso García Lagos[3]0 y del Dr. Joaquín Requena.
En los años sucesivos Zeballos incrementó estos materiales con otros testimonios de quienes habían actuado en el lado paraguayo, como las memorias tomadas de labios del Coronel Centurión, en Buenos Aires, los informes del doctor Ángel Peña, secretario del General Caballero, la reseña de los servicios militares del Sargento Pedro Duarte, el diario completo del cirujano mayor Guillermo Stewart, cartas de Enrique Solano López, las memorias de la señora Concepción Domecq de Decoud, esposa del coronel Juan Francisco Decoud y madre de José Segundo Decoud; también de quienes pelearon en el ejército argentino como los generales Luis María Campos, Pedro P. Pico y Eduardo Racedo; los capitanes Martín Viñates y Benjamín Sastre; los coroneles Manuel Reina y Juan Carlos Boer.
A finales del siglo XIX, entretanto, veían la luz en Buenos Aires nuevas recreaciones de la contienda por parte de otros actores como las Memorias del Coronel Juan Crisóstomo Centurión [3]1, los Datos Históricos sobre la guerra del Paraguay contra la Triple Alianza, del general Francisco Isidoro Resquín [3]2, los escritos de Gregorio Benites, Anales diplomático y militar de la guerra del Paraguay, Guerra del Paraguay, Primeras batallas [3]3.
Zeballos cultivó antes, durante y después de haber visitado Asunción con motivo de su proyecto historiográfico, una frondosa amistad con intelectuales y hombres públicos de ese país, como puede comprobarse recorriendo su correspondencia inédita, entre los que figuran Enrique Solano López, Blas Garay [3]4 y el joven escritor Manuel Domínguez, quien publicó por primera vez su obra Raíces Guaraníes en la Revista de Derecho, Historia y Letras, [3]5 fundada y dirigida por Zeballos. En 1908, por ejemplo, al enterarse este último del alejamiento del argentino del ministerio de Relaciones Exteriores le escribía: “Tornará Ud. a sus tareas literarias. ¡Termine, por Dios, aquella historia de la guerra del Paraguay, asunto digno de su brillante pluma! (3) 6 Pero Zeballos falleció en 1923 dejando inconcluso su proyecto. [3]7


LA NARRACIÓN QUE NO FUE HISTORIA
La primera obra en la Argentina con un plan similar al previsto por Zeballos fue la que el Coronel Juan Beverina había comenzado a publicar en 1921, si bien el desarrollo de la guerra se centró y se limitó a las acciones militares. [3]8 Como señaláramos más arriba, con excepción de los artículos publicados en el Álbum de la Guerra del Paraguay no nos ha sido posible localizar otros en los que Zeballos divulgara los resultados parciales de su investigación, por lo que puede concluirse que su proyecto quedó detenido en la etapa de la recopilación documental.
¿Que ocurrió con todo el corpus narrativo recogido por el escritor argentino, es decir, con toda la serie de memorias, relatos y apuntes personales recogidos de labios de actores y de testigos argentinos, paraguayos y uruguayos, de los perfiles redactados por el escritor argentino acerca de sus entrevistados, de las descripciones del escenario recorrido (ciudades, parajes, ríos) de los cuantiosos materiales inéditos que hiciera copiar provenientes de los archivos del ministerio de Relaciones Exteriores de la Argentina y de la correspondencia intercambiaba con motivo del proyecto? En 1929, ante la falta de sanción de una ley por la que el estado argentino adquiriese su biblioteca – que reunía alrededor de 30.000 volúmenes- y su archivo, el hijo de Zeballos se vio en la obligación de poner en pública subasta algunas de las propiedades de su padre como libros, muebles y colecciones de mapas. En cuanto al cuerpo del archivo, compuesto por 318 cajas con documentación privada y de índole diplomática, decidió entregarlas en carácter provisorio al Museo Colonial e Histórico de la ciudad de Luján (provincia de Buenos Aires). En 1934, la sucesión de Zeballos procedió a la donación definitiva del archivo, agregando además el Atlas Histórico, 25 acuarelas y 11 sepias de A. Methfessel, un Atlas Topográfico, 20 planos y 289 fotografías entre las que figuraban 15 vistas de la guerra de Paraguay de jefes y personajes argentinos. Sin embargo, la serie de memorias, relatos y apuntes de protagonistas de la guerra de la Triple Alianza recogidos por Zeballos para la redacción de su historia de la guerra habían sido incluidas, en su momento, en la subasta ya mencionada y adquirida por el paraguayo Juan Bautista Gill Aguinaga, cuyo extraordinario archivo particular fue donado después de su muerte, en 1982, al estado paraguayo. [3]9
El estudio y análisis de los documentos reunidos por Zeballos, que hemos localizado hasta la actualidad en repositorios de Asunción y de Buenos Aires permiten adelantar algunos resultados: 1. Puede afirmarse que se trata del primer proyecto en Argentina de una historia general de la guerra; 2. Que en esa recopilación de testimonios aparece una multiplicidad de actores además de los militares: testigos civiles, mujeres, nacionales y extranjeros, lo que configura, a su vez, una multiplicidad de memorias; 3. Que el empeño de Zeballos en la recolección de testimonios provenientes del lado paraguayo exterioriza una nueva sensibilidad, la de hacer una historia respetuosa, situando a vencedor y vencido en un mismo plano historiográfico pero a la vez alejado de cualquier proceso de heroificación.
En esta síntesis de urgencia podría concluirse, entonces, que el estudio de los materiales de Zeballos tiene hoy una potencialidad grande para la mejor comprensión de la guerra del Paraguay en cuanto se trata de testimonios tomados de labios de los propios actores y una relevancia en sí mismos significativa como campo historiográfico.


ANEXO :
Nómina de las memorias, informes, relatos y entrevistas realizadas por E. Zeballos para su Historia de la guerra del Paraguay, recogidas hasta el presente momento y cuyo análisis está en progreso.


ACTORES PARAGUAYOS
Datos tomados de labios del coronel Juan Crisóstomo Centurión
Informes del Dr. Ángel Peña
Informes del Padre Fidel Maíz
Defensa de su actuación enviada a Estanislao Zeballos  por el Padre Fidel Maíz.
Memorias del doctor José Segundo Decoud, ministro de Relaciones Exteriores del Paraguay
Cartas enviadas a Estanislao Zeballos por Enrique Solano López
Memorias de la señora Concepción Domecq de Decoud
Memorias y recuerdos del sargento mayor Pedro Duarte, acompañado de croquis de la batalla de Yatay.
Memorias de la guerra del Paraguay por el general Patricio Escobar
Memorias de la guerra del Paraguay del general Bernardino Caballero
Informes del Sargento Mayor Julián N. Godoy
Informes del Capitán de Fragata Pedro V. Gill
Informes del Capitán Remigio Cabral
Carta de Bernardino Caballero a Estanislao Zeballos
Carta del Coronel Juan Crisóstomo Centurión
Apuntes de mi biografía para mis hijos, por el Capitán de Navío Romualdo Núñez (Copia)
Relato del auditor de guerra Juan Bautista del Valle (Copia)
Carta del General Bernadino Caballero a Estanislao Zeballos
Recuerdo de la Batalla del Riachuelo, por el Coronel Juan Crisóstomo Centurión


ACTORES ARGENTINOS
Recuerdo de la campaña del Paraguay, por Cándido López
Conversación con el General Luis María Campos
Informes del Capitán Martín Viñates
Memoria de José N. Alsina
Declaraciones del Teniente de Guardias Nacionales Pedro Alaman
Declaraciones del Coronel Manuel Reina
Informes del Capitán Benjamín Sastre
Apuntes del Coronel Juan Carlos Boer
Declaraciones del señor José Luis Madariaga
Testimonio del General Pedro P. Pico
Datos del General Eduardo Racedo
Informes de Manuel Vallejos
Informes del Práctico Antonio Valentino
Relatos del Dr. Juan B. Ambrosetti
Carta de Martín García Merou a Estanislao Zeballos
Carta de Adolfo Carranza a Estanislao Zeballos, 1888


ACTORES URUGUAYOS
*. Recuerdos de la guerra, por el Sargento Mayor Justiniano Salvañach
*. Informes del Dr. Joaquín Requena
*. Testimonio del Dr. Juan José Herrera
*. Informes del Dr. Ildefonso García Lagos
*. Entrevista con la familia del General Venancio Flores


TESTIGOS EXTRANJEROS
*. Declaraciones del Vice-cónsul francés residente en Paso de los Libres, Augusto Parmentier
*. Declaraciones de Jean Baptiste Verdier, colono de Paso de los Libres
*. Declaraciones de Santiago Guidice
*. Diario del cirujano mayor del ejército paraguayo Guillermo Stewart.

DESCRIPCIONES
*. Descripción de la ciudad de Goya, por Estanislao Zeballos
*. Descripción de la zona de Humaitá, por Estanislao Zeballos
*. Descripción de Uruguayana, por Estanislao Zeballos
*. Descripción de la batalla de Corrientes, por Estanislao Zeballos



NOTAS :

[2] Institución creada con el principal propósito de socorrer y ayudar a los veteranos que no recibían auxilio por parte del estado y a auxiliar a viudas, huérfanos e inválidos de la guerra porque, como se explicaba en los primeros números del Álbum, “es una verdad humillante y cruel que el gobierno argentino no ha aprendido todavía a evitar la desnudez o el hambre del ciudadano que supo dejar sobre las trincheras el brazo con que ganaba el pan”. La Asociación la presidía el General de División Joaquín Viejobueno, Vicepresidente 1º el Coronel Juan C. Boer, Vicepresidente 2º el Coronel José María Morales, como Secreatarios el Capitán de Artillería José C. Soto y el Coronel Faustino Miñones, como Tesorero el Coronel Ernesto Rodríguez, Protesorero el Teniente Coronel Luis N. Basail, los Vocales eran el General Luis María Campos, General José Ignacio Garmendia, Sargento Mayor Antonio M. Silva, Coronel Juan José Castro, Coronel Remigio Gil, Teniente Coronel Melitón Panelo, General Lorenzo Winter; como vocales suplentes el Coronel Abraham Walker, el Comodoro Rafael Blanco, el Coronel Carlos Smith y el Coronel Manuel Fernández Oro. La Asociación estaba vinculada con su similar brasileña, el Club de Protección de los Voluntarios de la Patria y Honorables Oficiales del Ejército, presidida por el Teniente Coronel José J. Ramos Ferreira.
[3]  Album de la Guerra del Paraguay, Buenos Aires, 1º de febrero de 1893, Nº 1. La publicación aparecería con una periodicidad quincenal, entre 1893 y 1896 con un total de entregas de 44 números. Contaba con suscriptores argentinos y uruguayos.
[4]  Zeballos conoció a Bernardino Guastavino en 1882 pero no recogió su testimonio personal. Fue en 1888, ya aquel fallecido, cuando obtuvo de la familia del práctico el Diario de Navegación y el cuadro del combate de Riachuelo, que aquel hiciera pintar, “único y auténtico cuadro de lo ocurrido en ese combate”. En Ibídem. Zeballos lo califica como el mejor práctico que actuó durante la guerra. En REPÚBLICA DE PARAGUAY, Museo y Archivo Histórico Militar, Colección Juan Bautista Gill Aguinaga,Sección Estanislao Zeballos (en adelante SEZ), Informes de Santiago Guidici, 1888.
[5] Thompson llegó al Paraguay en 1858 y sirvió al gobierno hasta el 30 de diciembre de 1868 en que fue tomado prisionero por los aliados en Angostura, después de la batalla de Itá Ybaté, en que quedó destruido el ejército paraguayo. En 1871 regresó al Paraguay y el presidente Jovellanos le encomendó la dirección de los ferrocarriles hasta 1876, en que falleciera. La primera edición de la obra de Thompson, apareció en Buenos Aires, en 1869, traducida al español por D. Lewis y A. Estrada.
[6] Buenos Aires, Imprenta Americana, 1870, 495 páginas. Primera edición en 1869. Mastermann había arribado a Asunción en 1861, para incorporarse como farmacéutico principal del ejército.
[7] Boston, 1871, 2 Volúmenes
[8] Como puede comprobarse también en José Manuel Estrada, Ensayo histórico sobre la revolución de los comuneros del Paraguay y la guerra de 1865, Buenos Aires, 1865; Vicente Fidel López, Historia Argentina, Buenos Aires, 1896; Mariano Pelliza,Historia Argentina. Buenos Aires, 1897, los dos últimos, textos didascálicos. El mismo Álbum de la Guerra del Paraguay muestra, en sus contenidos, la misma argumentación; así, puede verse, por ejemplo, el elogioso artículo dedicado al Coronel Juan Francisco Decoud, paraguayo, Comandante de la Legión Paraguaya, perteneciente al Ejército Argentino durante la guerra contra el Paraguay. En este escrito puede leerse que “existía comunidad de ideas, solidaridad de aspiraciones entre los argentinos y paraguayos liberales y la guerra proclamada no se dirigía contra aquel valiente y desgraciado pueblo sino contra el tirano que lo oprimía”. (Buenos Aires, 15 de febrero de 1893, Nº 2). También, en la misma línea, puede leerse en el número 3 de dicho Álbum, correspondiente al 1º de Marzo de 1893: “la guerra del Paraguay fue una cuna y una tumba. Mató un despotismo, mató una monarquía y creó las dos repúblicas que faltaban en la armonía de la América. Por su virtud, la América es hoy la tierra de la República, desde el estrecho de Magallanes hasta el seno del golfo mejicano y por su virtud es ya un dogma en ella que no son más posibles las dictaduras vitalicias y las tiranías hereditarias”.
[9] Así lo refiere en Revista de Derecho, Historia y Letras, Buenos Aires, 1907, N° 30.
[1] 0 Se refería a la misión diplomática de Manuel Quintana en Asunción con vistas a finiquitar los arreglos definitivos de paz, límites y comercio, que ese año se diera por fracasada y los avatares que presagiaba la cuestión de límites con el Paraguay que ya se erigía como el nudo gordiano de las negociaciones postbélicas.
[1] 1 Entre las más importantes figuran Estudio Geológico sobre la provincia de Buenos Aires. Una excursión orillando el río de la Matanza (1876), Informe sobre el túmulo prehistórico de Campana (1878), La Conquista de las 15.000 leguas (1878), Descripción amena de la República Argentina: el primer tomo de esta serie fue Viaje al país de los araucanos (1881), el segundo Viaje a la rejion del Trigo (1883), Viaje a través de las Cabañas (1888). También Calfucurá y la dinastía de los piedra (1884), Painé o la dinastía de los zorros (1886), Cancionero Popular (1905).
[1] 2 Correspondencia literaria, histórica y política del general Mitre, Buenos Aires, 1912, tomo 3.
[1] 3 REPÚBLICA ARGENTINA, Museo Enrique Udaondo, Archivo Estanislao Zeballos (en adelante AEZ), Caja 136, Buenos Aires, 13 de mayo de 1884.
[1] 4 AEZ, Caja 136, Buenos Aires, 13 de mayo de 1884.
[1] 5 El ministro argentino residente en Asunción en 1888, Martín García Merou le facilitó un cuaderno en el que el representante diplomático había redactado una síntesis de la historia del Paraguay hasta el período de la posguerra. En SEZ, Carpeta Nº 121.
[1] 6 REPÚBLICA ARGENTINA, Museo Mitre (en adelante MM), Archivo Inédito, AIII C26 C3 N° 7663. El Atlas concitó de inmediato el interés no sólo de Mitre sino también de aquellos que habían participado en la guerra en calidad de geógrafos y cartógrafos. Entre la correspondencia intercambiaba entre Mitre y Zeballos figura una carta del Teniente Coronel de Ingenieros Roberto Chodaciewitz a Mitre, fechada el 2 de marzo de 1886 en Corrientes, expresando gran interés por el proyecto del Atlas y alude a algunas publicaciones al respecto. Chodaciewitz había hecho la guerra del lado argentino.
[1] 7 El mismo Zeballos relataría veinte años después estas impresiones en ocasión de un agasajo a la delegación paraguaya en Buenos Aires. En Revista de Derecho, Historia y Letras, Buenos Aires, 1907, N° 30.
[1] 8 SEZ, Carpeta 141.
[1] 9 Ibídem
[2] 0 Revista de Derecho, Historia y Letras...cit.,Buenos Aires, 1907, Nº 30.
[2] 1 SEZ, Carpeta 141.
[2] 2 SEZ, Carpeta 136.
[2] 3 SEZ, Carpeta 149.
[2] 4 Ibídem
[2] 5 Ibídem, Carpeta 130.
[2] 6 Ibídem, Carpeta 118.
[2] 7 Ibídem, Carpeta 137.
[2] 8 MM, Archivo Inédito, AIIIC26C3 N° 7665. De Estanislao Zeballos a Bartolomé Mitre, Buenos Aires, 27 de abril de 1888.
[2] 9 SEZ, Carpeta 131
[3] 0 Informes que para Zeballos no tienen credibilidad por venir de una persona incolora e insípida. En SEZ, carpeta 141.
[3] 1 Buenos Aires, 1895.
[3] 2 Buenos Aires, 1896.
[3] 3 Buenos Aires, Compañía Sudamericana de Billetes de Banco Asunción, 1906.
[3] 4 AEZ, Caja 231, 15 de mayo de 1896.
[3] 5 AEZ, Caja 241, Asunción, 11 de septiembre de 1908.
[3] 6 AEZ, Caja 241, Asunción, 25 de junio de 1908.
[3] 7 En los ámbitos intelectuales y académicos de Argentina y de Paraguay se tenía conocimiento de los trabajos de Zeballos en torno a la redacción de su Historia de la guerra En efecto, en el tomo de la Revista de Derecho, Historia y Letras dedicada a la memoria de su director apenas conocido su deceso, Ignacio Garmendia, en un breve artículo dejó constancia que Zeballos, “en los últimos tiempos, aunque ya enfermo, se dedicaba con mayor empeño al libro sobre la guerra del Paraguay, que deja fatalmente inconcluso, para el cual le presté mi álbum pictórico sobre la contienda”. También Rodolfo Rivarola en el mismo número: “Es de todos sabido que queda en su archivo copiosísima documentación histórica y en sus escritos inéditos una obra extensa, en varios volúmenes, la historia de aquella campaña militar y de sus consecuencias políticas”.
[3] 8 Juan Beverina, La guerra del Paraguay, Buenos Aires, 1921. El desarrollo de las operaciones militares queda relatado en siete tomos, poniendo énfasis en las operaciones llevadas a cabo en territorio argentino y brasileño. No obstante ser contemporáneo, Beverina no menciona el proyecto de Zeballos.
[3] 9 Por el decreto N° 37142 de fecha 28 de diciembre de 1982 el gobierno aceptó la donación comunicada por la señora Alice Ayala de Gill Aguinaga del museo Juan Bautista Gill Aguinaga, consistente en colecciones de monedas, documentos antiguos y libros. La donación la había formalizado Gill Aguinaga por escritura pública de fecha 10 de noviembre de 1982.

REFERENCIA ELECTRÓNICA : LILIANA M. BREZZO, « La guerra del Paraguay a través de la memoria de sus actores: el proyecto historiográfico de Estanislao Zeballos », Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Coloquios, 2006, [En línea], Puesto en línea el 01 febrero 2006. URL : http://nuevomundo.revues.org/1677 . Consultado el 28 octubre 2010.

sábado, 23 de octubre de 2010

MARGARITA DURÁN ESTRAGÓ - CATECISMO DE SAN ALBERTO ADAPTADO PARA LAS ESCUELAS DEL PARAGUAY GOBIERNO DE FRANCISCO SOLANO LÓPEZ / Fuente: REVISTA DE ESTUDIOS PARAGUAYOS. VOLS. XXVI Y XXVII, N°S. 1 Y 2. 2008-2009 (242 páginas).



CATECISMO DE SAN ALBERTO
ADAPTADO PARA LAS ESCUELAS DEL PARAGUAY
GOBIERNO DE FRANCISCO SOLANO LÓPEZ
Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción (Paraguay)
(Enlace a datos biográficos y obras
En la GALERÍA DE LETRAS del
 


Fuerte sacudida popular y alterada inquietud causaron en el Río de la Plata la rebelión de Túpac Amaru -Alto Perú- en los años 1780/1781, así como el estallido de la Revolución Francesa, en 1789.
Las autoridades extremaron medidas para evitar que el viejo principio comunero de la soberanía popular volviera a renacer con aquellos estallidos libertarios. Pedro Melo de Portugal, gobernador y capitán general de la provincia del Paraguay, prohibió que se hablara del «traidor fungido Rey Tupamaro»:

Cualquier persona de la calidad, estado, condición y sexo que sea que tuviese en su poder o supiese quien tenga la dicha estampa (de Túpac Amara) o conversaciones, haga manifestación de ellos en esta gobernación, dentro de seis días de la publicación de este auto, so pena de multa de 500 pesos de plata aplicados en la forma ordinaria hablando con personas decentes, y 100 azotes en el Rollo siendo de calidad baja. (Archivo Nacional de Asunción, SH, vol. 147, n° 14, Año 1781.)

Tres años después de la prisión y descuartizamiento del «rebelde, infame, traidor y apóstata Tupac-maro». (1) El prelado de Córdoba del Tucumán, fray José Antonio de San Alberto Campos y Julián, más conocido como «Obispo de San Alberto», publicó un Catecismo Real para contrarrestar en el campo doctrinario los efectos subversivos de aquel levantamiento. Su «instrucción» estaba destinada a las escuelas y en ellas se leían afirmaciones como estas:

Un rey dentro de su reino no reconoce en lo civil y temporal otro superior que a Dios, ni otra dependencia o sujeción que la que tiene a la primera Majestad. El rey no está sujeto, ni su autoridad depende del pueblo mismo sobre quien reina y manda decir lo contrario sería afirmar que la cabeza está sujeta a los pies y el sol a las estrellas. (3)

Según el obispo, los catecismos de uso corriente entonces, como los de Ripalda, Astete y Fleuri, no satisfacían las necesidades de su diócesis. Fue por eso que le ha «parecido conveniente formar esta instrucción para que sea completa la que logren los niños y niñas, esto es, para que sean hombres y mujeres útiles, no solo a la Religión, sino también al Estado». (4)

El Catecismo Real de San Alberto fue editado en Madrid, en 1786 (5), en el mismo año y lugar se publicó en la Imprenta de Joseph Doblado. Su autor, entonces arzobispo de Charcas, expuso el objetivo del mismo ante el ministro de Carlos III, el conde de Floridablanca: Es «una confutación evangélica de cuantos errores y excesos está cometiendo la Asamblea Nacional de París contra su legítimo soberano y cuyo mal ejemplo puede cundir y contagiar a otros». San Alberto se proponía con este catecismo inculcar a la niñez que un rey dentro de su reino no reconoce otro superior que Dios y no está sujeto al pueblo.

En el Paraguay, la Revolución Francesa halló eco en el Real Colegio Seminario de San Carlos. A raíz de ciertas conclusiones libertarias sostenidas por algunos alumnos en los actos públicos de 1797, la Corona ordenó la censura previa de dichas conclusiones en los seminarios americanos. Tal medida fue inspirada por el gobernador Lázaro de Ribera, discípulo del despotismo ilustrado y uno de los gobernantes más impopulares y absolutistas del Paraguay post comunero; aunque hay que reconocer que pocos como él se esforzaron por mejorar la situación económica de la Provincia. Su Breve Cartilla Real, inspirada en el Catecismo de San Alberto no fue aprobada, ni tampoco sus planes de enseñanza centrados en «los preceptos de la Santa Religión, el amor al orden y la sumisión a las Leyes».
Durante los primeros años de independencia, el Paraguay tuvo algunas proyecciones ideológicas revolucionarias. La soberanía radicaba en el pueblo, aunque no la ejercía directamente sino por intermedio de sus representantes. El poder del Estado residía en el Congreso. El Bando del 12 de octubre de 1812 proclamó entre otros derechos, la «libre expresión y crítica» como uno de los fundamentos del nuevo orden nacional. Al decir «todo pende en el hombre de la educación», el Bando declaraba que los hombres eran básicamente iguales, y que las diferencias las daba la educación y no la pertenencia a los estamentos sociales.
Durante la dictadura francista (1814-1840) quedaron suprimidas las actividades políticas, incluso las religiosas, salvo algunas excepciones. La simple emisión de una opinión desfavorable al gobierno o a la persona del dictador conllevaba un castigo mayor a cualquier crimen ordinario.
La alta apreciación que Francia tenía de sí mismo y de la cual participaban sus seguidores, quedó manifiesta en la calificación de «ser sin ejemplar» que se insertó en el acta de su proclamación como Dictador Perpetuo, en 1816.
La presidencia de Carlos Antonio López (1844-1862) continuó con la misma política autocrática de Francia, restringiendo poco a poco la participación popular en los congresos, reabiertos a partir de 1841.
Durante su gobierno, la Imprenta Nacional publicó el Catecismo Político y Social en 1855, para uso de los alumnos de la Escuela Normal. En sus páginas se leía que «después de la idea de Dios y de la Humanidad, la de la Patria es la más sublime y fecunda en inspiraciones heroicas». (6)

A la muerte de don Carlos (1862) su hijo Francisco Solano López le sucedió en el poder. Meses después se reimprimió el Catecismo de San Alberto dejando al descubierto sus pretensiones monárquicas.
El Catecismo se utilizó como texto de enseñanza en las escuelas de la capital y pueblos del interior desde su publicación en 1863 hasta el final de la guerra. Se estima que a la muerte del viejo López había en todo el país 435 escuelas de primeras letras con un total de 24.524 alumnos. (7)
En el Archivo Nacional de Asunción hemos hallado numerosos informes trimestrales expedidos por los jueces de paz de los partidos y distritos el país donde cuenta al mismo López, y durante la guerra al vicepresidente Francisco Sánchez, del rendimiento escolar de los alumnos. (8) La venta del Catecismo a precios económicos, junto con la de otros materiales educativos, se publicitaba en El Semanario. (9)
La difusión del texto avivó el fanatismo político-religioso surgido en torno a la persona de López, de cuyo efecto no pudo escapar la jerarquía eclesiástica. Basta leer la nota de felicitaciones que el clero de Asunción le envió en 1865 con motivo de sus cumpleaños para descubrir en tal salutación, la influencia ideológica y semántica del Catecismo de San Alberto. (9)
El dictamen elevado a López por los presbíteros Fidel Maíz y Justo Román sobre el juicio y condena de muerte del obispo diocesano del Paraguay, Manuel Antonio Palacios, responde indudablemente a la doctrina político-religiosa imperante entonces. (10)
Una vez concluida la guerra, los ejemplares del Catecismo de San Alberto desaparecieron de las escuelas y bibliotecas. Dos décadas después, Manuel Gondra (1871-1927) escribió un artículo sobre su contenido y alcance en 1897; señaló entonces que solo lo tenía él y José Segundo Decoud y presumía que lo tuviera Enrique Solano López por haber sido, decía, «el más diligente de los bibliófilos paraguayos». (11) Aquel trabajo de Gondra llamó la atención de Blas Garay, quien lo comentó muy someramente en una carta a Manual Franco, fechada en Sevilla, en aquel mismo año. (Blas Garay (1897), «Gondra y el Catecismo de San Alberto», in Guarania, Asunción, Año II, n° 24 de octubre de 1935, p. 27.)
A mediados del siglo XX, Efraím Cardozo publicó Apuntes de Historia Cultural del Paraguay, dolido dedica algunos párrafos al citado catecismo. (13)
La inexistencia y olvido de dicha fuente documental hizo que por más de un siglo el Catecismo de San Alberto no figurara en ningún programa de estudio ni haya sido objeto de análisis de parte de los estudiosos.

El ejemplar del texto que hoy presentamos en una edición facsimilar, lo hemos hallado después de una afanosa búsqueda, en el Museo Mitre de Buenos Aires. El nombre de Catecismo de San Alberto con que usualmente se menciona la obra, no figura en ningún inventario de bibliotecas, de ahí la infructuosa búsqueda de muchos de los que quisieron encontrarlo. Volviendo a la reimpresión de la cartilla escolar debemos consignar que la portada lleva como título Instrucción sobre las Obligaciones más Principales de un Verdadero Ciudadano. Reimpresa en la Asunción del Paraguay. Imprenta Nacional 1863.
Luego viene el «Prefacio» en el que se exponen los motivos que aconsejan la reimpresión del Catecismo. (14)

Formando parte del mismo cuerpo aparece la «Instrucción» que San Alberto escribió en 1784 con motivo de la publicación de su manual. A continuación se entrega una «Advertencia» que la transcribimos in extenso dada su importancia. Dice así:

Como este catecismo se ha reimpreso para el uso de las escuelas de esta República, se han hecho algunas variaciones de ciertas voces, sustituyéndolas con otras más propias y conformes al sistema actual de nuestro gobierno y a nuestras leyes nacionales, para que los niños comprendan con más facilidad sus doctrinas; y así en los lugares en que bajo el nombre de Rey se entienda toda autoridad suprema, se pone esta misma expresión o la de Supremo Gobierno u otra equivalente, para que los niños se acostumbren desde luego a pronunciar en esta materia los nombres correspondientes al sistema actual gubernativo establecido por la República.
Los maestros tendrán el cuidado de explicar a los niños que bajo el nombre de Rey se comprende todo magistrado supremo, sea cual fuere el sistema de gobierno, siendo constituido legítimamente. (15)

A modo de prólogo, el obispo diocesano del Paraguay, Juan Gregorio Urbieta inserta una «Recomendación» dirigida a los párrocos, maestros de escuela, padres de familia y demás ciudadanos de su obispado. Entre otros puntos señala cuento sigue:

Dios que dirige sin cesar su vigilante mirada sobre el orden y tranquilidad de los pueblos... ha inspirado al Superior Gobierno el pensamiento de la reimpresión y publicación de este precioso Catecismo, para proporcionar a la República los medios más sólidos y esenciales para llegar a una prosperidad moral y política. Persuadido de que en ello se hace un importante servicio a la instrucción pública, lo recomiendo a los padres de familia, a los Párrocos, y Maestros, y muy particularmente a la juventud paraguaya, que está llamada á formar el porvenir dichoso de la Patria. Juan Gregorio, Obispo del Paraguay. (16)

Aparece luego el texto dividido en veinte lecciones cuya exposición se inicia explicando en forma enunciativa el contenido de cada materia, sintetizándolo luego en breves proposiciones que, por medio de preguntas y respuestas lo presenta al alumno como verdades indiscutibles. La repetición memorística de las mismas facilita la difusión de su doctrina.

En cuanto a la «Instrucción» contenida en el Catecismo, el obispo San Alberto dice en su prólogo: «Es cosa muy distinta el instruir del disertar; porque en una disertación caben muy bien las opiniones; pero en una instrucción no deben tener lugar sino las verdades». (17)

NOTAS:
1. Cartas que escribió, con ocasión de la derrota del rebelde Tupac-maro, el Iluistrísimo, y Reverendísimo Señor D. Fr. Joseph Antonio de S. Alberto, Obispo del Tucumán al Cabildo Secular de Córdoba, al Venerable Deán y Cabildo y al Gobernador de Armas de dicha Ciudad: y respuesta de estos a dicho Ilmo. Señor. Buenos Aires MDCCLXXXI. Real Imprenta de los Niños Expósitos (ver anexos).
3. Instrucción donde por Lecciones, Preguntas y Respuestas se enseñan a los Niños y Niñas las Obligaciones Más Principales que Un Vasallo debe a su Rey y Señor. Primera edición, 1784. Lección VI -De la potestad coercitiva del Primer Magistrado, p. 30.
4. Instrucción donde por Lecciones, Preguntas y Respuestas..., p. 38 y ss.
5. Abel Chaneton (1925), «Un pedagogo colonial», in: Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas, Buenos Aires: Facultad de Filosofía y Letras, 1925, vol. IV, pp. 113-141.
6. Efraím Cardozo (1985), Apuntes de historia cultural del Paraguay, Asunción: Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción, Col. Biblioteca de Estudios Paraguayos, 1985, vol. XI, p. 178.
7. Cárdozo no cita fuentes; ANA C, S, N° 115, s/f. En su Mensaje al Congreso en 1857, López declara la existencia de 16.755 alumnos.
8. ANA, SH, vol. 2795, f. 31 y s.
9. El Semanario de Avisos y Conocimientos útiles, Sábado 6 de febrero de 1864, p. 4. Año XII, n° 511
y SS.
10. Archivo del Arzobispado de Asunción, s/c. Cf. Silvio Gaona (1961), El Clero en la Guerra del 70, 2a ed., 1961, p. 148.
11. ANA, CRB, vol 355, n° 13, fojas 14, Año 1868 (ver anexos)
12. Manuel Gondra (1942), Hombres y letrados de América, Asunción: Guarania, 1942, p. 80, prólogo de J. Natalicio González.
13. Cardozo, op. cit., 1967, pp. 272 y ss.
14. Instrucción sobre las Obligaciones más Principales de un verdadero Ciudadano, Asunción: Imprenta Nacional, 1863, pp. 2 y ss.
15. Instrucción, p. 12.
16. Instrucción, p. 13.
17. Instrucción, (Anexo, p. 44).


CATECISMO DE SAN ALBERTO

A continuación reproducimos algunas lecciones del Catecismo con el objetivo de conocer la doctrina y las aspiraciones del gobernante que lo mandara reeditar y difundir en todas las escuelas públicas.

LECCIÓN I - Del principio y origen de los Reyes. Sea pues, la conclusión que el origen de los reyes es la misma Divinidad, que su potestad procede de Dios y que sus tronos son tronos del mismo Dios.

P. ¿Quién, pues es el origen de los Reyes?
R. Dios mismo, de quien se deriva toda potestad.

LECCIÓN II - Qué cosa sea Rey, y los modos con que se puede llegar a serlo. El hombre puede llegar a ser rey por adopción, por compra, por permuta, por sucesión hereditaria y por elección. Este último modo es el que admite y usa la República del Paraguay para colocar legalmente a un ciudadano en el Magisterio Supremo.
Pero sea esto lo que fuese, lo que no admite duda es que de cualquier modo que el hombre llegue a ser Rey, su potestad es dada por Dios, y derivada de la suya.

LECCIÓN III - De varios nombres que tienen los Reyes en la Escritura.

P. ¿Qué nombres da la Escritura a los Reyes?
R. Muchos, y todos magníficos y misteriosos.

P. Decid: ¿Cuántos y cuáles?
R. Llámalos Dioses, Cristos, Potestades, Príncipes y Padres.

P. ¿Por qué se llaman Dioses?
R. Porque en su Reino son imágenes visibles de Dios.

P. ¿Por qué se llaman Cristos?
R Porque son ungidos, o pueden serlo al tiempo de su coronación.

P. ¿Por qué se llaman Potestades?
R. Porque lo son, y la tienen en su Reino sobre todo lo temporal.

P. ¿Por qué se llaman Príncipes?
R. Porque tienen el principal y el primer lugar en el Reino.

P. ¿Por qué se llaman Padres?
R. Porque miran por el bien se sus vasallos, como los padres por el de sus hijos.

LECCIÓN IV - De la superioridad del Rey y de sus oficios. Un rey dentro de su reino no reconoce en lo civil y temporal otro Supremo que a Dios... El Rey no está sujeto, ni su autoridad depende del pueblo mismo sobre quien reina y manda.

P. ¿Quién es superior al Rey?
R. Solo Dios en lo civil y temporal de su reino.

P. ¿El Rey está sujeto al pueblo?
R. No; que eso sería estar sujeta la cabeza a los pies.

LECCIÓN V - De la potestad legislativa del Rey. Quien no obedece al gobernante no obedece a Dios, porque la ley eterna de Dios manda que se obedezcan las leyes del Rey o del Gobernante.

P. ¿Puede el Rey poner leyes que obliguen en conciencia?
R. Sí, según aquello del Apóstol: Estad sujetos, no sólo por temor de la ira, sino también por obligaciones de la conciencia.

P. ¿Para que obliguen las leyes reales, es menester que el pueblo las acepte?
R. No; porque esto más sería gobernarse por su voluntad que por la del Soberano.

LECCIÓN VI -De la potestad coercitiva del Primer Magistrado. Así como puede establecer leyes que obliguen a culpa, puede establecer otras que obliguen a pena, como igualmente puede hacer otras que juntamente obliguen a la pena y culpa. La cárcel pues, el destierro, el presidio, los azotes o la confiscación, el fuego, el cadalso, el cuchillo y la muerte son penas justamente establecidas contra el vasallo inobediente, díscolo, tumultuario, sedicioso, infiel y traidor a su Soberano, quien no en vano, como dice el Apóstol, lleva la espada.

P. ¿Está obligado el vasallo a aceptar y sufrir las penas?
R. Sí; porque son justas y establecidas por ley.

P. ¿Y debe por sí mismo ejecutarlas?
R. Sí; como no sean de las más graves y capitales.

P. ¿Y aún a estas debe concurrir indirectamente?
R. Sí; para manifestar que las acepta y sufre con paciencia.

P. ¿Qué es concurrir indirectamente?
R. Subir la escalera si lo ahorcan o aplicar la garganta si lo degüellan por sus delitos.

LECCIÓN X -Del honor que los súbditos deben a su Gobierno. Su dignidad, su preeminencia, su poder, su soberanía y majestad nos están exigiendo de justicia el honor, la veneración y el respeto. El súbdito que sintiese bajamente de su Gobierno, aun en los más secreto de su corazón, por solo esto queda ya reo y culpable en los ojos de Dios, quien penetra en lo más secreto de los corazones y tiene dicho: «No murmuréis del Rey en tu pensamiento, ni lo maldigas en el secreto de tu aposento, porque tu voz la llevarán las aves del cielo».
P. ¿Qué pecado es juzgar y sentir bajamente del Soberano?
R. Grave o leve, según fuere el juicio o la materia.

P. ¿Y si el Soberano fuese malo?
R. También, porque su dignidad siempre es buena y digna de honor.

LECCIÓN XI - Del respeto que los súbditos deben a su Soberano. Hay pues obligación, no sólo de honrar al Soberano sintiendo bien de su persona, de su dignidad y de su gobierno, sino también de venerarlo y respetarlo exteriormente con palabras y con obras, hablando siempre bien y nunca murmurando de su persona, ni de sus providencias... Dios ha puesto en ellos un destello de su divinidad.

P. ¿Y qué pecado es juzgar y sentir bajamente del soberano?

R. Grave o leve, según fuere el juicio o la materia.

P. ¿Y si el Soberano fuese malo?
R. También, porque su dignidad siempre es buena y digna de honor.

LECCIÓN XIV - Del temor que los súbditos deben tener a su Soberano. Tema maquinar contra su persona o contra su vida, aunque sea en lo más escondido de su casa y en lo más secreto de su corazón; porque escrito está: Que las aves del cielo llevarán su voz y delito hasta los oídos del soberano; y que nada hay oculto que al fin no se revele.

LECCIÓN XV - De la obediencia que los súbditos deben a su Soberano. Para el buen vasallo esta proposición: El Rey lo manda, ha de ser un equivalente de esta otra: Dios te lo manda, siendo de fe. que si los Reyes mandan, es por la potestad que Dios les ha concedido para que manden.

Hemos dicho, si fuera ciertamente malo lo que mandan; porque en caso de duda, siempre está la justicia de parte del superior; y se ha de juzgar que lo que manda es bueno, sin que este juicio quede al arbitrio del inferior, a quien no pertenece el juzgar, sino callar y obedecer, según aquellas palabras de Moisés: Oid Israelitas; aprended y obrad.

P. ¿Hay obligación de obedecer a los Magistrados?
R. Sí; porque Dios les ha dado potestad para mandar.

P. ¿Y si lo que mandan es duro o dificultosos?
R. También; porque en lo difícil tiene mayor mérito la obediencia.

LECCIÓN XIX - De la obligación que tienen los súbditos de asistir al magistrado con sus personas cuando hay guerra. Las causas que hacen justa una guerra son la defensa propia, vindicar los agravios hechos a su Majestad o a la Patria y recuperar los dominios o derechos usurpados.

P. ¿Qué cosa en guerra?
R. Disensión entre Príncipes, ordenada a la pelea con multitud armada.


P. ¿Toca al soldado averiguar si la guerra es justa o no?
R. No le toca sino suponer que lo es y obedecer.

Luego de este breve recorrido por las diversas «Lecciones» que contiene el Catecismo de San Alberto, nos resta señalar que con esta edición facsimilar reproducida en la Imprenta Nacional en 1863 -después de más de un siglo de ausencia en las Universidades y Bibliotecas del país- estamos recuperando un documento de trascendental importancia para la mejor comprensión de la historia política, cultural y educativa del Paraguay de la segunda mitad del siglo XIX.


Fuente:
"NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCIÓN"
DEPARTAMENTO DE CIENCIAS SOCIALES
CENTRO DE ESTUDIOS ANTROPOLÓGICOS
VOLS. XXVI Y XXVII, N°S. 1 Y 2
ASUNCIÓN DEL PARAGUAY
2008-2009 (242 páginas)
 
 
 
 
ENLACE RECOMENDADO:




Visite la GALERÍA DE LETRAS
del PORTALGUARANI.COM
Amplio resumen de autores y obras
de la Literatura Paraguaya.
Poesía, Novela, Cuento, Ensayo, Teatro y mucho más.

viernes, 22 de octubre de 2010

MILDA RIVAROLA ESPINOZA - LA RESISTENCIA A LA GUERRA GRANDE / Fuente: REVISTA DE ESTUDIOS PARAGUAYOS. VOLS. XXVI Y XXVII, N°S. 1 Y 2. 2008-2009 (242 páginas).



LA RESISTENCIA A LA GUERRA GRANDE
Ensayo de
(Enlace a datos biográficos y obras
En la GALERÍA DE LETRAS del
www.portalguarani.com )


La explicación del porqué la población se sumó al desesperado es  fuerzo de la guerra contra tres naciones, incluso después de diluida cualquier esperanza de victoria, fue objeto de propaganda (propia y aliada) durante el conflicto, y persistió como núcleo del debate entre liberales y nacionalistas a lo largo del siglo XX paraguayo.
Pero la dicotomía que recorre la literatura -de «temerosa sumisión» o «patriótico entusiasmo»- se basa en supuestos cuestionables: la sociedad paraguaya de mediados del siglo XIX no era económica ni políticamente homogénea, y sus percepciones y actitudes sufrieron efectivamente el impacto de los avatares de la guerra.
Debido a la persistencia de un nacionalismo centrado en la figura del Mcal. López y del heroísmo paraguayo, (1) la oposición a la guerra de la Triple Alianza no fue objeto de estudios específicos. La historiografía liberal prefirió compadecerse de las innumerables «víctimas de la tiranía», sin ver en sus actos expresiones de rechazo a la contienda, o de resistencia al modo de que esta era conducida.
Aunque excepcionales respecto al corpus de textos sobre el fervor unánime de los paraguayos, algunas fuentes hablan de sordas resistencias a esta contienda. Ellas aún conservan rasgos de su difícil expresión en el pasado: se escuchan en sordina, en ámbitos protegidos (familiares, camaradas, amigos). Buscan respaldarse en valores tradicionales, se escudan en la religión o apelan a los lazos familiares.
En su mayoría se trata de dichos o actos individuales, que no pueden -ni pretenden- alterar la realidad que rechazan. Solo en casos extremos, cuando estalla la ira o el dolor, existe una masa humana protectora o los actores se creen inmunes al castigo, estos rechazos alzan la voz, osan expresarse abiertamente. Pueden leerse estas raras fuentes desde tres interrogantes. ¿Quiénes se expresan, en el Paraguay, contra la guerra? ¿De qué manera lo hacen? Y sobre todo, ¿en qué momentos estas voces de protesta se multiplican y repiten con tal intensidad que atraviesan más de un siglo de silencio, para hacerse audibles en el presente?

* Academia Paraguaya de la Historia (Paraguay)
1. Las primeras reivindicaciones lopiztas datan de 1900, y el nacionalismo ganó fuerza con ese leinotiv dos décadas más tarde. La transición democrática (a partir de 1989) disminuyó su peso en textos escolares y su omnipresencia en el discurso oficial.



CALZADOS CONTRA PYNANDÍ


Desde sus comienzos, se describía al gobierno de F. S. López como apoyado por las clases populares, pero mal tolerado por las propietarias. La actitud de estas era -cuando menos- ambigua. A inicios de los '60, miembros de «familias principales» entendían que solo una eventual guerra podía librarlas de un sistema agobiante para sus vidas y sus haciendas, (2) y esta fue efectivamente la lógica que sustentó a la Asociación Paraguaya, y posteriormente, a la Legión, en Buenos Aires.
Ante la inminencia del conflicto, otro espectro atemorizó a las clases altas: la reacción de una plebe liberada del control despótico. En caso de derrotas, la ausencia de poder daría lugar a «una sublevación general de indios y otras gentes de color [...] cuyas fogosas pasiones [...] solo son domadas por el maltrato y la fuerza». Esta sería «la guerra de los descalzos contra las personas calzadas, en las que estas últimas, en razón de su pequeño número, serían exterminadas». (3)
Pero los «calzados» eran incapaces de sostener abiertamente su oposición, y optaban por la duplicidad. Iniciado el conflicto, un diplomático nota, asombrado: «Aquellos que se asocian más ostentosamente a las manifestaciones a favor del Paraguay y en contra del Brasil, son quizá los que mayor odio y antipatía sienten por el régimen actual, y quienes hacen en secreto los votos más fervientes para su derrocamiento». (4)
De modo distinto al esperado, paralela a la guerra que enfrentó el Paraguay contra sus poderosos vecinos, hubo otra igualmente cruenta, pero interna. No es difícil vislumbrar -tras el rol de los soldados, sirvientes y esclavos proporcionando indicios a Jueces de Paz y a los Tribunales de Sangre, (5) o de trato que soldados «descalzos» daban a los miembros de la elite convertidos en reos traidores- un trasfondo de odio de clases. Un observador europeo es más explícito: López permanecía en el poder, entre otras causas, porque los «guaraníes gozaban una secreta alegría india en la matanza de las clases elevadas». (6)
Otros cronistas vuelven a hablar del «exterminio de la raza blanca» en la batalla de Tuyutí, y sobre todo, en las represiones de 1868-1869 donde la elite paraguaya -excepto el jefe de gobierno y su entorno- fue ajusticiada o resultó muerta de hambre y penurias. (7) El Mcal. López conocía la oposición de las clases ilustradas a la guerra y a su gobierno, y el virtual aniquilamiento al que la sometió pudo ser reactivo a dicha resistencia.
El primer y más empleado mecanismo de resistencia -primitivo, pre político- fue la fuga. Hubo insumisos desde los primeros reclutamientos, y deserciones en Cerro León y Humaitá desde fines del '64, pese al rigor con que se castigaba este delito militar. (8) El aumento de criminalidad registrado entonces en el interior del país (robos y asalto a mano armada) obedecía al número de «insumisos y desertores que ya no pueden volver a sus hogares y se ven obligados a vivir a expensas de los habitantes de la campaña». (9)
Aunque no existan fuentes precisas, los soldados y oficiales de clases altas parecen haber integrado en proporción importante la población desertora. (10) Es sintomático que las memorias de combatientes Aliados no mencionen dificultades idiomáticas para recibir informes entregados por «pasados» sobre el frente paraguayo. (11)
La campaña en Argentina facilitó la fuga «por goteo»: los regimientos enviados a Corrientes perdieron muchos hombres no solo de tropa sino también de su oficialidad. (12) De retorno al territorio paraguayo, las batallas de Tuyutí y Estero Bellaco vieron repetirse la deserción y aquí los testimonios designan ya claramente a hombre de «buenas familias», «paraguayos que no estaban en la gracia de López», e incluso familiares de ministros. (13)
Los castigos impuestos a los familiares de desertores (14) y las rigurosas medidas impuestas para evitar este flujo en el frente -«cuando desertaba un soldado, respondían por él los compañeros que quedaban a derecha e izquierda, y que respondían con la vida de estos compañeros, como también sus familias y parientes» (15) - apenas pudo frenar el proceso de huida.
Al interior de la elite, un grupo era -o se creía- por las relaciones de parentesco o importancia de sus bienes, más libre de exhibir oposición: la familia presidencial. A mediados del '66, Juana Pabla Carrillo se habría trasladado a Humaitá a pedirle a su hijo que diera fin a la guerra, (16) y ante la inutilidad de este ruego filial, los López Carrillo se plantearon otras salidas. A fines del año siguiente, cuando Humaitá aún resistía a la escuadra enemiga, la madre y los hermanos de F.S. López convocaron reuniones de notables para discutir alternativas de futuro a una guerra que ya sabían perdida.
El suplente consular francés constata indignado esta segunda forma de resistencia: el plantearse gestiones de paz y eventuales alternancias en el poder: «Incluso se hacen a la idea de un cambio de gobierno, y yo he sido sondeado -como el embajador de los EE. UU.- sobre este punto, por el Sr. Benigno López, sobre las intenciones del emperador en el caso que los Aliados entraran a Asunción. [... ] Aquí, si el Pte. López fuera obligado a dejar el poder se cree en la posibilidad de tres candidaturas... ». (17)
La libertad con que Benigno López justificó luego esas reuniones, trasunta la posición privilegiada de la familia. Cuestionado por el Mcal. López «¿Qué es lo que Uds. Intentaban hacer en Asunción?» Benigno, «con la mayor sangre fría y naturalidad del mundo, le contestó: "Señor, como no hemos tenido más noticias de Ud. ni del ejército desde que Humaitá quedó sitiado por el enemigo, habíamos creído llegado el momento de pensar en tomar alguna medida tendente a la salvación de nuestras personas e intereses». (18)
La literatura sobre la «revolución palaciega» describe esta curiosa forma de contestar el derecho del Mariscal a proseguir la guerra. Fue precisamente toda la autoridad de la madre (quien seguía siendo conocida como La presidenta) para pensar en gestiones de paz. Perteneciendo ella a una antigua familia paraguaya, se comprende que apelara al argumento más apto para conmover las bases del orden patriarcal: el de negar la filiación dinástica del Mariscal-Presidente. (19)
Dos textos, uno contemporáneo y otro bastante posterior, resumen la contradictoria actitud de «pynandí» y «calzados» al final de la guerra. Según un prisionero de guerra interrogado al respecto, «ni el ejército ni la población distinguida del Paraguay podían ser adictos a un tirano como López, [...] sólo los ignorantes de baja condición podrían acompañar su causa ... ». (20) Respecto a la actitud de la población en la inmediata postguerra, el Cnel. Bray prosa: «las familias grandes, las de circunstancia y posición, claman por la devolución de sus bienes y propiedades, exigen reparaciones, imploran justicia [….]. Las otras, las de sangre plebeya, nada piden porque nada tienen que reclamar; siguiendo a Solano López de Paso Pucú a Cerro Corá [... ] han dado todo lo que podían dar: la sangre de sus venas y la vida de sus seres más queridos». (21)

2. Francisco Doratioto (2002), Maldita guerra: Nova história da Guerra do Paraguai, Sáo Paulo: Companhia das Letras, 2002, p. 62, trad. cast. Por Juan Ferguson: Maldita guerra: Nueva historia de la Guerra del Paraguay, Buenos Aires: Emecé, 2004.
3. Laurent Cochelet a Drouyn de L'Huys, Asunción, 21-09-1894, en Milda Rivarola (1988), La Polémica francesa sobre la guerra grande: Eliseo Reclus, La Guerra del Paraguay/Laurent-Cochelet, Correspondencia consular, Asunción: Editorial Histórica, 1988, p. 109.
4. Laurent Cochelet a Drouyn de L'Huys, Asunción, 16-03-1865.
5. El temor a delaciones de la servidumbre constreñía las conversaciones domésticas desde la dictadura de Francia. Sobre denuncias de servidumbre, ver nota de Thornton del 06-09-1864, citado por Arturo Bray (1945), Solano López, soldado de la gloria y del infortunio, Asunción: Niza, 1958, p. 163; Hector F. Decoud (1926), Guerra del Paraguay: La Masacre de Concepción ordenada por el mariscal López, Buenos Aires: Serantes, 1926, p. 76. Desde San Fernando, las delaciones y acusaciones -extraídas casi todas bajo tortura- fueron indiscriminadas, incluso entre miembros de la elite.
6. Maximilian von Versen (1872), Reisen in Südamerika and der Südamerikanische Krieg, Breslau: Málzer, 1872, iv+220 p., citado en Barbara Potthast (1996). «Paraíso de Mahoma» o «País de las mujeres»?: El Rol de la mujer y la familia en la sociedad paraguaya durante el siglo XIX, Asunción: Instituto Cultural Paraguayo-Alemán, 1996, 1996, p. 282.
7. Un publicista al servicio del Paraguay la denominó la «conspiración burguesa», ver Claude de La Poépe (1869), La Politique du Paraguay: Identité de cette politique avec celle de la France et de la Grrande-Bretagne dans le Rio de la Plata, Paris: Dentu; 1869, p. 282.
8. Laurent-Cochelet a Drouyn de L'Huys, 02-11-1864. Las Ordenanzas militares coloniales (vigentes durante la guerra) en su Tratado 8, Título 10, estipulaban: «Deserción (N° 91). Los que desertaren en campaña, saliendo de los límites que para consumar la deserción `que'prescriben los bandos del Ejército, sufrirán la pena en muerte, en el modo que esas señalen y en cualquiera número que sean; no debiéndose entender esta pena solo para los que se hallen en Ejército en campaña, sino también para todos los que deserten de plaza opuesto dependiente de él. (Nº 99) El que indujere a la deserción, y se justificare llegando a efecto, sufrirá la pena de ser pasado por las armas...».
9. Laurent-Cochelet a Drouyn de L'Huys, 08-08-1865.
10. Un autor inglés ilustra esta disyuntiva: «La mayoría de los paraguayos educados han sido exterminados, o se salvaron gracias a la huida», ver Robert B. Cunninghame Graham (1993), Portrait of a dictador, Francisco Solano López (Paraguay, 1865-1870), London, Heinemann, 1933, p. 257; trad. cast.: Retrato de un dictador, Francisco Solano López (Paraguay, 1865-1870), Buenos Aires, Inter-americana, 1943.
11. El uso exclusivo del guaraní sigue siendo hasta hoy propio de las clases populares.
12. Laurent-Cochelet a Drouyn de UHuys, Asunción, 03-04-1865 y 23-10-1865; también León de Palleja (Cnel.) (1865/66), Diario de la Campaña de las Fuerzas Aliadas contra el Paraguay, Montevideo: Imprenta de El Pueblo, 1865/66, t. I, p. 134 y sgtes. y t. II, p. 50, 83 y 332; Dionisio Cerqueira (Gral.) (1910), Reminiscencias da Campanha do Paraguay, 1865-1870, Tours: E. Arrault, 1910, p. 47; Efraím Cardozo (1967), Hace 100 años, Asunción: Emasa, 1967, Crónicas de la Guerra de 1864-1870 publicadas en « La Tribuna » de Asunción en el centenario de la epopeya nacional, t. II, p. 14 y 207; y Doratioto, op. cit., 2002, p. 198.
13. Sobre deserciones, ver Laurent-Cochelet a Drouyn de L'Huys, 05-07-1866; Palleja, op. cit., 1865/66, t. 11, pp. 209, 332 y 418-419; George Thompson (1869), La Guerra del Paraguay: Acompañada de un bosquejo histórico del país y con notas sobre la ingeniería militar de la guerra, Buenos Aires: Imprenta Americana, 1869, pp. 151, 180 y 224; y Francisco I. Resquín (1875), Datos históricos de la Guerra del Paraguay contra la Triple Alianza, Buenos Aires: Compañía Sud-Americana de Billetes de Banco, 1895, p. 51.
14. George Frederick Masterman (1869), Seven eventful years in Paraguay : Une narrative of personal experience among the Paraguayans, London : Low, son, and Marston, 1869, p. 111; trad. esp.: Siete años de aventuras en el Paraguay, Buenos Aires: Imprenta Americana, 1870. Desde la rendición de Uruguayana «Centenares de personas completamente inocentes, especialmente mujeres, en sustitución fueron castigadas por las culpas o mala suerte de sus hijos, maridos o hermanos».
15. Declaración de Isidro Ayala, 08-09-1869, citado en Junta Patriótica, El Mcal. López, Asunción, s.l„ 1926, p. 237. «Las ordenanzas arriba citadas establecían: Encubrir ó auxiliar la deserción (N° 115). El Sargento, Cabo, Tambor o Soldado por cuyo auxilio, inteligencia, o disimulo, hubiere desertado alguno de su cuerpo, ú otro en mi tropa, sufrirá la pena de muerte pasado por las armas...»
16. Relato a los Aliados de desertores paraguayos, en junio julio del '66, ver Palleja, op. cit., 1865/66, t. 11, p. 349.
17. Cuverville a Moustier, 12-12-1867. Los eventuales suplentes eran J. Berges, S. Bedoya y B. López. Dada la fecha de esta nota, y la amistad de su autor con el Mariscal, cabe conjeturar que esta información llegó al gobierno paraguayo a través de este agente.
18. Fidel Maíz (1919), Etapas de mi vida: Contestación a las imposturas de Juan Silvano Godoy, Asunción: Imprenta La Mundial; 1919, pp. 166, 180 y sgtes.
19. La fuente original es Charles A. Washburn (1871), The History of Paraguay: With notes of personal observations and reminiscences of diplomacy under difficulties, Boston: Lee and Shepard, 1871, 2 vols.: trad. esp.: Historia del Paraguay: Con notas y observaciones personales y reminiscencias de algunas dificultades diplomáticas, Buenos Aires: Impresores con tipos de propiedad de la Revista de Paraguay, 1892/98, 3 vols.; ver la interpretación del Cnel. Arturo Bray, op. cit., 1958, p. 245.
20. Declaración de Juan José Alonso, l l 09 1869, en la Junta Patriótica. El Mcal. López, Asunción, s.ll, 1926, pp. 242-243.
21. Bray, op. cit., 1958, p. 253. Dejando de lado el populismo del texto, este define claramente las actitudes de ambas clases frente a la guerra.



OPONERSE A LA GUERRA: «UNE AFFAIRE DE FEMMES»


Las clases propietarias no estaban solas en el rechazo a la continuidad de la guerra. (22) Luego del fracaso de la campaña de Corrientes, la pérdida de la flota paraguaya en Riachuelo y la derrota de Tuyutí, las mujeres -de todas las condiciones sociales- mostraron similar resistencia, a juzgar por el arsenal de rumores y los estallidos de protestas que las tenían como grandes protagonistas.
Desde Uruguayana, la popularidad del Mcal. López en las clases bajas empezó a decaer: las mujeres «comienzan a hablar con bastante libertad [...] y responsabilizar al Presidente de que la Mano de la Providencia haya caído tan pesadamente sobre el país». Estas primeras críticas se cobijaban bajo manto religioso: según el rumor, un cura habría sido apresado y engrillado por reprochar al Presidente la hambruna y la ruina que se cernían sobre el país. (23)
Las señoras de categoría se sirvieron de las formalidades sociales: desde la batalla naval de Riachuelo abundan testimonios sobre la negativa de las familias principales a asistir a las fiestas que celebraban, en Asunción, el éxito real o imaginario de las batallas. (24) Tras tantos rumores y reticencias, estalla a veces la indignación popular. En la única manifestación de protesta pública que se registra, las mercaderas hicieron sentir su airada voz al año de la guerra.
Se acaban de embarcar hacia Humaitá los reclutas precedentemente eximidos (tuertos, cojos, etc.). Cuando fueron a la plaza del mercado a hacer sus últimas compras [...] hubo una exclamación general de lástima en todas las mujeres, quienes decían abiertamente que se enviaba esos desgraciados al matadero. Lo que indica cómo la opinión pública está sobrepasada por la desgracia y la desesperación, es que la policía no pudo castigar ya que todo el mundo era culpable. (25)
Las quejas acentuaron su contenido crítico en los años siguientes. Desde fines del '67 el cónsul americano sabía de «numerosos casos de mujeres de clase baja enviadas a prisión [... ] por expresar el natural deseo que la guerra concluyera. Luego de la evacuación [de Asunción] supe de centenares de viudas presas [. . . ] y engrilladas por haber dado libre cauce a expresiones de compasión». (26)
En archivos judiciales de 1868, B. Poothast encontró que «el número de mujeres triplicaba el de los hombres en el total de personas acusadas de crímenes políticos [...] ellas difundían noticias derrotistas sobre las malas condiciones de vida en los campamentos, el abuso del alcohol para mantener el espíritu bélico de los soldados, y el rumor que López y Mme. Lynch habrían abandonado en secreto del país. Otras [...] decían que preferirían tener a su hombre en la casa, incluso herido o inválido, antes que verlo muerto por la patria». (27)
Por su parte, las mujeres de «buena familia» se resistieron por medios diversos a la campaña de donación de joyas, que ellas entendían -por razones obvias, ya que el país estaba bloqueado a cualquier comercio de armas y mercaderías- como simple e injusta expropiación. El depósito de bienes en consulados, la venta apresurada o el ocultamiento (entierro) de la joyería valiosa se repitieron en esos meses. (28)

22. Los juicios que condujeron a la muerte de centenares de notables desde San Fernando eran de «pronunciamiento sedicioso contra la administración del gobierno del Mcal. López y contra sus disposiciones en el desarrollo de la guerra».
23. Laurent Cochelet a Drouyn de L'Huys, 07-10-1865, en Milda Rivarola, op. cit., 1988, p. 144.
24. Laurent Cochelet a Drouyn de L'Huys, 12-07-1865, en Milda Rivarola, op. cit., 1988, pp. 142-143, Este cónsul agrega en su nota del 05 08 1866: «una dama paraguaya decía, con mucha verdad y amargura, ¡Se nos obliga a bailar sobre nuestros muertos!».
25. En esos años expresiones similares implicaban castigos físicos o confinamiento.
26. Washburn, op.cit., 1871, t. II, p. 240.
27. Potthast, op. cit., 1996, pp. 275-276; y de la misma autora (2004), «Protagonists, Victims, and Heroes: Paraguayan Women during the Great War», in: Hendrik Kraay & Thomas L. Whigham (eds.), I die with my country: Perspectives on the Paraguayan War. 1854-1870, Lincoln & London: University of Nebraska Press, 2004, p. 54.
28. El gobierno apeló al clero (de gran influencia sobre las mujeres) para revertir esta actitud, ver carta al cura párroco de Oliva del 01-02-1867, citada por John Le Long (1868), «Le Paraguay: La Dynastie des Lopez avant et pendant la guerre actuelle», in: La Revue contemporaine, Paris, 31 janvier 1868, p. 22. Sobre la reticencia a entregar joyas y el depósito de alhajas en consulados ver Decoud, op. cit., 1926, pp. 179 y 190; Dorotea Duprat de Laserre (1893), Memorias, Rio Grande: Lib. Americana, 1893, p. 18; y Potthast, op. cit., 1996, p. 260.



TIEMPOS DE DESENCANTO


Al entusiasmo popular suscitado con la Campaña de Mato Grosso (29) sucedió rápidamente el desencanto, de modo que en octubre del '65 el agobio de la contienda ya era perceptible. «La única esperanza que aún se conserva es la de una paz próxima, incluso al precio de nuevas derrotas, ya que los sueños de conquista y de expansión fueron poco a poco disipados en presencia de las tristes realidades de los eventos de la guerra». (30)
Hubo una segunda ola de entusiasmo bélico en marzo del '66, tras la publicación del Tratado de la Alianza, cuyos términos suscitaron indignación en Paraguay y en el exterior. (31) Pero cien días después, el desastre de Tuyutí volcó de nuevo la balanza hacia el desaliento: «los hombres recién se desmoralizaron después de la batalla del 24 de mayo, principalmente aquellos que ocupaban altas posiciones por sus empleos y sus fortunas...». (32)
Este hastío de la guerra alcanzó a la máxima autoridad eclesiástica, tras las frustradas gestiones de paz de Mr. Gould De acuerdo a la acusación de sus fiscales, en privado este culpó a López de «la duración de la guerra por la tenacidad de sostenerse, haciendo, dice, matar a toda la gente antes de ceder nada y también por lo mucho que se halla en el mando, el cual, agrega, debía dejar para evitar la ruina completa de la Patria». (33)
La ocupación de la capital, a inicios del '69, provocó una situación ambigua: el país contaba ahora con «regiones liberadas», mientras López seguía con el resto del gobierno y del ejército en su marcha hacia el noreste. En mayo, pobladores de Concepción y Horqueta entendieron terminada la guerra, y contactaron con los Aliados (un cura integró el grupo mediador) buscando librar sus villas de los obligados saqueos y violencias. Pero al carecer de protección Aliada, estos pobladores sufrieron el duro castigo de López, que aún mantenía control represivo sobre amplias zonas. (34)
Estas gestiones tuvieron más éxito desde agosto, cuando ya establecido en Asunción el gobierno provisorio, los pueblos de San José, Ajos (hoy Cnel. Oviedo), Villa Rica, Hyaty y otros adhirieron al nuevo orden, bajo cierta pro tección del ejército brasileño. También el poblado de San Joaquín tuvo a su cura párroco conduciendo gestiones similares. (35)
Todo era confusión entre pobladores, autoridades y ejército a fines del '69, en las zonas aún no «liberadas» pero ya alejadas del poder represivo de López: «Los soldados pedían cintas con los colores del Imperio; los oficiales no eran reconocidos por los soldados [...] las partidas volantes que hacían la descubierta se aprisionaban entre sí, y hasta se mataban, considerándose mutuamente espías». (36) Otros bandos de oficiales paraguayos, desgajados del cuerpo principal en el camino a Cerro Corá, se unieron a desertores brasileños para robar «a las pobres familias en migración» en el noreste del país. (37)
En Cerro Corá los desertores ya osaban retirarse con joyas y bienes del cortejo oficial, dispuestos a delatar la ubicación de lo que restaba del ejército paraguayo. (38) Los términos de la nota de tres jefes y oficiales del Mariscal, comunicando su deserción, podrían ser compartidos por muchos de sus compatriotas cuando la guerra se había tornado genocida: «la continuación del estado actual de cosas servirá más bien para el duro aniquilamiento de nuestra nación, bajo el yugo de una voluntad arbitraria y caprichosa, sin esperanza de otro resultado que un prolongado padecimiento de aquellos que aún se encuentran bajo los pies de Vuestra Excelencia». (39)

29. Los testimonios contemporáneos coinciden en subrayar ese inicial entusiasmo guerrero.
30. Laurent Cochelet a Drouyn de L'Huys, 7 octubre 1865, en Rivarola, op. cit., 1988, p. 144.
31. Juan C. Centurión (Cnel.) (1895), Memorias o sean Reminiscencias históricas sobre la Guerra del Paraguay, Buenos Aires: Imprenta de Obras, 1895, t. II, p. 214.
32. Maíz, op. cit., 1919, p. 200.
33. Juan Silvano Godoy (1916), El Fusilamiento del Obispo Palacios y los Tribunales de Sangre de San Fernando, Asunción: El Liberal, 1916, p. 90.
34. Decoud, op. cit., 1926, p. 70.
35. Duprat de Lasserre, op. cit., 1893, pp. 25 y 30. Aunque algunos curas se distinguieron como delatores y fiscales de sangre, el Obispo y unos 23 sacerdotes fueron fusilados o lanceados durante la guerra: el clero parece haber hecho una resistencia tanto más peligrosa cuando que se apoyaba en el peso de la religión.
36. Ibídem, p. 31.
37. Doratioto, op, cit., 2002, p. 445.
38. Cerro Corá, Relato del Cnel. Silvestre Aveiro sobre las deserciones del Cnel. Carmona y el Tte. Villamayor, en Junta Patriótica, El Mcal. López, Asunción, s.l., 1926, p. 167; Doratioto, op. cit., 2002, p. 449; y Resquín, op. cit., 1875, pp. 165-166.
39. Señalan además que «en ningún tiempo serviremos de instrumento al enemigo de nuestra nacionalidad». Carta de los coroneles J.B. Delvalle y Grabiel Sosa, y del Sgto. Mayor J. Romero al Meal. López, del 25-02-1870, citado en Punta Patriótica, El Mcal. López, Asunción, s.l., 1926, pp. 175-176. No existen muchos documentos semejantes: la mayoría de los desertores se dirigían al campo enemigo, y no sentían necesidad de justificarse por escrito.


LA RESISTENCIA REALMENTE EXISTENTE


Excepcional y pre-política, instintiva y amedrentada. Resistencia hecha de fugas silenciosas, rumores clandestinos, estallidos de piedad colectiva, conciliábulos palaciegos. Más propia de clases ilustradas que plebeyas, expresada con mayor espontaneidad en lenguaje femenino, en una nación que estaba convirtiéndose cada vez más en el «país de las mujeres».
El carácter primitivo de estas expresiones, incluso en la clase dueña del poder económico y las influencias sociales, tornaba impensable la resistencia popular. Un prisionero resumió la actitud respecto a López y a la extensión de la guerra de exterminio: «En el principio de la guerra había dedicación de entre algunos, y que otros repelían, mas no tenían coraje para declarar su opinión contra López, porque hasta en el Congreso no se podía hablar contra él sin peligro de muerte, y por eso es dificil decir si alguna dedicación había a favor de él». (40)
La que realmente existió, fue inútil. Como incapaces de dar otra salida a la guerra resultaron también las formas políticas de oposición en los países aliados, desde las críticas parlamentarias y la periodística, hasta las deserciones en masa y las sublevaciones provinciales. Y más que inútil, contraproducente, considerando la desmesurada represión que provocaban en el Paraguay sus manifestaciones. Una resistencia pre política fue respondida con arbitrario despotismo: en sus memorias, un jefe militar recordaba que, a fines de la guerra, los paraguayos temían más a su presidente que a los propios enemigos.
Una bella frase del cadete Cerqueira describe la actitud de los sobrevivientes: «Cuando la noticia de ese gran acontecimiento [la muerte del Mariscal] fue conocida en el campamento de Rosario, vi rodar, en medio de himnos de alegría, algunas lágrimas silenciosas en las adustas mejillas de los prisioneros de guerra. En mi opinión ellas eran verdaderas, porque almas de valientes no pueden mentir». (41) La Guerra Grande y la figura del Mcal. López siguen siendo objeto de polémica, como ya lo eran durante y después de la debacle. Y en ese corte de aguas navega hasta hoy la memoria colectiva del Paraguay.

40. Declaración de Isidro Ayala, 08-09-1869, en Junta Patriótica, El Mcal. López, Asunción, s.l., 1926, pp. 237-238.
41. Dionisio Cerqueira (Gral.) (1910), Reminiscencias da Campanha do Paraguay 1865-1870, Tours: Imprimerie E. Arrault, 1910, p. 350.



Fuente:
"NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCIÓN"
DEPARTAMENTO DE CIENCIAS SOCIALES
CENTRO DE ESTUDIOS ANTROPOLÓGICOS
VOLS. XXVI Y XXVII, N°S. 1 Y 2
ASUNCIÓN DEL PARAGUAY
2008-2009 (242 páginas)