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lunes, 1 de marzo de 2010

EL FRAUDE DEL ORO: los préstamos al Paraguay de 1871 y 1872 (I) / Del libro PARAGUAY: REVOLUCIONES Y FINANZAS de HARRIS GAYLORD WARREN

EL FRAUDE DEL ORO:
los préstamos al Paraguay de 1871 y 1872 (I)
Del libro de
(Servilibro 2009),
ilustración: CALÓ
damos a conocer este capítulo:
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** Londres, la capital financiera del mundo, era el cuartel general de una cofradía de prestamistas cuyas empresas debieron haber enarbolado como distintivo la bandera pirata. Eventualmente sus prácticas arteras, facilitadas por la ilimitada codicia de los inversionistas, llevaron a la promulgación de leyes que fijaron normas estrictas para combatir los excesos de los contratistas e intermediarios financieros. Los créditos internacionales solían comenzar con las gestiones de los funcionarios de los países deudores que buscaban un intermediario o contratista para obtener el dinero, pero a veces —como sucedió en el caso de los préstamos otorgados al Paraguay en 1871 y 1872—, un intermediario proponía el negocio al gobierno, que nombraba un agente financiero para tratar con la empresa emisora de bonos.
** El inevitable día de la verdad llegó para los inversionistas ingleses en 1872, poco antes de que se otorgara el segundo préstamo al Paraguay, cuando préstamos considerables otorgados a Bolivia, Venezuela, Costa Rica, Honduras, la República Dominicana y la Argentina se encontraban en default o suspensión de pagos. Un comité de la Cámara de los Comunes británica investigó el asunto y llegó a la triste conclusión de que tres cosas habían sido especialmente censurables: los contratistas no se informaron sobre la responsabilidad financiera de los prestatarios; los acuerdos secretos entre sindicatos, contratistas prestatarios, que ocultaron hechos esenciales a los inversionistas, y la práctica del buyback o apoyo al mercado con compras simuladas, que engañó al público. Todas estas prácticas resultaban muy evidentes en los préstamos al Paraguay.
** En la fantástica historia del Paraguay de posguerra, los préstamos londinenses de 1871 y 1872 son casi increíbles: un país en ruinas, ocupado por los ejércitos de sus conquistadores y sometido al caos político, consiguió la suscripción de bonos por un valor nominal de £1.000.000 y £562.000 en 1871 y 1872 respectivamente. Las dos suscripciones se encontraban en estado de suspensión de pagos de capital e intereses en 1874, mientras los bonos en poder del público alcanzaban la elevada suma de £1.505.400 —dos tercios de ella en Inglaterra—.
** Una persona conocedora de los hechos atribuyó la idea de pedir prestado aquel dinero en Londres al sindicato integrado por “un corredor de bolsa, un empleado bancario, un periodista y un español audaz, por no decir atrevido”. Según esa persona, el sindicato había tomado contacto con un argentino que se encontraba en Londres y quería hipotecar una propiedad de su esposa en Buenos Aires; el argentino era el doctor Máximo Terrero, miembro de una respetada familia de comerciantes. El sindicato no tenía interés en concederle el préstamo hipotecario, pero le indicó que podía obtener el dinero negociando un préstamo para un país extranjero; ese país fue el Paraguay. A partir de entonces, todo resultó fácil.
** El audaz español […] fue enviado a Asunción. Cuando presentó el proyecto de obtener, por intermedio de sus relaciones en Londres, la increíble suma de dos millones de libras esterlinas, los insolventes que conformaban el Gobierno quedaron con la boca abierta y se inclinaron a considerar al comisionado un charlatán, pero este no carecía de argumentos y, después de varias reuniones de gabinete, se le informó finalmente que el Gobierno aceptaría gustoso un préstamo de medio millón y que honestamente se creía capaz de pagar los intereses.
** El comisionado convenció al Gabinete de que tomara en préstamo £1.000.000.
** El préstamo paraguayo de 1871 pudo muy bien haber tenido ese misterioso origen. El Congreso, por las leyes del 8 de febrero de 1871 y 21 de mayo de 1871, autorizó el préstamo de £1.000.000. Como agente financiero, el gobierno de Rivarola nombró a Máximo Terrero el 10 de mayo de 1871, y ese misterioso comisionado “regresó a Londres con éxito, llevando plenos poderes para su amigo argentino”.
** El potencial préstamo no despertó el entusiasmo del Brasil. El presidente Cirilo Antonio Rivarola envió a Río de Janeiro a Carlos Loizaga, con instrucciones para negociar cuestiones de límites y pedir al Brasil que saliera de garante del préstamo. El Brasil no estaba dispuesto a ofrecer más que su apoyo moral, especialmente porque las cuestiones de los gastos de la guerra y las indemnizaciones a las personas particulares no se habían resuelto aún. A pesar de aquella negativa, “era creencia generalizada que el Gobierno del Brasil, de algún modo, ha garantizado este préstamo”; de lo contrario, el asunto sólo podría verse en Buenos Aires “como una temeraria e imperdonable aventura”. Los detalles de la transacción mostraron que el ministro británico en Buenos Aires había sido indulgente en su crítica.
** En Londres, Bernard Cracroft presentó a Terrero a Charles Waring, socio de sus hermanos William y Henry en la firma Waring Brothers & Cía.; pese a toda su experiencia en bancos y contratos con el extranjero, Waring sabía muy poco del Paraguay. Terrero y Waring firmaron un acuerdo el 21 de noviembre de 1871, para la emisión de un préstamo de £1.000.000 al 8% de interés. El precio de la emisión era de 80 libras esterlinas, pero la Waring se hacía responsable de sólo £64 de cada £100 en bonos. De esa manera, los tenedores de los bonos anticipaban el 10% de la inversión; los contratistas podían embolsarse todo importe superior a £64 y el Paraguay se comprometía a devolver £100 por cada £64 recibidas. Terrero autorizaba a Waring Brothers a sostener el mercado mediante la práctica del buyback, efectuando compras hasta donde lo considerase necesario, y sin que dichas compras debiesen considerarse operaciones de buena fe necesariamente. Waring Brothers a su vez (de acuerdo con la autorización de Terrero) firmó un acuerdo con Robinson, Fleming & Cía., por el cual esta firma debía “recibir suscripciones y dar recibos por las mismas”. Por sus servicios, Robinson, Fleming & Cía. debía recibir una comisión del 1%, aumentada posteriormente al 1,75%. Para compartir el riesgo Waring Brothers, como contratista o emisora de los bonos, formó un sindicato con el barón Albert Grant, de la empresa Grant Brothers & Cía., y Samuel Laing, un miembro del Parlamento. Los beneficios deberían repartirse de la siguiente manera: 55% para Waring Brothers; 25% para Grant y 20% para Laing. Grant pidió una garantía de £5.000, que debía recibir independientemente de los porcentajes convenidos. Y así, mientras Robinson, Fleming & Cía. se presentaba al público como la empresa suscriptora, Waring Brothers hacía efectivo el préstamo.
** Antes de publicar un prospecto basado en las exageraciones de Terrero, George Fleming se informó superficialmente por intermedio de Benjamin Buck Greene, quien había sido cónsul general del Paraguay durante quince años y era entonces vicegobernador del Banco de Inglaterra. Greene, alegando desconocimiento del Paraguay, refirió a Fleming a Alfred Blyth, un pariente cuya firma A. y J. Blyth había sido por muchos años agente de los López. Por otra parte, Fleming aseveró que “había leído toda la literatura publicada sobre el Paraguay, y que existe toda una biblioteca entera de libros publicados sobre el Paraguay”.
** Pese a su ignorancia supina sobre el Paraguay, la firma Robinson, Fleming & Cía. publicó el prospecto del préstamo el 22 de noviembre. Ese asombroso documento presentaba al Paraguay como un país ideal para los inmigrantes: “El país está bien irrigado y el suelo es extremadamente fértil; posee selvas magníficas y los cultivos de gran valor como el tabaco, azúcar, algodón, cochinilla e índigo rinden beneficios considerables. También es muy rico en recursos minerales. El producto principal, sin embargo, es el té sudamericano (yerba mate), muy consumido en Sud América, y que aporta grandes ingresos al Estado”. Dando estadísticas de preguerra sobre la producción, el prospecto recalcaba que el Paraguay no tenía deuda consolidada y que toda la deuda del país era de sólo £213.335. Como garantía del préstamo, el Paraguay ofrecía sus aduanas, ingresos generales, tierras públicas, ferrocarril y todos los edificios públicos. Tenía 20.000 leguas cuadradas de tierra, “de las cuales 14.000 leguas están cubiertas de bosques de rica y variada madera, con innumerables productos de aplicación industrial y vastas extensiones de magníficas tierras aptas para el mate (té indio); 6.000 leguas de tierras de propiedad privada para el cultivo del tabaco, caña de azúcar, arroz, algodón, café, maíz y otros productos agrícolas, y soberbias praderas para la cría del ganado”. Esas tierras, según informes del Ministro de Hacienda, valían cerca de £35.000.000. En cuanto a los edificios públicos, el Gobierno poseía 490 casas, depósitos y arsenales por valor de £400.000. El ferrocarril, con 72 kilómetros de vías hasta Paraguarí, estaba “en funcionamiento”. En su conjunto, aseguraba el prospecto, el país ofrecía “una excepcional garantía para un préstamo al Estado”. El préstamo se debía usar para liquidar la deuda pública, extender el ferrocarril hasta Villarrica, mejorar caminos y obras públicas y desarrollar recursos naturales. El préstamo estaba garantido por un gravamen general “que debía efectuar el mencionado Máximo Terrero, en nombre de la mencionada República, y que afectaba los ingresos, tasas, impuestos, bienes raíces, minas, carreteras, casas, edificios, ferrocarriles y propiedades, y gravaba especialmente los derechos de aduana del Gobierno de la República”. Para pagar intereses y amortización por dos años, el 20% de todo el valor nominal del préstamo, o sea £200.000, debía retenerse en Londres e invertirse en otras garantías.
** El prospecto omitía hechos muy importantes. No mencionaba las indemnizaciones de guerra [exigidas al Paraguay]; ni los ejércitos aliados que ocupaban el país; ni que el comercio —excepto el efectuado para la provisión de las fuerzas de ocupación— era casi inexistente, mientras que los ingresos del Estado no alcanzaban siquiera para solventar los gastos de un gobierno honesto. El ferrocarril necesitaba reconstruirse; sus vehículos se veían reducidos a unos pocos vagones en pésimas condiciones —no más de tres locomotoras de funcionamiento dudoso— y difícilmente se lo podía considerar “en funcionamiento” a lo largo de 72 kilómetros de vías. Los productos mencionados podían rendir grandes cosechas, pero no en las circunstancias existentes. Las personas que compraron los bonos confiadas en aquel engañoso prospecto corrieron a la aventura con los ojos vendados.
** El sindicato de Waring no tuvo dificultades en colocar los bonos, en parte porque apoyaba el mercado con compras simuladas. Waring Brothers, Grant y Laing “compraron” bonos por £570.500 en el mercado, que vendieron antes del 27 de abril de 1872, obteniendo una ganancia de £8.465 sobre el precio de emisión de 80. El script o certificado se vendía en diciembre con un premio de 3; o sea que los compradores pagaban £83 por un bono de £100. Después de registrarse los bonos en la Bolsa, el premio fluctuó por encima de 80, hasta que llegó a 17,5 el 15 de abril de 1872, cuando los bonos estaban a 2,5 puntos de su valor nominal [valían £97,25]. Aquella espectacular suba del precio se explica solamente por la especulación. Para agosto, una persona suficientemente irreflexiva para comprarlos podía comprarlos con un descuento de 68 puntos por debajo del precio de emisión; a poco los bonos quedaron casi sin ningún valor. Para 1876, es probable que el Paraguay hubiese podido comprar todos los bonos ¡por unas £30.000! Pero tanta agudeza no podía esperarse en el Paraguay de posguerra.
** Robinson, Fleming & Cía. debía responder a Waring Brothers por £800.000. De aquella suma, £40.000 se retuvieron para pagar dos cupones vencidos, quedando £760.000, menos algunas sumas pequeñas como descuento sobre pagos anticipados. Waring Brothers presentó dos rendiciones de cuentas a Máximo Terrero, quien aprobó ambas.
** La primera, de fecha 27 de abril de 1872, arrojaba el siguiente saldo: (Cuadro 1)
** La segunda, presentada el 26 de septiembre de 1872, mostraba la utilización del saldo de £218.074. (Cuadro 2)
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** Terrero efectuó el balance el 30 de septiembre de 1872 y cerró la cuenta; el 11 de enero de 1872 mandó todos los comprobantes al Paraguay. El gobierno de Jovellanos aprobó la cuenta y le envió un recibo por el primer envío de £100.000.
** El sindicato obtuvo grandes ganancias: de las £760.000 restantes después de haber deducido £40.000 para pago de cupones, la parte del Paraguay eran £640.000, quedándole así £120.000. El sindicato había obtenido una ganancia de £8.465 en los bonos vendidos por más de £80, y así percibió £128.465. Aquella suma se dividió según el acuerdo previo entre las partes. Robinson, Fleming & Cía. recibió £14.000 como comisión; Grant Brothers cobró su garantía de £5.000; el saldo de £189.465 se dividió así: 55% (£60.205) a Waring Brothers; 25% (£27.366) a Grant Brothers y 20% (£ 21.893) a Samuel Laing.
** La noticia del éxito de Terrero con el préstamo de 1871 corrió rápidamente y despertó profundos recelos entre quienes conocían la situación del Paraguay. El ministro británico en Buenos Aires protestó enérgicamente contra el modo temerario en que se habían concedido en Europa préstamos para beneficio de gobiernos sudamericanos. El préstamo paraguayo era indefendible. El país, postrado por la guerra, tenía sólo 12.000 hombres adultos para 180.000 mujeres adultas y el crédito se veía en Buenos Aires “como una temeraria e imperdonable aventura”.
** Si Solano López pudiese levantarse de su tumba a orillas del Aquidabán, ¡con cuánto asombro hubiera oído la noticia de que el Douro navega ahora con dirección al Plata con cien mil libras esterlinas para el Paraguay! Apenas han pasado dos años desde su muerte y ahora se realiza el sueño de su vida […] Por cinco largos, él se sostuvo contra todas las adversidades, aferrándose a la esperanza de que podría negociarse un préstamo, y la ayuda llegaría desde el extranjero; él cayó cuando, aparentemente, el país estaba irremediablemente destruido. El Paraguay era una inmensa tumba, los pocos compatriotas famélicos que le sobrevivieron cayeron, o en la miseria desesperada en el país, o en la servidumbre en el extranjero. El país no tenía ninguna industria; su población estaba exhausta; la hierba crecía en las calles de Asunción y el único comercio de la plaza era un tráfico indecoroso para mantener a las tropas de ocupación. Sin embargo, es este el país que ha entrado en el mercado de Londres y conseguido en un día lo que López no pudo conseguir cuando estaba en el cenit de su prosperidad. Un préstamo de un millón de libras esterlinas.
** Muy complacido con los esfuerzos de su agente comercial Terrero, el presidente Jovellanos lo ascendió al rango de cónsul general. Una ley del 9 de febrero de 1872 asignó 3.000.000 de pesos oro a la cancelación de la deuda pública ($1.500.000), reparación del ferrocarril ($100.000), fomento de la agricultura ($300.000), promoción de la educación pública ($50.000) y fundación del Banco Nacional ($500.000). Esas asignaciones excedían en $1.000.000 el monto del préstamo, pero aquello no tuvo mayor importancia, porque casi nada del préstamo se usó para tales propósitos.
** El primer envío de £100.000 llegó al Paraguay a mediados de febrero de 1872; los otros envíos llegaron probablemente en julio; el destino de aquel montón de monedas de oro es materia de disputa hasta hoy. El ministro de Hacienda, Francisco Soteras, informó que había recibido £394.940, que se aplicaron a propósitos del Estado. Existen informaciones contradictorias sobre tales “propósitos”. José Segundo Decoud, al censurar el régimen de Jovellanos, lo acusó de que muy pocas de aquellas libras esterlinas se emplearon para redimir el papel moneda; menos de $5.000 se gastaron en el ferrocarril y hubo una corrupción escandalosa en el “fomento” de la agricultura. El Gobierno decidió comprar 20.000 bueyes en Corrientes pagando $7 por cabeza, pero sólo recibió novillitos y hacienda de cría; la compra de 80.000 arrobas de maíz a $2 por arroba —siendo el precio de mercado $0,25— significó un fraude de $140.000, como sucedió con la compra de 80.000 arrobas de porotos para usarse como semilla. La irrisoria suma de $50.000 destinada la educación se empleó para comprar tres cajones de cartillas y panfletos inútiles —entre los últimos unos textos sobre cómo adquirir la virilidad—. Ese montón de basura costó $1.000. El Banco Nacional, obviamente, nunca se fundó.
** Muchos años después, un cónsul británico informó: “Cuando llegó el dinero metálico, se lo depositó en la Casa de Gobierno, donde durante varios días los ministros y otras personas privilegiadas tuvieron licencia para llenarse los bolsillos antes de que la ya muy disminuida cantidad se colocase en un banco para destinarse a los usos del Estado”. Eso, por supuesto, era un rumor y probablemente procedía de las críticas de los liberales. Cualquiera que haya sido el destino de las £400.000 recibidas por el Paraguay, no hay duda de su escandaloso desvío hacia los bolsillos de Jovellanos, sus ministros y probablemente algunas otras figuras encumbradas: “Cada ministro gastaba sin consultar a sus colegas, apropiándose de cuanto podía mediante contratos dolosos, o haciendo regalos caprichosos a sus amigos”. Sin ninguna autorización del Congreso, se benefició todo el equipo de Jovellanos: Benigno Ferreira, Eduardo Aramburu, Pedro Recalde, Carlos Loizaga y Gregorio Benites. Juan Bautista Gill, presidente del Senado cuando llegó la primera remesa de dinero, pronto fue obligado a exiliarse; ninguna prueba se presentó para implicarlo en la repartija.
** El préstamo de 1872. Entusiasmado con el éxito del primer préstamo, el presidente Jovellanos recomendó recurrir de nuevo a la fuente de oro de Londres. Charles Ohlsen llegó de Inglaterra con la propuesta que aprobó Gill, presidente del Senado. El 7 de marzo, el Congreso autorizó un préstamo de £2.000.000. La mitad del importe neto debía utilizarse en la construcción de ferrocarriles regionales, caminos, canales y puentes, la promoción de la inmigración y la colonización de las tierras públicas, así como el establecimiento de una línea de vapores. La otra mitad debía aplicarse a obras de interés general del país —ferrocarriles nacionales, caminos públicos, puertos, aduanas y bancos—. El Presidente estaba autorizado a nombrar un comité en Londres para la venta de tierras públicas, con lo cual podrían obtenerse fondos para pagar intereses y cuotas de amortización. Los intereses y cuotas de amortización, hasta el 1 de abril de 1874, debían retenerse en Inglaterra. El 9 de marzo, Jovellanos autorizó a Terrero a emprender las negociaciones.
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Antes de que pudiera llegarse a un acuerdo sobre el segundo préstamo, tanto Waring
Brothers como Robinson, Fleming & Cía. trataron de que se nombrara un representante británico en el Paraguay con rango de cónsul. Charles Waring había “enviado un considerable número de ingenieros civiles y otras personas, todos súbditos británicos, y se encuentran ahora trabajando en ese país en los estudios para la construcción de ferrocarriles y otras obras públicas; muy pronto comenzarán los trabajos y será enviado a ese país, para llevarlos a cabo, un gran número adicional de súbditos británicos”. Los inmigrantes ingleses iban a dedicarse a la agricultura. Pero el Foreign Office, debidamente cauteloso, contestó que por el momento no había razón para efectuar tal nombramiento.
Fuente: Suplemento Cultural del diario ABC COLOR, del domingo 24 de enero de 2010
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5 comentarios:

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