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jueves, 17 de junio de 2010

HUGO MENDOZA - LA GUERRA CONTRA LA TRIPLE ALIANZA 1864 -1870 / Texto: LA LEGIÓN PARAGUAYA / LA SITUACIÓN SANITARIA, LAS CONSECUENCIAS DE LA GUERRA

LA GUERRA CONTRA LA TRIPLE ALIANZA
1864 -1870 - 2° PARTE
Autor: HUGO MENDOZA
COLECCIÓN
LA GRAN HISTORIA DEL PARAGUAY, 7
© Editorial El Lector
Director Editorial: Pablo León Burián
Coordinador Editorial: Bernardo Neri Farina
Director de la Colección: Herib Caballero Campos
Diseño de portada: Celeste Prieto
Diseño Gráfico: César Peralta G.
Corrección: Nidia Campos
Portada: Rumbo a Cerro Corá,
Mural de ROBERTO HOLDEN JARA,
Museo e Instituto de Historia Militar de Asunción.
Fotografías del Museo e Instituto
de Historia Militar de Asunción.
Hecho el depósito que marca la Ley 1328/98
I.S.B.N. 978-99953-1-079-0
El Lector 1: 25 de Mayo y Antequera. Tel. 491 966
El Lector II: San Martín c/ Austria.
Tel. 610 639 - 614 258/9
www.ellector.com.py
Esta edición consta de 15 mil ejemplares
Asunción –Paraguay 2010


CONTENIDO
PRÓLOGO / INTRODUCCIÓN

LA LEGIÓN PARAGUAYA / LA SITUACIÓN SANITARIA
LA ECONOMÍA DE GUERRA: El Arsenal / El Astillero / La Fundición de Hierro
LA CAMPAÑA DE PIKYSYRY: El rodeo Aliado por el Chaco / Ytororó / Avay / Itá Ybaté / Lomas Valentinas / Los procesos de San Fernando
LA CAMPAÑA DE LAS CORDILLERAS: Organización del 4°-Ejército Paraguayo / Reanudación de la ofensiva de los Aliados / Batalla de Piribebuy / Batalla de Acosta Ñú / El abandono del Combate Lineal / El Proceso de 1869 / El nuevo frente de operaciones / El Sector del Amambay / El último campamento / Cerro Corá
LA GUERRA EN LA PRENSA MUNDIAL: Un país, dos gobiernos
LAS CONSECUENCIAS DE LA GUERRA: Consecuencias demográficas / Consecuencias económicas / Consecuencias políticas
EL AUTOR / FUENTES CONSULTADAS

PRÓLOGO
En esta segunda parte de la Guerra contra la Triple Alianza 1864-1870, escrita por el historiador HUGO MENDOZA se analizan los principales acontecimientos vinculados con las CAMPAÑAS DE PIKYSYRY y LAS CORDILLERAS.
Además de los eventos propiamente militares, el libro se refiere a cuestiones que hacen al funcionamiento de tres establecimientos modernos claves para la campaña militar, el Astillero, el Arsenal y la Fundición de Hierro de Ybycuí. A través de las actividades de los mismos podemos observar que incluso a mediados de la Guerra, el gobierno paraguayo era optimista en cuanto al desenlace del conflicto.
Mendoza vierte su experiencia como historiador y como hombre de armas para explicar los hechos más resaltantes de cada batalla haciendo mención al valor de los soldados y oficiales que enfrentaron más de una adversidad por la defensa de una idea más que sublime, la de la Patria.
Este volumen VII de la Gran Historia del Paraguay, nos transporta a las líneas de Pikysyry, nos presenta como los restos del ejército paraguayo se trasladaron tras la cruel derrota de Lomas Valentinas hasta Cerro León para organizar un cuarto ejército paraguayo para enfrentar a un enemigo que para entonces ya tenía una ventaja táctica y estratégica indudable.
Es en esta etapa de la Guerra, en la cual se cometieron actos de supina crueldad por parte de las tropas aliadas, específicamente de las tropas brasileñas, con el respaldo y la orden del Conde de Eu, yerno del emperador Pedro II.
Tras los desastres de Piribebuy y Acosta ñu, la guerra sostiene Mendoza es sólo la cacería a un hombre, cacería que se extiende por más de seis meses, y durante la cual murieron varios miles de civiles que huían despavoridos de las hordas brasileñas que les recordaban a aquellas bandearas que asolaron varios pueblos paraguayos durante el siglo XVII.
El autor no deja de tener en cuenta las consecuencias del conflicto, tanto en lo demográfico, en lo económico y en lo político, así como de presentar todo un capítulo sobre la prensa mundial y la Guerra de la Triple Alianza.
La obra de Hugo Mendoza, es una demostración de capacidad de síntesis que permitirá a los lectores conocer los aspectos más importantes de la etapa final de la guerra y además valorar
en su justa medida las decisiones adoptadas por los protagonistas de la hecatombe del pueblo paraguayo.
HERIB CABALLERO CAMPOS

INTRODUCCIÓN
La historia no se repite, las realidades del pasado no son idénticas a las presentes, es, típicamente, la narración de acciones pasadas dispuestas de tal manera que vemos no solo lo que sucedió, sino por qué sucedió.
La historia por tanto busca hacer familiar lo que es extraño y de acercar lo que nos es lejano desde el punto de vista lingüístico o cultural. La comprensión se presenta como una tarea de reformulación y reconstrucción creativa.
La hermenéutica es la teoría de la interpretación, su tarea consiste en traducir e interpretar palabras y símbolos de culturas y épocas ajenas o lejanas a nuestro propio mundo, la palabra no puede ser tomada como literalidad sino que hay que traducirla e interpretarla en su contexto.
Por tanto, si se desea obtener una lectura más acertada de los hechos habrá que tener en cuenta al menos dos discusiones: el contexto en que se han producido, es decir, la totalidad que los comprende y su historicidad.
Esta teoría de la comprensión tropieza con dos problemas fundamentales: la distancia entre el intérprete y el interpretado y la diferencia de sus lenguajes que provoca dicha distancia.
La tergiversación de la guerra contra la Triple Alianza ha llevado tanto a debates que solo tienen por objetivo sostener ciertas posturas maniqueas de los buenos contra los malos, las llamadas historias oficiales, los lenguajes justificatorios contra los descalificadores, más que la búsqueda de la verdad que siempre se ha mantenido oculta en segundo plano.
En referencia a nuestros adversarios sus modelos políticos antiguos eran diferentes el Brasil era un Estado imperial monárquico donde las elites o la nobleza de Rio de Janeiro, San Pablo y Rio Grande do Sul compartían una fidelidad común al jefe del Estado pero propugnaban intereses diferentes, no existiendo un concepto de nacionalidad en los estratos más bajos sino más bien de súbditos y esclavos.
La Confederación Argentina era un amasijo de pueblos profundamente divididos entre unitarios y federales donde las élites unitarias del Buenos Aires o porteñas, que en el momento de la guerra detentaban el poder, despreciaban a sus propios conciudadanos considerándolos ineptos para ayudar a construir un "sistema civilizado" y creían firmemente que la colonización europea era la solución a todos sus males.
En cuanto a los orientales cisplatinos, que de ninguna manera se asemejan a los que se negaron cobrar la deuda y nos devolvieron los trofeos de la guerra, no eran más que los convidados de piedra ya que el régimen colorado había llegado al poder gracias a la ayuda decisiva de porteños e imperiales y el contingente simbólico enviado a las operaciones militares era una mezcla de trágicos jenízaros y malhechores.
Las élites imperiales querían preservar sus privilegios y las élites porteñas querían ampliar esos privilegios, pero su ideología común era la liberal y su medio de comunicación eran los rituales masónicos
Las mentalidades de la época, dominadas por estas ideas liberales y sus estrechos vínculos con la masonería, que eran el sustento del sistema dominante representado en la región por el imperialismo inglés, se consideraban portadores de la civilización que no era otra cosa que la reafirmación del eurocentrismo, incluso en su expresión más extrema, el darwinismo social, y apuntaba a una segunda transculturación, frente a la barbarie que estigmatizaba y denigraba a los pueblos autóctonos que se habían independizado del dominio de España.
En el presente trabajo lo que buscamos es recrear los acontecimientos lo más fielmente posible e interpretarlos de una manera más cercana a la verdad, aunque sabemos que nunca llegaremos a ella plenamente.
Agradezco sinceramente a los editores y auspiciantes de esta publicación la confianza depositada en mi modesta persona, así como a la invalorable colaboración del joven universitario Juan Castillo.
La lectura e interpretación de los hechos es de exclusiva responsabilidad del autor, así como los errores u omisiones que se pudieron haber cometidos.

LA LEGIÓN PARAGUAYA
La oposición al régimen de los López sólo podía llevarse a cabo desde el exterior del país, sus detractores, instalados en Buenos Aires, tuvieron pocos simpatizantes hasta que la prensa argentina se hizo eco de sus intenciones, EL ORDEN, de LUIS L. DOMÍNGUEZ, inició el 3 de junio de 1857 una campaña contra los gobernantes del Paraguay que pronto fue acompañada por EL NACIONAL de DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO y LOS DEBATES de BARTOLOMÉ MITRE. El primer paraguayo que bajó a la arena periodística para secundar a los escritores porteños fue LUCIANO RECALDE, otros emigrados como FERNANDO ITURBURU, SERAPIO MACHAÍN, también hicieron escuchar su voz; pero quien tomó a su cargo la tarea principal fue MANUEL PEDRO DE LA PEÑA, EL CIUDADANO PARAGUAYO que escribió casi día de por medio cartas en las que criticaba duramente al régimen paraguayo.
El publicista chileno FRANCISCO BILBAO (1823 - 1865), un intelectual que cumplió un papel destacado para dar forma a las ideas sustentadas por los expatriados. Se trataba de un personaje ampliamente relacionado con la sociedad argentina, hasta el punto de haber contraído matrimonio con la hija del general Tomás Guido. Militó en varias organizaciones liberales, y participó en la formación de entidades que propugnaban dicha doctrina. Escribió libros y folletos de gran difusión en la época.
Pensaba que en el Paraguay: "La educación de servilismo y obediencia ciega dada por los jesuitas, encontró su representante explotador en la voluntad de Francia el dictador, y más
tarde ha sido convertida en institución por López el dictador presente".
Proponía las siguientes medidas contra el gobierno de López:
- Aislarlo por la reprobación universal "como una fiera en su jaula".
- Por medio de publicaciones estigmatizar todos los actos del régimen.
- A través de asociaciones de exiliados, organizar la "regeneración" del Paraguay con el apoyo de gobiernos extranjeros.
- Promover la guerra contra el Paraguay. "Es justa porque es atacar el poder bárbaro de un hombre que imposibilita la regeneración de un pueblo. Es útil, porque ese país libertado enriquecería a sus vecinos con la multiplicación de sus productos y la libertad de sus ríos"
En la Revista del NUEVO MUNDO, había predicado la guerra al Paraguay y posteriormente en LA PRENSA, cuya dirección había asumido, afirmaba que López era "un monstruo que es necesario ir a buscar con las armas en las manos". Es llamativa la manera apasionada con que Bilbao abrazó la causa de los expatriados paraguayos, hasta el punto de firmar, como un paraguayo más, los documentos fundamentales que estos dieron a conocer, incluyendo la conocida Proclama de los Paraguayos Liberales, de la cual fue redactor.
El 17 de noviembre de 1857 MANUEL PEDRO DE LA PEÑA, LUCIANO RECALDE, CARLOS LOIZAGA, SERAPIO y GREGORIO MACHAÍN acordaron iniciar un movimiento dirigido a terminar con el sistema de gobierno vigente en el Paraguay, poniendo su firma en un acta que expresaba: "Hallándonos desterrados, proscriptos, perseguidos en nuestros bienes, en nuestras familias, contemplando desde riberas extrañas el despotismo más feroz que se enseñorea sobre el honor, sobre la propiedad, sobre la libertad y el porvenir de nuestro pueblo, en nombre de Dios, padre de toda luz y toda justicia, hacemos el juramento de no separarnos hasta vencer o morir por la más noble y santa de las causas".
En junio lanzaron un manifiesto, fechado el día de Corpus Christi de 1858, con encabezamiento de "clamor de los corazones filantrópicos", expresaba el pensamiento de los "ciudadanos del Paraguay, desterrados, proscriptos, perseguidos" en sus "bienes" y en sus "familias", que contemplaban "desde riberas extrañas la más cruda tiranía" que se enseñoreaba "sobre la propiedad, la libertad y el porvenir de nuestro rico país". Suscribían el manifiesto, los siguientes "ciudadanos del Paraguay" : Carlos Loizaga, Manuel Pedro de la Peña, Luciano Recalde, Serapio Machaín, Fernando Iturburu, José Toribio Iturburu, Ramón González, Segundo Machaín, Angel Decoud, Pío León, José León, Eusebio Machaín, Evaristo Machaín, Alejo Guanes, Carlos Luís Loizaga, Juan Gómez y Ozcaris, Esteban Machaín, Pío Otoniel Peña, Miguel Guanes, Carmela Loizaga, Jacoba Ozcaris.
No hay duda de que los emigrados, desde un principio formaron virtualmente un "partido revolucionario en el Río de la Plata contra el régimen de los López", como lo prueba el aludido manifiesto del "día de Corpus Christi", el cual "llegó a constituirse oficialmente antes de la guerra".
Los mismos paraguayos que firmaron dicho manifiesto, fundaron el 2 de agosto 1858, la "SOCIEDAD LIBERTADORA DE LA REPÚBLICA DEL PARAGUAY", entidad de carácter político - revolucionario, como su nombre lo indicaba, y destinada a combatir y cambiar el estado de cosas en la patria. La mayoría de sus fundadores figurarían, seis años después, en la "ASOCIACIÓN PARAGUAYA", formada con propósitos análogos, una vez iniciada la guerra contra el Paraguay, si bien las circunstancias y procedimientos esta vez fueron diferentes.
Los diarios porteños, en su mayoría apoyaron los propósitos revolucionarios públicamente anunciados por los emigrados diciendo entre otras cosas: "El Paraguay necesita regenerarse, y esa regeneración creemos que no podrá obtenerse de otro modo que a cañonazos. Los paraguayos necesitan rehabilitarse de dignidad ante el mundo civilizado; pero esa rehabilitación forzoso es que la compren con sangre". Los expatriados, a su vez, fundaron periódicos, como EL GRITO PARAGUAYO y EL CLAMOR DE LOS LIBRES, con los cuales prosiguieron su campaña contra el gobierno paraguayo.
El 18 de diciembre de 1864, resolvieron nuevamente constituir una organización "creyendo ser llegado el momento de dar uniformidad a sus trabajos tendientes a la regeneración de nuestra patria". Este documento, que se firmó el 19, puede considerarse como el acta de fundación de la que, desde el 21 del mismo mes, se denominó "ASOCIACIÓN PARAGUAYA", a propuesta de Carlos Loizaga.
Lo suscribieron el mismo día las siguientes personas: Carlos Loizaga, Gregorio Machaín, Luciano Recalde, Fernando Iturburu, José T. Iturburu, Fernando L. Iturburu, Segundo Decoud y Jaime Sosa. Posteriormente, con más o menos tiempo, lo fueron haciendo José Díaz de Bedoya, Pedro Nolasco Decoud, Daniel Loizaga, Daniel de Iturburu, Benigno Ferreira, Serapio Machaín, Salvador Jovellanos, José Machaín, Pío Otoniel Peña, Eusebio Machaín, Ramón González, Andrés Somellera, Miguel Guanes y Federico Guillermo Báez.
Con motivo del CONGRESO EXTRAORDINARIO, convocado por FRANCISCO SOLANO LÓPEZ el 25 de febrero de 1865, para examinar la situación internacional, los emigrados en Buenos Aires publicaron una declaración en la cual desconocían de antemano las resoluciones que podría adoptar el Congreso. Al mismo tiempo enviaron emisarios ante el gobierno imperial del Brasil para pedir ser admitidos en filas del ejército imperial, y el publicista Manuel Pedro de la Peña después de largos años de silencio, reanudó su campaña contra el gobierno paraguayo.
A raíz de la invasión paraguaya a Corrientes, el 8 de abril de 1865, la ASOCIACIÓN PARAGUAYA se reunió en Asamblea el 21 resolvió pedir a BARTOLOMÉ MITRE autorización para formar "LA LEGIÓN PARAGUAYA".
El gobierno porteño aceptó gustoso este ofrecimiento y no es coincidencia que el artículo 70- del Tratado secreto de la Triple Alianza, firmado el lº de mayo de 1865, instituya: "No siendo la guerra contra el pueblo del Paraguay, sino contra su Gobierno, los aliados podrán admitir una legión paraguaya de todos los ciudadanos de esta nación que quieran concurrir a vencer a dicho gobierno y la abastecerán con todos los elementos que necesite, en la forma y las condiciones que se establezcan".
El jefe de la "legión" fue el coronel FERNANDO ITURBURU que se proponía para luchar contra su patria, pero no tuvo el eco, ni la gravitación esperada, su función para los aliados fue netamente propagandística o para trabajos de espionaje. En plena época de las grandes acciones no sabían qué hacer con ella y consideraron más prudente esperar. La guerra, que llevaba va varios años de duración, no daba señales de terminar y su consecuencia inevitable sería la destrucción del Paraguay.
Diversos dirigentes políticos, al terminar la guerra, habían lo formado parte de la Asociación y Legión paraguaya, llegando a ocupar puestos en el segundo triunvirato, en la primera magistratura y en la formación de los partidos políticos tradicionales.

LA SITUACIÓN SANITARIA
El servicio de sanidad y la contratación de médicos extranjeros se hizo con exclusividad para el ejército pero con el tiempo se extendió a toda la población. Con la multiplicación de campamentos, y la acumulación de núcleos humanos en ellos, de 1860 en adelante, el número de médicos disponibles resultó insuficiente para la organización de un servicio eficaz.
En Asunción el HOSPITAL DE CARIDAD funcionaba en Trinidad desde fines de 1863 donde sirvieron el Subteniente honorario RUFINO TORRES, a fines de ese año, y los practicantes de cirugía DOLORES SEGOVIA y DOMINGO ROA en 1864. En noviembre de 1862 el primer hospital de mujeres había sido inaugurado en Asunción. Allí sirvieron durante la guerra el teniente de cirugía WENCESLAO VELILLA en mayo del 65 y el practicante de cirugía DOLORES SOSA a fines del 65 y comienzos del 66.
En el transcurso de la guerra los hospitales que recibían atención más estricta lógicamente aquellos situados en las proximidades de lo que un poco más tarde sería el frente de batalla -Humaitá y Paso Pucú- y también los hospitales de Asunción y de Cerro León, que absorbían cada vez más el tiempo de los jefes de Sanidad, a medida que los contingentes llamados a entrenamiento militar aumentaban, y los diferentes campamentos albergaban mayor número de reclutas.
En el Hospital Militar de Asunción, a fines de 1864, se estaban construyendo nuevas y espaciosas salas a fin de desempeñar con más comodidad los servicios que brindaba ese establecimiento, y las nuevas instalaciones se inauguraron en 1866 en plena guerra. Se construyó también un gran estanque o piscina para el baño de los reclutas, que estuvo en uso hasta los últimos meses de guerra. La construcción esta piscina parece haber sido puesta bajo la dirección del técnico inglés ALONZO TAYLOR, quien también planeó y dirigió la instalación de baños fríos y calientes en el mismo hospital.
Sin embargo, como tal FACULTAD DE MEDICINA Y CIRUGÍA, aunque no tuviese esa denominación, debemos considerar las clases desarrolladas en el hospital, por los médicos ingleses en especial por el doctor WILLIAN STEWART y continuadas durante los años trágicos, como "ESCUELA DE MEDICINA". Gracias al plan trazado años antes y que había venido recibiendo sistemáticamente refuerzo se disponía ya a estas alturas de un grupo bastante numeroso de jóvenes "médicos de segunda y tercera clase".
Los practicantes paraguayos eran cada año más numerosos; pero su auxilio pasado cierto nivel profesional, no podía ya suplir la escasez de médicos. Se contrató a nuevos doctores, con los servicios de estos cuatro médicos competentes y la colaboración del creciente grupo
de practicantes, añadidos a los médicos de segunda y tercera clase, la organización sanitaria. Iniciada con plena conciencia de la circunstancia en el período precedente extendió ahora su área.
El número de médicos de tercera clase formados en los años precedentes (ciento ochenta) mostró no estar a la altura de las circunstancias; motivo por el cual a partir de marzo de
1866 nuevos contingentes de practicantes iniciaron su aprendizaje en la cirugía en los hospitales, dirigidos como es lógico por los médicos ingleses.
En octubre de 1866 el HOSPITAL MILITAR DE ASUNCIÓN daba albergue a 1.500 enfermos y heridos. Solo se contaba con dos médicos, ayudados por unos cuantos practicantes. Las medicinas eran pocas o no existían; las provisiones de ellas que se habían mantenido u otras donadas por los residentes extranjeros (como el químico DOMINGO PARODI, quien donó todas las existencias de su farmacia) se habían consumido totalmente dado lo extraordinario de la emergencia.
A FEDERICO MASTERMAN le fue asignada la tarea de asentar la farmacopea del país sobre base científicas. Se entrego a ella con gran entusiasmo y sentido de la responsabilidad y se dedicó a la organización de los servicios farmacéuticos en los hospitales de los campamentos y especialmente del HOSPITAL DE ASUNCIÓN.
Hospitales adecuados siguieron siendo instalados en los campamentos y guarniciones: todos ellos fueron provistos del correspondiente cuerpo médico y confiados a la responsabilidad de los jóvenes graduados más distinguidos en sus estudios. Ello exigía un continuo desplazamiento por parte de los jefes del servicio, que giraban visitas periódicas y vigilaban funcionamiento y tenida de esos hospitales.
Se instaló un gran hospital entre Paso Pucú y Humaitá, donde llego a haber hasta más de dos mil enfermos; cerca del cuartel general, había hospital, para oficiales, instalados en doce casas de pajas bien hechos. En el hospital de Paso Pucú atendían los doctores STEWART, BARTON, FREDERICK SKINNER y los médicos paraguayos CIRILO SOLALINDE y ORTELLADO todos ellos especialmente Solalinde atendieron al mariscal cuando enfermo de cólera; el hospital se lleno de enfermos cuando la epidemia de ese mal en mayo de 1867.
En esa época la sanidad del ejército disponía de una enfermería en cada división para atender a indispuestos y aquejados de enfermedades de corta duración. También funcionó un hospital Méndez, a legua y media al sur de Humaitá, durante la campaña del cuadrilátero y a donde fueron llevados heridos recogidos después de la batalla de Curupaity, y lo dirigía como cirujano en jefe el Dr. Skinner, también ese hospital se llenó de enfermos cuando la peste de cólera.
Después de una batalla, SKINNER y STEWART se encargaban de los heridos: los ayudaba un grupo de practicantes paraguayos; pero tenían que atender personalmente los casos más importantes. Por ejemplo, el famoso general JOSÉ EDUVIGIS DÍAZ fue operado en su lecho del campamento por el Dr. Skinner. La guerra no interrumpió ciertamente el adiestramiento de los practicantes médicos; pues la práctica de la profesión, como se comprende, ofrecía más amplias oportunidades, especialmente en el campo de la cirugía.
Estas concentraciones de individuos en condiciones insólitas, y sujetos a cambios sensibles en la rutina diaria y la dieta habitual, fue campo propicio, primero, al recrudecimiento de viejas endemias, y luego a la reaparición de epidemias que durante siglos habían sido azote periódicamente virulento en la región: disentería, tifus y hasta la misma viruela; aunque ésta fue tenida a raya por las medidas precauciónales previamente tomadas y a las cuales ya se hizo referencia.
En este mismo mes de marzo, cuando una epidemia de viruela en el campamento enemigo amenazó extenderse al ejército paraguayo se dispuso que el Dr. FOX preparase vacuna en grandes cantidades con material obtenido de vacas pertenecientes a las estancias del Estado en Potrero Occidental, Ybyray (Trinidad) y Surubí'y (Limpio). Debían ayudarle en la tarea los practicantes del Hospital de Asunción. Gracias a estas precauciones la mencionada epidemia no se extendió. Otras en cambio fueron verdaderas catástrofes.
En mayo de 1867 el cólera se transmitió del campo enemigo al paraguayo. Se le dio el nombre popular de cha'í, al terminar este año el cuerpo médico se vio reducido prácticamente a STEWART y SKINNER. Aun teniendo en cuenta el hecho triste de que para esa fecha el ejército paraguayo se había reducido a la cuarta parte de sus efectivos del comienzo, la tarea que estos dos doctores enfrentaba debió ser abrumadora. Durante dos años se vieron a menudo obligados a trabajar las veinticuatro horas del día en condiciones que difícilmente podían haber sido peores, sin otros remedios a su disposición que los de la farmacopea popular, sin una venda siquiera para los heridos.
Al visitar el frente, GOULD dejo algunas medicinas para el uso exclusivo de los ingleses en el Cuartel General.
Aparte de las enfermedades epidémicas y endémicas, las indisposiciones más frecuentes eran: pleuresía, gangrena y ulceras. El Dr. Stewart aseguró que la causa principal de defunción en los campamentos paraguayos fue el cambo de dieta al recluta consistente casi exclusivamente de carne. Esta dieta inadecuada, pero inevitable, fue un factor, que según este médico inglés, debilitó las defensas contra las enfermedades.
Se puede agregar como causa de las bajas las condiciones de vida muy deficientes por el esfuerzo permanente, alimentación y vestuario insuficientes, condiciones higiénicas y sanitarias muy precarias. La "ración de hierro" consistía en porciones de so’oku’í (carne cocida al agua y luego machacada en mortero), cecina (carne en tiras secada al sol), granos de coco y maíz tostado, harina de maíz y maní, etc.
En la retaguardia durante la segunda mitad del 65 el campamento Cerro León fue destinado a campo de reposo donde iban a convalecer heridos y enfermos de las campañas del sur por vía fluvial. Debemos sin duda atribuir a la iniciativa de Stewart, como jefe de Sanidad del Ejército, el plan para proveer al campamento de Cerro León de abundante provisión de agua. Con este objeto el Ingeniero PERCY BURRELL recibió en abril de 1864 orden de planificar y construir un acueducto que partiendo de Pirayú llegase al campamento. En el HOSPITAL POTRERO o MILITAR los doctores GEORGE BARTON, STEWART, JOHN FOX, JAMES RHYND y varios practicantes paraguayos de medicina que allí hacían su aprendizaje y practica.
En CONCEPCIÓN fue creado un hospital; en el que en 1863 servían los cirujanos CIRILO SOLALINDE y WENCESLAO VELILLA y desde allí se atendía el campamento de BELLA VISTA.
También se instalaron los hospitales de sangre del ESTANCO y SAN FERNANDO, este último en la estación central del ferrocarril, cuando la detención de los doctores FOX y RHYND; quedaron a cargo del practicante teniente ORTELLADO se habilito también la espaciosa casa de Venancio López como hospital de sangre.
En líneas generales las tropas no sufrieron hambre sino en dos periodos: durante la retirada de la zona de Humaitá a la línea del PIKYSYRY de abril a noviembre de 1868 y desde setiembre de 1869 hasta el final de marzo de 1870.
Otro problema fue el de la aptitud de la población masculina para la incorporación al ejercito se volvía agudo, el padrón hecho en junio de 1865 en 35 partidos y villas, indicaba un total de 24.409 hombres, de estos militares y urbanos útiles 18.345 (75 %) y el 25 % declarados inútiles, incluyendo hombres mayores de 60 años., con referencia a los años 1867 y 1868, la lista de reclutas disponibles de 12 a 16 años de edad revelaba que la mitad de los nominales se indicaba como inepta, citándose como causas: perleticos, llagas, mal de orina, flemas, dementes, opilados, asmáticos, impedidos, tartamudos, sordos, reumáticos. Estas listas confirman dos importantes factores; numéricamente los viejos de más de 60 años casi se equiparan a los jóvenes de 12 a 16 años: empero los viejos, exceptuando defectos físicos comunes, sufrían menos enfermedades endémicas o las sobrepasaban que los jóvenes, cuyo estado enfermizo era resaltante, confirmándose la queja del Dr. Francia sobre la ineptitud física de los jóvenes de la campaña para el servicio militar y la preocupación de Carlos Antonio López por contratar médicos extranjeros para el ejercito recién en formación.
Para la campaña del Pikysysry se instalaron hospitales de sangre en casas particulares de Villeta. Después de las batallas de Ytororo, Avay e Ita Ybate los heridos y enfermos fueron llevados también a Cerro León que funcionaba como hospital general del ejército y después a Piribebuy y Caacupé donde instalaron nuevos hospitales. Caacupé se transformo en hospital de sangre habilitándose las casas particulares de los habitantes; así el pueblo se mudo al hospital general del ejército cuando después de esta campaña se instaló en Cerro León el cuartel general del ejército.
El HOSPITAL DE PIRIBEBUY hasta su incendio estuvo a cargo de los cirujanos capitanes WENCESLAO VELILLA y ESTEBAN GOROSTIAGA. Después de la toma de Piribebuy fue incendiado por los imperiales el hospital de su localidad.
El HOSPITAL DE YBICUÍ así como la fundición fueron destruidos por la expedición del destacamento uruguayo al mando del coronel HIPÓLITO CORONADO. Hay solamente una referencia a un hospital posterior el de Sanjahu, cerca de Panadero donde el mariscal asentara su campamento en los primeros días de diciembre de 1869.
La ayuda prestada por estos médicos paraguayos contribuyó a lograr un más alto nivel de servicio y atención en los hospitales. Algunos de los jóvenes practicantes que sobrevivieron al conflicto continuaron su práctica médica y llegaron a alcanzar reputación profesional en la sociedad de posguerra en Asunción. Por ejemplo Cirilo Solalinde, Cándido Téllez, Wenceslao Velilla, Lino D. Valdés, Lázaro Quevedo y Juan Gaona.

LAS CONSECUENCIAS DE LA GUERRA
CONSECUENCIAS DEMOGRÁFICAS
El debate sobre los estragos causados por la guerra en la población paraguaya sigue siendo de gran interés para analistas, historiadores militares y demógrafos. Debemos advertir al lector que las cifras antiguas dependían de bando a que pertenecían las personas que hacían las interpretaciones, por lo que eran de dudosa fiabilidad.
Para Chiavenatto afirma que el número de pérdidas paraguayas es la cifra de 386.000 individuos de sexo masculino. Este llega a esa conclusión por la diferencia entre el total de 400.000 personas que él estimaba que formaban la población masculina del Paraguay en el momento de la guerra y el número de 14.000 que sobrevivirá al final de la misma. Es por ello que podemos retener el total de 85.000 pérdidas militares para el Paraguay tanto más porque su ejército enrolara 100.000 hombres, imputando el saldo de alrededor de 300.000 víctimas a niños de corta edad, enfermos, mutilados y personas de mucha edad que no participaron en la guerra.
En cuanto a la opinión de los especialistas las cifras de pérdidas humanas paraguayas varían entre el 18, 30 y 50 por ciento de la población. Se puede agregar a esto que en los años 1990 se desarrolló en Estados Unidos un debate académico entre la Profesora Vera Blinn Reber y el historiador Thomas L. Whigham, afirmando la primera que las pérdidas de la población paraguaya no podían haber sobrepasado el 18 por ciento y Whigham que creía que la matanza había llegado al 50 por ciento, pero el debate se estancó por falta de pruebas. Como consecuencia del descubrimiento de un censo perdido de 1870, por parte del autor de este libro en el archivo del Ministerio de Defensa Nacional, el citado historiador norteamericano se vio obligado a replantear su cifras.
Comparando los censos de 1799, 1847 y 1870 llega a establecer las siguientes cifras; en 1864 la población del Paraguay estaba entre 388.511 y 456.979 habitantes y para 1870 sobrevivieron entre 141.301 y 166.351 ciudadanos de la primera República, lo que nos da la pauta que desapareció entre el 60 y 69 por ciento de nuestros antiguos compatriotas. En cuanto a la población masculina solo sobrevivieron en su mayoría niños, ancianos e inválidos de la guerra, considerándose entre los casos más patéticos conocidos el de Luque donde había 20 mujeres por cada varón y el de Ybytymi donde el solo varón era el jefe político de la localidad.
Las centenares de miles de vidas de los paraguayos era lo más valioso que se destruyó a lo largo y ancho de nuestro territorio en los años de la guerra, técnicos con conocimientos industriales avanzados, ciudadanos honestos, trabajadores y valientes soldados que ya nunca pudimos recuperar.
Solo la mujer paraguaya, sostén de sus hijos o padres ancianos, sobre cuyos hombros recayó la reconstrucción de la nación, empuñó la azada y el arado, reconstruyó las viviendas destrozadas por la guerra, asumió el deber de procrear y sufrió con estoicismo las más increíbles penurias.
No existen datos exactos respecto a las pérdidas humanas sufridas por LOS ALIADOS, se estima que estos perdieron 132.000 hombres y mujeres y tuvieron 62.000 heridos:
BRASIL: el más involucrado en la guerra; perdió 110.000 hombres y tuvo 55.000 heridos.
ARGENTINA: que prácticamente abandonó la guerra después de Curupayty tuvo 18.000 fallecidos y 6.000 heridos
URUGUAY: cuyo contingente era solo simbólico y nunca tuvo un peso decisivo en la guerra perdió 4.000 hombres y tuvo 1.500 heridos.
Los montos de las pérdidas admitidas por los aliados, siempre fueron sub evaluados, para tratar de esconderlos o distorsionarlos y de esta manera aplacar a la opinión pública rioplatense que en su mayor parte estaba en contra de esta matanza.

CONSECUENCIAS ECONÓMICAS
Además de ceder parte considerable de su territorio a la Argentina y al Brasil, el Paraguay quedó obligado a pagar a los vencedores unas indemnizaciones de guerra que de ninguna manera podía pagar un país tan destruido.
La economía en efecto estaba destrozada y resultaba muy dudosa la subsistencia de la República como una entidad geopolítica. La magnífica obra de industrialización acometida por los López fue totalmente arruinada, el ferrocarril fue destruido, tanto sus vías como el material rodante, la fundición de hierro de Ybycuí fue desmantelada y dinamitada. El astillero y el arsenal sufrieron la misma suerte. De la riqueza privada no quedó prácticamente nada.
Se perdieron definitivamente la experiencia y los conocimientos técnicos que fueron la base del esfuerzo y los progresos que se hicieron durante la guerra, no se debe olvidar que fue un conflicto de la era industrial donde se pudo fundir y taladrar por ejemplo el cañón rayado "CRIOLLO", nuestro astillero llegó a botar, reparar y mantener en funcionamiento modernos navíos a vapor, se instalaron líneas telegráficas y se puso en funcionamiento el ferrocarril e incluso se amplió su red ferroviaria durante la guerra.
La producción agrícola había bajado a niveles ínfimos, debido principalmente a falta de mano de obra, y la riqueza ganadera (pública y privada) había sido confiscada por los aliados.
En los años que suceden a la guerra la producción yerbatera brasileña había logrado consolidar su sistema, afianzarse en el mercado, salvar varios de sus problemas de comunicaciones y modificar una parte de su estructura tecnológica e industrial. En cuanto a la producción de yerba mate la pérdida gradual del mercado influyó también el traspaso de Mato Grosso al Brasil como resultado de la guerra de la Triple Alianza. Además, se incorporaron al área productiva brasileña los estados de Santa Catarina y Río Grande, estaban en condiciones de dominar casi sin sobresaltos los elementos básicos del comercio yerbatero. En el último tercio del siglo XIX Brasil ejerce un dominio muy claro del mercado. Buenos Aires llega a consumir cifras cercanas al 70 % de las exportaciones brasileñas. Con ello Paraguay perdió para siempre su condición de gran exportador.
Se perdieron también grandes extensiones de tierras, se tuvo que ceder al Brasil 63.325 km2 con grandes yerbales naturales, la Argentina se agrandó también 94.090 km2, la república quedó mutilada de territorios a los que tenia legítimamente derechos desde tiempos inmemoriales, por medio de la fuerza.
Los gobiernos de la posguerra ante esta catástrofe demográfica y económica se vieron obligados a vender las tierras públicas a fin de hacerse de recursos para la reconstrucción del país.
A fin de agravar el castigo infligido al Paraguay, los aliados no movieron un dedo para promover la recuperación económica del país durante sus siete años de ocupación de la nación vencida. Ni los porteños, ni los imperiales mostraron en algún momento algún sentido de responsabilidad por la reconstrucción económica de la nación conquistada.
Pese a que los aliados juraron que la guerra era para traer felicidad a los paraguayos oprimidos por el tirano esto nunca ocurrió.

CONSECUENCIAS POLÍTICAS
La Argentina y el Brasil se disputaban el predominio sobre el Cono Sur y llegaron a dividir sus esferas de influencia sobre este país después de la Guerra contra la Triple Alianza, para favorecer sus objetivos estratégicos, militares y económicos.
Probablemente solo el antagonismo entre los adversarios del Paraguay, la Argentina y el Imperio del Brasil, salvo al Paraguay de la anexión por uno de ellos, o por ambos.
El objetivo del Brasil consistía en reducir la influencia argentina y expandir su control estratégico sobre la Cuenca del Plata.
Mitre, Elizalde y Sarmiento ni siquiera intentaron entender el profundo recelo paraguayo por la marcha de la política porteña, solo veían en López la mayor amenaza en el Río de la Plata. Las provincias del litoral, en cambio, manifestaron, incluso por medio de las armas, su gran oposición a una alianza con el Imperio del Brasil y más tarde, maldecirán a los porteños agresores del Paraguay. La guerra del 70 es la derrota de ese país en la historia.
Dejaron pasar demasiadas oportunidades de unir a las re-públicas los países hispanohablantes y el golpe de gracia fue esta increíble y contradictoria colaboración con el tradicional enemigo portugués que echó por tierra los antiguos lazos virreinales irreparablemente.
En cuanto a la percepción de los actores se puede apreciar una triple alianza conformada por Pedro II, Mitre y Flores e institucionalizada por un tratado secreto, frente a otra posible triple alianza, que nunca se concreto, conformada por LÓPEZ - AGUIRRE - URQUIZA.
Se arguyeron como motivaciones o causas que Pedro II quería la guerra para satisfacer su ambición territorial, que Mitre quería la guerra para consolidarse en el poder mediante un peligro exterior e intentar reconstruir el antiguo Virreinato del Río de la Plata. En cuanto a Flores era un ente sin opinión, ni voluntad articulado a Mitre.
Y por otra parte que la supuesta alianza inconclusa, intentaba reeditar el ideal artiguista de formar un estado central conformado por Paraguay, Uruguay las provincias de Entre Ríos y Corrientes, lo que no era geopolíticamente descabellado, fundamentando el temor por parte de Argentina y Brasil de un Estado paraguayo con capacidad de alterar el equilibrio regional.
La alianza liberal luso-porteña actuó en una primera etapa en el campo diplomático entre la maraña de intereses, con dirigencia experimentada, diplomacia hábil y solapada. En cambio la diplomacia blanca busco en primer término su supervivencia en el poder a través de una alianza que nunca se concreto y el general López; impetuoso, inhábil para la simulación, orgulloso y arrogante en demasía, pero sin cuadro dirigente y sin diplomacia fracasó en este ámbito y se vio obligado a dirimir solo los problemas por medio de la fuerza.
La tan estigmatizada política del equilibrio de los estados del Río de la Plata en la que el Presidente paraguayo pedía que los estados soberanos fueran tratados como iguales en la comunidad de naciones y que buscaba el reconocimiento del principio que los países vecinos siempre permanecen ligados por lazos internacionales tenía su lógica.
La alianza entre Argentina y el Imperio infundió el temor que se daría lugar al cierre del acceso del Paraguay a los asuntos del Río de la Plata. López ya mucho tiempo antes de 1865 estaba convencido de que existía una alianza entre Buenos Aires y el Imperio cuyo objeto era el desmembramiento del Paraguay. Si el acuerdo de 1828 impedía que alguno de ellos, o ambos absorbieran al Uruguay, no existía este tipo de garantías tratándose del Paraguay. Entendiéndose así que era natural que desarrollara la tesis del equilibrio - supervivencia a la absorción.
La situación fue agravada por una extraordinaria falta de canales de comunicación entre las partes, no se consiguió poner límites al conflicto y la escalada final se desenvolvió en menos de un mes, agosto, pues en él se tomaron las más graves decisiones que comprometieron a los principales al punto de imposibilitarles poner marcha atrás.
En el empeño de la defensa de la soberanía e integridad territorial la nación paraguaya consumió sus mejores energías humanas y materiales. El mariscal Francisco Solano López, intento dar término a la guerra en YAYAITY CORÁ y LOMAS VALENTINAS. La paz no pudo concretarse porque los aliados pusieron por condición el cumplimiento del tratado secreto de la Triple Alianza. Este tratado establecía el despojo territorial y el desmantelamiento de la naciente industria paraguaya.
Después de todos estos hechos que hemos expuesto, consideramos que pretender echarle a Francisco Solano López toda la culpa de la guerra es una fantasía histórica propulsada por los países vencedores para tratar de ocultar su responsabilidad en este baño de sangre, motivado esencialmente por el erróneo temor a la emergencia de una tercera potencia en el Río de la Plata que pudiera poner en jaque a los dos tradicionales rivales y que afecta profundamente la memoria colectiva de la región.
Hasta que los aliados no admitan públicamente su responsabilidad en el genocidio contra el pueblo paraguayo y pidan disculpas, como lo han hecho alemanes y japoneses por las atrocidades cometidas por sus tropas en la segunda guerra mundial, el recuerdo de estos trágicos acontecimientos seguirá siendo un enorme obstáculo cultural para la consolidación del proceso de integración.

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ARTÍCULOS EN MEDIOS PERIODÍSTICOS SOBRE EL LIBRO:
1- El holocausto, de la campaña de Pikysyry hasta Cerro Corá, publicado en el diario ABC COLOR.
En su libro “La guerra contra la Triple Alianza 1864-1870 2ª parte”, que aparecerá con el ejemplar de ABC Color el próximo domingo, el historiador Hugo Mendoza enfoca la contienda desde el abandono de Humaitá y el inicio de la campaña de Pikysyry hasta el final de la guerra. En esta entrevista, Mendoza deja su enfoque sobre el trabajo que realizó para la Colección La Gran Historia del Paraguay, publicada por la Editorial El Lector.
–¿Por qué se produjo el abandono de Humaitá y el inicio de la campaña de Pikysyry?
–El abandono de la fortaleza de Humaitá se produjo como consecuencia de que los aliados habían conseguido aislarla de su comunicación por el norte con Asunción, lo que hacía que la fortaleza ya no pudiese ser sostenida.
–¿Cuál era la estrategia planteada por López en la campaña de Pikysyry?
–La potencia de fuego de nuestro ejército estaba seriamente reducida por limitaciones técnicas. Los fusiles eran a chispa, de ánima lisa y avancarga, de 80 metros de alcance eficaz, frente al ejército imperial equipado completamente con fusiles rayados tipo Enfield de 1856, con alcance eficaz de hasta 300 metros, y artillería rayada que causaba estragos en filas paraguayas. La movilidad estaba reducida por una caballada no apta para el combate ofensivo. Esto llevó al Mariscal a asignar un papel relevante a la artillería y a la fortificación. Por tanto, la estrategia era la misma que se había aplicado en Humaitá, la defensa estratégica a ultranza de López, lo que Clausewitz llama “guerra de usura”, es decir desgastar lo suficientemente al enemigo para poder negociar una paz honorable.
–¿Cómo evalúa usted la situación del ejército paraguayo en ese momento?
–Era crítica, debía volver a reconstruirse, reponer sus pérdidas humanas, de material bélico, reorganizarse en unidades operativas, y levantar una nueva posición defensiva que fuese lo suficientemente fuerte para repeler la embestida aliada. Todo esto, obstaculizado por el bloqueo aliado que sufría el país, lo que nos obligaba a producir entre otras cosas el armamento, la pólvora y las municiones para la defensa. El mariscal López logró de nuevo llevar a cabo esta hazaña tomando como base los hombres que lograron burlar el cerco aliado en Humaitá. Hay que recordar que perdimos todo un ejército en la campaña de Corrientes y Uruguayana y un segundo ejército fue diezmado en la campaña de Humaitá.
–¿Cuál es su opinión sobre la estrategia elaborada por el mariscal López?
–La estrategia de López, de acuerdo con la situación y sus posibilidades, era correcta, pero quizás debió combinarla mejor con la negociación diplomática, aunque no sabemos exactamente si eso era posible, ante la sistemática negativa de los imperiales. Lamentablemente no podemos especular más, porque la historia debe ocuparse solo de lo que pasó y no de lo que pudo haber ocurrido.
18 de Mayo de 2010
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2- Aspectos íntimos de la Guerra del 70, analizados en un libro, publicado en el diario ABC COLOR.
La tragedia del 70 tiene aún aspectos íntimos que no se han podido revelar, como por ejemplo por qué los brasileños no acabaron con el mariscal Francisco Solano López en las Lomas Valentinas y lo dejaron escapar para que continuara una guerra ya sin sentido.
Este y otros puntos son tratados puntillosamente por el historiador compatriota Hugo Mendoza en su libro “La Guerra de la Triple Alianza 1864 – 1870. 2ª parte”, que aparecerá el domingo con el ejemplar de ABC Color, en el marco de la Colección La Gran Historia del Paraguay, de la Editorial El Lector.
Mendoza, quien tiene varios estudios de posgrado en historia y es de formación militar, detalla en esta entrevista algunos tópicos que trata en su libro.
–Se tejen muchas anécdotas sobre por qué la guerra no concluyó en Lomas Valentinas, por el motivo que se lo dejó escapar al mariscal López con pocos hombres. ¿Qué hay de cierto al respecto?
–Las especulaciones sobre los motivos por los cuales se dejó escapar al mariscal López de Lomas Valentinas son abundantes y variadas, pero es algo que no se ha podido aún demostrar históricamente, porque faltan los documentos que expresen claramente estas motivaciones, quizás aún se encuentren ocultos en los archivos de Itamaraty.
–Luego se organizó un cuarto ejército. ¿Qué dificultades se tuvieron para organizar dicho ejército?
–Las dificultades fueron aún mayores que en Pikysyry. En esta campaña se habían perdido casi todos los hombres y el armamento existente. Y, lo más importante, se perdió el centro de gobierno y de administración de la República, que era la Capital, donde existían instalaciones fijas muy difíciles de mudar. Aún así, López volvió a levantar un ejército de 13.000 hombres para las operaciones de la Cordillera.
–¿Cuál fue el objetivo estratégico de la Campaña de la Cordillera?
–El objetivo era seguir resistiendo a los aliados concentrando la masa principal del ejército en Azcurra, con la esperanza de que interviniesen potencias extranjeras, como por ejemplo Estados Unidos, y consiguiesen detener la carnicería que se estaba llevando a cabo.
–¿Por qué fracasó?
–En el aspecto militar las fuerzas de López ya no tuvieron la suficiente capacidad de lanzar ataques decisivos en el dispositivo aliado. Sabemos que la defensa no lleva a la victoria sino que pretende desgastar al enemigo hasta que pierda la iniciativa. En otro aspecto, el político, que considero es el más importante, los aliados instituyeron un gobierno provisorio que indujo a todos los países que tenían representación diplomática ante el régimen de López a que reconociesen al gobierno títere de Asunción y transfiriesen sus embajadas a la Capital ocupada, lo que dejaba sin probabilidad alguna el recurso de la negociación por parte de López.
–En esta etapa se cometieron más abusos, ¿solo por la influencia del conde D’Eu o porque había otros intereses?
–El interés fundamental era aplastar definitivamente al Paraguay como potencia emergente en el Río de la Plata. Otro interés relacionado era exterminar a los paraguayos “bárbaros” y reemplazarlos por inmigrantes europeos “civilizados”, como ya lo habían hecho anteriormente Mitre y Sarmiento con sus propios compatriotas, los gauchos. Caxias no quiso hacerse cómplice de esta maquinación y renunció. La mano ejecutora o, dicho más correctamente, el verdugo de esa política fue el propio yerno del emperador Pedro II, el conde D’Eu, así como lo fueron los escuadrones de protección (SS) alemanes con los “infrahumanos” judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
20 de Mayo de 2010
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3. Gran Historia del Paraguay presenta hoy su 7º libro, publicado en el diario ABC COLOR.
Uno de los capítulos insertos en esta obra refiere a una de las batallas, la de Piribebuy, en las que se desató, en toda su magnitud, la crueldad de los aliados, especialmente las tropas imperiales del Brasil comandadas por el duque de Orleáns y conde D’Eu.
El comandante de las fuerzas aliadas, el conde D’Eu, francés de origen y yerno del emperador Pedro II del Brasil, decidió emprender la campaña de la Cordillera Occidental, aunque el periodo de frío y de lluvias del invierno austral habría de poner fuera de combate por muerte o enfermedad a 34.000 de sus hombres, de los cuales 29.000 imperiales.
Estimando que las líneas de Azcurra eran inexpugnables para un ataque frontal, D’Eu imaginó un plan que comprendía simultáneamente un simulacro de asalto contra Azcurra sobre el costado de la posición, un ataque sobre su izquierda proveniente del norte por Altos, Atyrá y Tobatí por parte de los porteños y orientales de Mitre y los imperiales de João Antonio Da Silva Guimaraes, Barón de Yaguarón en el centro, siendo el esfuerzo principal sostenido bajo su propia dirección por 20.000 imperiales.
El primer objetivo de tal ofensiva era apoderarse de la tercera capital de la República, Piribebuy.
Piribebuy estaba instalada en una cuenca espaciosa, bordeada al sur y al oeste por una cadena de colinas dispuestas en semicírculo. Su protección estaba asegurada por una profunda trinchera de 2.422 metros de extensión y por 2.000 hombres y 18 cañones a las órdenes del teniente coronel Pedro Pablo Caballero, reforzados en el momento del combate por 8.000 soldados que Solano López enviara para tomar posición fuera del cerco.
El ataque aliado se inició el 12 de agosto de 1869 a las 6 de la mañana con una violenta preparación de artillería que causó graves perjuicios en las trincheras paraguayas. Los paraguayos respondieron con sus 18 cañones que ayudaron luego a los infantes que combatían cuerpo a cuerpo a rechazar en tres oportunidades el asalto de los imperiales que avanzaban en tres columnas bajo la dirección de Osorio y de Mena Barreto.
Lanzando sobre el adversario todo tipo de proyectil y material arrojadizo, bolsas de piedras, trozos de vidrios o de madera que les habían proporcionado las mujeres, cuando las municiones comenzaban a faltar y con los cuales cargarán sus armas, los paraguayos terminaron por rendirse ante la superioridad numérica y de medios de los enemigos luego de 5 horas de lucha en las cuales sus adversarios tuvieron más de 500 muertos, entre los que se encontraba Mena Barreto que siempre se había mantenido al frente de sus tropas.
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Paraguayos degollados
Una corta pausa sería hecha para vengar a Mena Barreto. Los imperiales degollaron al teniente coronel Pedro Pablo Caballero y a diez de sus oficiales por haberse opuesto a la rendición y fusilaron a todos los prisioneros. Los brasileños penetraron luego en la población, donde las mujeres y los niños les atacaron con piedras, y se lanzaron a la cacería de Solano López que sería vana pues este se había dirigido a Caacupé con una parte de los soldados sobrevivientes.
Los imperiales saquearon ministerios, iglesias, depósitos y se apoderarán del tesoro del Estado, así como de todos los archivos que iban desde 1542 hasta 1869. Para completar una orgía de sangre y de destrucción, el conde D’Eu ordenó el acto más salvaje de la guerra: cerrar el hospital militar donde se encontraban 500 heridos y enfermos, prenderle fuego y acabar con bayonetas a toda persona que tratara de escapar del lugar.
En la desigual lucha de Piribebuy, los paraguayos tuvieron, excluyendo los que habían perecido en el incendio del hospital, 683 muertos, a los cuales se agregan 1.117 prisioneros vivos. Los porteños sufrieron 100 hombres fuera de combate y los imperiales 25 muertos y 392 heridos, cifras netamente inferiores a los 500 muertos considerados por Resquín. La batalla de Piribebuy fue el último episodio de la verdadera lucha armada en la campaña de las Cordilleras. La guerra tomaría luego, hasta el desenlace de Cerro Corá, el aspecto de una caza al hombre pura y simple. Esto repugnaba a Caxias pero deleitaba a D’Eu.
López se preocuparía hasta el último día de mantener las apariencias de un Estado y los signos exteriores de la soberanía nacional. Tras la caída de Piribebuy, tercera capital del Paraguay, designará sucesivamente para sucederla a las localidades de Curuguaty, San Estanislao, San Isidro y finalmente Cerro Corá.
22 de Mayo de 2010
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Enlace: LA GUERRA CONTRA LA TRIPLE ALIANZA
1864 -1870 -1ª PARTE

Por CÉSAR CRISTALDO DOMÍNGUEZ
COLECCIÓN
LA GRAN HISTORIA DEL PARAGUAY, 6
© Editorial El Lector
Asunción-Paraguay 2010
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