OBRA: "SOLANO LÓPEZ - SOLDADO DE LA GLORIA Y DEL INFORTUNIO"
Por el coronel ARTURO BRAY
Carlos Schaumen Editor
Asunción-Paraguay 1984 (402 páginas)
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Podrá obtener mayor información sobre ARTURO BRAY en:
http://www.portalguarani.com/autores_detalles.php?id=826
Consultas: info@portalguarani.com
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PREFACIO
** Tarea difícil -y a ratos ingrata- ha sido la de escribir este libro. La dimensión histórica de su figura central es de aquellas que por su compleja magnitud imponen hacerse de bastante osadía y resolución para emprender, con razonables probabilidades de éxito, una labor de aspectos tan múltiples como delicados. Nuestro personaje no es de aquellos que inspiran arrobadora simpatía ni fué su vida un espejo de evangélicas virtudes. Y el estudio de la personalidad del mariscal Francisco Solano López -centro y blanco de tantas y tan encendidas controversias- exige rendir tributo de acatamiento a la verdad, tal como a ésta hemos sido llevados por nuestros escasos conocimientos, renunciando a prejuicios y ofuscaciones que, si halagar pudieron un instante el sentimentalismo pasajero de unos y de otros, obstáculos han sido también para hallar un haz de luz entre las brumas de pasiones y contradicciones, de dudas y obscuridades.
** Nuestra modesta labor de investigación, con miras a desentrañar ciertos episodios capitales de aquella época, se ha visto fatalmente restringida por variadas circunstancias. En primer término, la documentación accesible, con ser ella bastante profusa, no es suficiente para llegar a formarse un juicio definitivo acerca de la vigorosa personalidad histórica de Solano López, sobre cuya actuación como hombre de gobierno y jefe de nuestros ejércitos, no hemos logrado aún los propios paraguayos ponernos de entero acuerdo, ni es fácil que a ello lleguemos en breve. Perdidos los papeles privados del Mariscal en el desastre de Lomas Valentinas, despojado nuestro Archivo Nacional de documentos preciosos, unos llevados por el vencedor y otros substraídos por investigadores sin escrúpulos, ocultas por manos interesadas muchas y muy valiosas fuentes de información, algunas de las cuales se guardan en cofres de inalcanzable seguridad, y relegados a la tenencia de particulares ciertos archivos privados de incalculable interés, la tarea del investigador consciente se ve de esa suerte detenida por límites imposibles de franquear. Un estudio sobre Solano López que presumiera de esfuerzo acabado y superior, impondría largos y pacientes rastreos por Asunción, Buenos Aires, Montevideo, Río de Janeiro, Washington y aún Londres, París, Madrid, Corrientes y Paraná, porque en todos esos sitios pueden hallarse huellas -hondas o leves- del paso del mariscal paraguayo. Para decirlo de una vez, una tarea de semejantes proporciones exigiría la dedicación de toda una vida y la concurrencia de oportunidades no fáciles de reunir y conciliar. A estos factores contrarios, y de suyo poderosos, agréganse otros, derivados éstos de la imposibilidad material en que se halla el autor de revisar el rico, aunque mutilado, Archivo Nacional de Asunción y la valiosísirna "Biblioteca Godoy", de la misma capital. Vaya haciendo, pues, el lector buen acopio de indulgencia, al tener presente las referidas y adversas circunstancias, para aplicarla luego en sufragio y descargo de la insuficiencia de este trabajo.
** La historia ha de ser relación de la verdad y no instrumento para halagar el patriotismo, sentimiento éste que, por otro lado, no necesita de tales recursos para vivir y sobrevivir en pueblos que por sostenerlo se han desangrado más de una vez en el curso de su historia. Querer a nuestros héroes y próceres limpios de toda mancha, sin una mácula sobre su escudo ni un solo pecado en su vida pública y privada, es necedad impertinente que a nada bueno conduce y mucho mal puede ocasionar, por cuanto contribuye a la formación de espejismos, que a más de enturbiar la visión y desviar los espíritus, sientan plaza de males difíciles de extirpar. No se sirve a la causa nacional desfigurando deliberadamente la verdad y en las propias imperfecciones de nuestros mayores -que no obscurecen sino que, por efectos de contraste, sirven para dar mayor realce a sus méritos- es posible encontrar motivos de saludables y reparadoras reflexiones. Ir contra ese principio de expresar la verdad con limpieza de propósito y honradez de ejecución, significa engañar a los demás pa -a terminar engañándose a sí propio y hacer con ello un mal inmenso -a veces irreparable- a la conciencia histórica nacional, porque la verdad acaba siempre por abrirse paso, y más doloroso y cruento resulta rectificar conceptos ya arraigados y aceptados como artículos de fe, por gratos a nuestros sentimientos personales, que admitir de buenas a primeras aquello que, a la luz de una evidencia sin afeites, constituye lo cierto o más se acerca a ello.
** Y si las opiniones escritas en estas páginas provocaran polémicas, bienvenidas sean éstas, si son del género constructivo y con honestos propósitos, porque de la discusión serena y documentada brota la luz, y sólo a las mentalidades pedantes puede ocurrírseles, en materia de historia, afirmar o negar con el aplomo rotundo de una sentencia definitiva. Quienes no se retractan jamás -ha dicho alguien- es que aman menos a la verdad que así propios. Y callar la verdad -agrega Thiers-equivale a ocultar el mal; sin por eso suprimirlo.
** Tampoco importa esa labor de investigación y divulgación propósitos de agravio a los extraños, ni morbosas propensiones a resucitar rencores y malentendidos que ninguna razón tienen de subsistir en nuestros días. La responsabilidad histórica de los gobernantes, trasmitida a sus descendientes, puede a veces ser una carga, pero jamás una culpa heredada loor las generaciones posteriores. El error es siempre de hombres, nunca de patrias y raras veces, de pueblos. De la concordia entre las naciones es prenda la comprensión mutua, y a la comprensión se llega con el lenguaje transparente y el razonamiento claro, sin ofensa, codicia o detrimento de lo ajeno.
** Por todo cuanto dicho queda, acaso este libro no alcance a satisfacer a "lopiztas" ni a "antilopiztas", términos absurdos, detestables y desprovistos de toda razón histórica y de todo fundamento lógico, dado que la causa de la patria no puede partirse en dos para arrojar sus pedazos a la voracidad de pasiones y arrebatos. Lopizmo y antilopizmo constituyen -constituyeron, quisiéramos decir- meras banderías de artificio en cal Paraguay, creados en su hora, en mala hora, por intereses de orden político, cuando no de personalísimas inspiraciones y conveniencias, no exentas de fanatismo, y que sólo han servicio para hacer de nuestra historia una justa perniciosa y estéril, buscando los de este bando hacer vibrar las cuerdas de la sensiblería patriotera, y levantando los de aquél el guión deslumbrante de ciertas doctrinas, más que liberales, de ocasión. De Solano López y de su régimen de gobierno hicieron los dos bandos excusa y blasón para justificar, sus respectivas tendencias políticas o doctrinarias; sin cuidado alguno por la substancia histórica del pleito ni por la integridad moral del patrimonio común, que todos decían defender. De cuanto era fundamental y sagrado se echó mano para entronizar lo transitorio y deleznable. Algunos sinceros y convencidos formaron en una y otra fila, pero la paradoja -para no darle otro nombre- quedó al descubierto cuando los hombres que habían fustigado sin piedad el absolutismo dé Solano López se convirtieron luego, en plena era constitucional, en seguros servidores de tiranuelos, de feria. Y aquellos que al mariscal ensalzaron como ejemplo de patriotismo sin par, ninguna prueba dieron en su vida pública -y llegado el caso- de haber asimilado algo de aquel sentimiento que tanto pretendían venerar. La explicación está en que ni unos ni otros se inspiraron en la honestidad de propósitos al pronunciar sentencia sobre los hombres y las cosas de nuestra debatida historia.
** Por ese camino era imposible llegar a la verdad, pero sembrábase, sí, la confusión y echando íbamos las simientes de un nuevo e inoportuno factor de discordia en la familia paraguaya. Pocos se ocuparon de estudiar con criterio objetivo y sentido de proporción el clima social, político y hasta económico en que actuaron Solano López y sus contemporáneos, como si fuera posible desvincular de tales factores las acciones y reacciones de quienes en aquel medio se movían. En zaherir y ensalzar por turnos la figura del Mariscal se fueron todos los afanes y en aquella porfía de gritas y disparos al aire, más de un historiador de valimiento y calidad dejando fué jirones muy preciados de su erudición, prendidos en las zarzas de un ardor no siempre inspirado por el deseo de poner las cosas en su punto.
** Para comprender y apreciar, en la propia savia y raíz de sus orígenes, la actuación pública de Solano López, preciso -y más que preciso, imprescindible- es ir hasta el fondo de los problemas, no solamente externos sino también internos, de cuatro naciones americanas, puesto que mucho de la orientación de sus respectivas políticas exteriores tenía su razón de ser en factores de orden interior, y éstos, a su vez, derivaban, en no pocos casos, de la situación externa de cada país con respecto a sus vecinos. Tan estrechas y cercanas eran -y siguen siendo- las influencias recíprocas de orden histórico, político, social y económico entre los países del Plata y tan identificados los efectos y causas de sus respectivos problemas, que no es posible entrar a juzgar la evolución de cualquiera de ellos con criterio unilateral y espíritu de exclusivismo, ni se puede dar un paso en la historia propia sin meterse a cada rato y de lleno en la ajena. A un momento se llega de tan complicada y espesa visión, que por fuerza se busca refugio en aquello tan resobado y clásico de que los árboles impiden ver el bosque. Esto sólo va diciendo cuán complejo es el afán presuntuoso de llegar a la substancia de las cosas con el ánimo de comprender, en todos sus orígenes, alcances y derivaciones, el nervio motor que impulsó la acción de cada uno de los varios gobiernos en aquella gran tragedia de la incomprensión y del desconocimiento recíproco.
** De todas maneras, de oportuna cuenta es que los paraguayos miremos a los hombres y a las cosas de nuestro pasado, si no al través de los cristales de la verdad absoluta -que sólo en Dios reside- a lo menos, por un prisma de honrada y comprensiva interpretación. Solano López encarnó a la patria en el momento más decisivo de la vida nacional y es para nosotros cifra y compendio de aquella portentosa resistencia de cinco años. Aceptar a Solano López es justificar la causa nacional; renegar de él es hacerle el juego a los sofismas inspirados y creados por la Triple Alianza, actitud que ningún paraguayo de fibra pura puede aceptar. Los pecados y flaquezas del hombre son cuenta aparte. Y bueno es que de esto vaya convenciéndose más de uno, porque si no es sobre la base de este previo y especial pronunciamiento -como se dice en la jerga forense- no hay modo de que lleguemos jamás a entendernos.
** Dejando a un lado las gastadas leyendas y deslucidos gazapos que en torno de la figura del Mariscal tejió el vencedor en su hora, con acompañamiento orquestado de rencores de los propios paraguayos que en carne viva, o en la de sus deudos, sufrieron los rigores de su despiadada mano, el frío y desapasionado estudio de los hechos no presentan a Solano López con ropaje de bárbaro ni hace de él un pérfido salteador de extranjeras honras o un soñador de imposibles imperios. No llevó aquel gobernante a su país a la guerra por la inclinación dantesca de coronar con su gloria personal una montaña de cadáveres, sino que llevado fué él por acontecimientos que no supo o no pudo dominar, porque si le sobraba voluntad, faltábanle, en cambio, amplitud y serenidad de visión, sagacidad política y pulso firme de estadista avezado. Más que un provocador fué el mariscal López un provocado por la fatalidad y la mortal secuencia de circunstancias adversas. Su historial tiene más de víctima que de victimario y su estrella es la estrella del Paraguay eterno: fogonazos de gloria sobre un fondo negro de infortunios sin fin renovados. La rúbrica elegante termina siempre en un manchón de sangre y el gallardete airoso en banderín desgarrado. Y sobre todo, como ha de decirse, no una vez sino ciento en el curso del presente trabajo, faltáronle a Solano López colaboradores de capacidad militar y talento diplomático, ya que no merecen el nombre de tales quienes ejecutaban a ojos cerrados su voluntad suprema, sin voz ni voto en las decisiones trascendentales del gobierno paraguayo. El Mariscal todo lo centralizó en su persona: manejo de los asuntos internos, dirección de la política exterior, defensa nacional, hacienda, economía, justicia, concepción de las operaciones y conducción de la guerra. Jamás a nadie pidió consejos ni de persona alguna escuchó recomendaciones, acaso porque nadie había con suficiente capacidad para dárselos, o porque su natural carácter absorbente era de aquellos que prefieren equivocarse solos. Por eso, suya exclusivamente es la responsabilidad de errores y fracasos como en justicia suyos han de ser los méritos de los pocos éxitos y de las muchas glorias. Al anotar en su buena cuenta cuanto favorecerle pueda, admitamos por igual sus defectos y debilidades, que no son patrimonio exclusivo de Solano López, sino que a todos los paraguayos pertenece y alcanza, porque el Mariscal es nuestro, inconfundible e íntimamente nuestro -producto, expresión y símbolo de suelo, raza y ambiente- como nuestro es también el derecho de tenerle por héroe nacional, si así nos place, y con mayor razón cuando esa complacencia ha sido ya revalidada por la mayoría del pueblo paraguayo.
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** No presume ser este esfuerzo una relación completa de la vida y pasión de Solano López, ni se ha sujetado él a una rígida e inalterable línea cronológica en el relato de hechos y sucedidos. Tampoco se ha intentado hacer historia militar.
** De la guerra apenas se tocan aquellos episodios que más honda y directamente influyen sobre el colorido de la figura principal. Por encima de los aspectos políticos y militares de su actuación, nos han interesado la facetas de su personalidad humana. Natural es que para percibir en todos sus matices la actuación del personaje, algún decorado hacía falta agregar, mas apenas lo suficiente para dar al escenario los tonos de luces y de sombras que a cada cuadro conviene. Y si nada de muy revelador hallan los eruditos en las páginas del presente trabajo, recuérdese que también constituye novedad el presentar desde un aspecto nuevo las cosas ya sabidas y conocidas.
** De la documentación citada en el curso de este libro, son inéditas en su mayor parte las cartas de Carlos Antonio López y del mariscal Francisco Solano a Félix Egusquiza, pertenecientes al repositorio familiar de este último, como también lo son las piezas halladas en el archivo del general Urquiza -cuya colección documental, compuesta de ochenta y cuatro legajos, ha sido cedida no hace mucho al Archivo General de la Nación Argentina por los descendientes del prócer entrerriano- y algunas de las comunicaciones entre el gobierno uruguayo y sus representantes en Asunción, procedentes éstas del Archivo Nacional de Montevideo. De segunda mano es lo demás, y si no siempre se anota al pie de cada cita su procedencia y origen es por no distraer al lector, fatigando sin provecho su atención. Tan al raso están esas fuentes que poca diligencia habrá menester quien sienta deseos de comprobar la fidelidad de lo citado.
** Algunos de los episodios y anécdotas referidos en estas páginas los he escuchado de labios de gente de aquella época y que muy cerca estuvieron de la persona del Mariscal durante la guerra, entre la cual he de mencionar á mi venerable abuela materna, doña Juana Melgarejo de Riquelme, fallecida en 1915, que siguió al ejército de Solano López desde Paso Pucú hasta Cerro Corá, acompañando a su esposo -el teniente Sahas Riquelme, del batallón 40 primero, y comisario del cuartel general, más tarde- y a sus hijos Agustín y Pedro Antonio. A una memoria feliz debo el guardar hoy cabal recuerdo de ciertos relatos oídos en días ya lejanos.
** La contemplación diaria de las altas y nevadas cumbres de los Andes ha hecho más fácil mi labor; serenidad de espíritu y fortaleza de ánimo infunden su visión majestuosa para mirar a las figuras señeras de la historia al través de clara y limpia luz, como es la prodigada a raudales por este sol mendocino de oro y plata, y para sobreponerse a insuficiencias, lejanías y nostalgias. - ARTURO BRAY - Mendoza, mayo de 1945.
Por el coronel ARTURO BRAY
Carlos Schaumen Editor
Asunción-Paraguay 1984 (402 páginas)
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Podrá obtener mayor información sobre ARTURO BRAY en:
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Consultas: info@portalguarani.com
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PREFACIO
** Tarea difícil -y a ratos ingrata- ha sido la de escribir este libro. La dimensión histórica de su figura central es de aquellas que por su compleja magnitud imponen hacerse de bastante osadía y resolución para emprender, con razonables probabilidades de éxito, una labor de aspectos tan múltiples como delicados. Nuestro personaje no es de aquellos que inspiran arrobadora simpatía ni fué su vida un espejo de evangélicas virtudes. Y el estudio de la personalidad del mariscal Francisco Solano López -centro y blanco de tantas y tan encendidas controversias- exige rendir tributo de acatamiento a la verdad, tal como a ésta hemos sido llevados por nuestros escasos conocimientos, renunciando a prejuicios y ofuscaciones que, si halagar pudieron un instante el sentimentalismo pasajero de unos y de otros, obstáculos han sido también para hallar un haz de luz entre las brumas de pasiones y contradicciones, de dudas y obscuridades.
** Nuestra modesta labor de investigación, con miras a desentrañar ciertos episodios capitales de aquella época, se ha visto fatalmente restringida por variadas circunstancias. En primer término, la documentación accesible, con ser ella bastante profusa, no es suficiente para llegar a formarse un juicio definitivo acerca de la vigorosa personalidad histórica de Solano López, sobre cuya actuación como hombre de gobierno y jefe de nuestros ejércitos, no hemos logrado aún los propios paraguayos ponernos de entero acuerdo, ni es fácil que a ello lleguemos en breve. Perdidos los papeles privados del Mariscal en el desastre de Lomas Valentinas, despojado nuestro Archivo Nacional de documentos preciosos, unos llevados por el vencedor y otros substraídos por investigadores sin escrúpulos, ocultas por manos interesadas muchas y muy valiosas fuentes de información, algunas de las cuales se guardan en cofres de inalcanzable seguridad, y relegados a la tenencia de particulares ciertos archivos privados de incalculable interés, la tarea del investigador consciente se ve de esa suerte detenida por límites imposibles de franquear. Un estudio sobre Solano López que presumiera de esfuerzo acabado y superior, impondría largos y pacientes rastreos por Asunción, Buenos Aires, Montevideo, Río de Janeiro, Washington y aún Londres, París, Madrid, Corrientes y Paraná, porque en todos esos sitios pueden hallarse huellas -hondas o leves- del paso del mariscal paraguayo. Para decirlo de una vez, una tarea de semejantes proporciones exigiría la dedicación de toda una vida y la concurrencia de oportunidades no fáciles de reunir y conciliar. A estos factores contrarios, y de suyo poderosos, agréganse otros, derivados éstos de la imposibilidad material en que se halla el autor de revisar el rico, aunque mutilado, Archivo Nacional de Asunción y la valiosísirna "Biblioteca Godoy", de la misma capital. Vaya haciendo, pues, el lector buen acopio de indulgencia, al tener presente las referidas y adversas circunstancias, para aplicarla luego en sufragio y descargo de la insuficiencia de este trabajo.
** La historia ha de ser relación de la verdad y no instrumento para halagar el patriotismo, sentimiento éste que, por otro lado, no necesita de tales recursos para vivir y sobrevivir en pueblos que por sostenerlo se han desangrado más de una vez en el curso de su historia. Querer a nuestros héroes y próceres limpios de toda mancha, sin una mácula sobre su escudo ni un solo pecado en su vida pública y privada, es necedad impertinente que a nada bueno conduce y mucho mal puede ocasionar, por cuanto contribuye a la formación de espejismos, que a más de enturbiar la visión y desviar los espíritus, sientan plaza de males difíciles de extirpar. No se sirve a la causa nacional desfigurando deliberadamente la verdad y en las propias imperfecciones de nuestros mayores -que no obscurecen sino que, por efectos de contraste, sirven para dar mayor realce a sus méritos- es posible encontrar motivos de saludables y reparadoras reflexiones. Ir contra ese principio de expresar la verdad con limpieza de propósito y honradez de ejecución, significa engañar a los demás pa -a terminar engañándose a sí propio y hacer con ello un mal inmenso -a veces irreparable- a la conciencia histórica nacional, porque la verdad acaba siempre por abrirse paso, y más doloroso y cruento resulta rectificar conceptos ya arraigados y aceptados como artículos de fe, por gratos a nuestros sentimientos personales, que admitir de buenas a primeras aquello que, a la luz de una evidencia sin afeites, constituye lo cierto o más se acerca a ello.
** Y si las opiniones escritas en estas páginas provocaran polémicas, bienvenidas sean éstas, si son del género constructivo y con honestos propósitos, porque de la discusión serena y documentada brota la luz, y sólo a las mentalidades pedantes puede ocurrírseles, en materia de historia, afirmar o negar con el aplomo rotundo de una sentencia definitiva. Quienes no se retractan jamás -ha dicho alguien- es que aman menos a la verdad que así propios. Y callar la verdad -agrega Thiers-equivale a ocultar el mal; sin por eso suprimirlo.
** Tampoco importa esa labor de investigación y divulgación propósitos de agravio a los extraños, ni morbosas propensiones a resucitar rencores y malentendidos que ninguna razón tienen de subsistir en nuestros días. La responsabilidad histórica de los gobernantes, trasmitida a sus descendientes, puede a veces ser una carga, pero jamás una culpa heredada loor las generaciones posteriores. El error es siempre de hombres, nunca de patrias y raras veces, de pueblos. De la concordia entre las naciones es prenda la comprensión mutua, y a la comprensión se llega con el lenguaje transparente y el razonamiento claro, sin ofensa, codicia o detrimento de lo ajeno.
** Por todo cuanto dicho queda, acaso este libro no alcance a satisfacer a "lopiztas" ni a "antilopiztas", términos absurdos, detestables y desprovistos de toda razón histórica y de todo fundamento lógico, dado que la causa de la patria no puede partirse en dos para arrojar sus pedazos a la voracidad de pasiones y arrebatos. Lopizmo y antilopizmo constituyen -constituyeron, quisiéramos decir- meras banderías de artificio en cal Paraguay, creados en su hora, en mala hora, por intereses de orden político, cuando no de personalísimas inspiraciones y conveniencias, no exentas de fanatismo, y que sólo han servicio para hacer de nuestra historia una justa perniciosa y estéril, buscando los de este bando hacer vibrar las cuerdas de la sensiblería patriotera, y levantando los de aquél el guión deslumbrante de ciertas doctrinas, más que liberales, de ocasión. De Solano López y de su régimen de gobierno hicieron los dos bandos excusa y blasón para justificar, sus respectivas tendencias políticas o doctrinarias; sin cuidado alguno por la substancia histórica del pleito ni por la integridad moral del patrimonio común, que todos decían defender. De cuanto era fundamental y sagrado se echó mano para entronizar lo transitorio y deleznable. Algunos sinceros y convencidos formaron en una y otra fila, pero la paradoja -para no darle otro nombre- quedó al descubierto cuando los hombres que habían fustigado sin piedad el absolutismo dé Solano López se convirtieron luego, en plena era constitucional, en seguros servidores de tiranuelos, de feria. Y aquellos que al mariscal ensalzaron como ejemplo de patriotismo sin par, ninguna prueba dieron en su vida pública -y llegado el caso- de haber asimilado algo de aquel sentimiento que tanto pretendían venerar. La explicación está en que ni unos ni otros se inspiraron en la honestidad de propósitos al pronunciar sentencia sobre los hombres y las cosas de nuestra debatida historia.
** Por ese camino era imposible llegar a la verdad, pero sembrábase, sí, la confusión y echando íbamos las simientes de un nuevo e inoportuno factor de discordia en la familia paraguaya. Pocos se ocuparon de estudiar con criterio objetivo y sentido de proporción el clima social, político y hasta económico en que actuaron Solano López y sus contemporáneos, como si fuera posible desvincular de tales factores las acciones y reacciones de quienes en aquel medio se movían. En zaherir y ensalzar por turnos la figura del Mariscal se fueron todos los afanes y en aquella porfía de gritas y disparos al aire, más de un historiador de valimiento y calidad dejando fué jirones muy preciados de su erudición, prendidos en las zarzas de un ardor no siempre inspirado por el deseo de poner las cosas en su punto.
** Para comprender y apreciar, en la propia savia y raíz de sus orígenes, la actuación pública de Solano López, preciso -y más que preciso, imprescindible- es ir hasta el fondo de los problemas, no solamente externos sino también internos, de cuatro naciones americanas, puesto que mucho de la orientación de sus respectivas políticas exteriores tenía su razón de ser en factores de orden interior, y éstos, a su vez, derivaban, en no pocos casos, de la situación externa de cada país con respecto a sus vecinos. Tan estrechas y cercanas eran -y siguen siendo- las influencias recíprocas de orden histórico, político, social y económico entre los países del Plata y tan identificados los efectos y causas de sus respectivos problemas, que no es posible entrar a juzgar la evolución de cualquiera de ellos con criterio unilateral y espíritu de exclusivismo, ni se puede dar un paso en la historia propia sin meterse a cada rato y de lleno en la ajena. A un momento se llega de tan complicada y espesa visión, que por fuerza se busca refugio en aquello tan resobado y clásico de que los árboles impiden ver el bosque. Esto sólo va diciendo cuán complejo es el afán presuntuoso de llegar a la substancia de las cosas con el ánimo de comprender, en todos sus orígenes, alcances y derivaciones, el nervio motor que impulsó la acción de cada uno de los varios gobiernos en aquella gran tragedia de la incomprensión y del desconocimiento recíproco.
** De todas maneras, de oportuna cuenta es que los paraguayos miremos a los hombres y a las cosas de nuestro pasado, si no al través de los cristales de la verdad absoluta -que sólo en Dios reside- a lo menos, por un prisma de honrada y comprensiva interpretación. Solano López encarnó a la patria en el momento más decisivo de la vida nacional y es para nosotros cifra y compendio de aquella portentosa resistencia de cinco años. Aceptar a Solano López es justificar la causa nacional; renegar de él es hacerle el juego a los sofismas inspirados y creados por la Triple Alianza, actitud que ningún paraguayo de fibra pura puede aceptar. Los pecados y flaquezas del hombre son cuenta aparte. Y bueno es que de esto vaya convenciéndose más de uno, porque si no es sobre la base de este previo y especial pronunciamiento -como se dice en la jerga forense- no hay modo de que lleguemos jamás a entendernos.
** Dejando a un lado las gastadas leyendas y deslucidos gazapos que en torno de la figura del Mariscal tejió el vencedor en su hora, con acompañamiento orquestado de rencores de los propios paraguayos que en carne viva, o en la de sus deudos, sufrieron los rigores de su despiadada mano, el frío y desapasionado estudio de los hechos no presentan a Solano López con ropaje de bárbaro ni hace de él un pérfido salteador de extranjeras honras o un soñador de imposibles imperios. No llevó aquel gobernante a su país a la guerra por la inclinación dantesca de coronar con su gloria personal una montaña de cadáveres, sino que llevado fué él por acontecimientos que no supo o no pudo dominar, porque si le sobraba voluntad, faltábanle, en cambio, amplitud y serenidad de visión, sagacidad política y pulso firme de estadista avezado. Más que un provocador fué el mariscal López un provocado por la fatalidad y la mortal secuencia de circunstancias adversas. Su historial tiene más de víctima que de victimario y su estrella es la estrella del Paraguay eterno: fogonazos de gloria sobre un fondo negro de infortunios sin fin renovados. La rúbrica elegante termina siempre en un manchón de sangre y el gallardete airoso en banderín desgarrado. Y sobre todo, como ha de decirse, no una vez sino ciento en el curso del presente trabajo, faltáronle a Solano López colaboradores de capacidad militar y talento diplomático, ya que no merecen el nombre de tales quienes ejecutaban a ojos cerrados su voluntad suprema, sin voz ni voto en las decisiones trascendentales del gobierno paraguayo. El Mariscal todo lo centralizó en su persona: manejo de los asuntos internos, dirección de la política exterior, defensa nacional, hacienda, economía, justicia, concepción de las operaciones y conducción de la guerra. Jamás a nadie pidió consejos ni de persona alguna escuchó recomendaciones, acaso porque nadie había con suficiente capacidad para dárselos, o porque su natural carácter absorbente era de aquellos que prefieren equivocarse solos. Por eso, suya exclusivamente es la responsabilidad de errores y fracasos como en justicia suyos han de ser los méritos de los pocos éxitos y de las muchas glorias. Al anotar en su buena cuenta cuanto favorecerle pueda, admitamos por igual sus defectos y debilidades, que no son patrimonio exclusivo de Solano López, sino que a todos los paraguayos pertenece y alcanza, porque el Mariscal es nuestro, inconfundible e íntimamente nuestro -producto, expresión y símbolo de suelo, raza y ambiente- como nuestro es también el derecho de tenerle por héroe nacional, si así nos place, y con mayor razón cuando esa complacencia ha sido ya revalidada por la mayoría del pueblo paraguayo.
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** No presume ser este esfuerzo una relación completa de la vida y pasión de Solano López, ni se ha sujetado él a una rígida e inalterable línea cronológica en el relato de hechos y sucedidos. Tampoco se ha intentado hacer historia militar.
** De la guerra apenas se tocan aquellos episodios que más honda y directamente influyen sobre el colorido de la figura principal. Por encima de los aspectos políticos y militares de su actuación, nos han interesado la facetas de su personalidad humana. Natural es que para percibir en todos sus matices la actuación del personaje, algún decorado hacía falta agregar, mas apenas lo suficiente para dar al escenario los tonos de luces y de sombras que a cada cuadro conviene. Y si nada de muy revelador hallan los eruditos en las páginas del presente trabajo, recuérdese que también constituye novedad el presentar desde un aspecto nuevo las cosas ya sabidas y conocidas.
** De la documentación citada en el curso de este libro, son inéditas en su mayor parte las cartas de Carlos Antonio López y del mariscal Francisco Solano a Félix Egusquiza, pertenecientes al repositorio familiar de este último, como también lo son las piezas halladas en el archivo del general Urquiza -cuya colección documental, compuesta de ochenta y cuatro legajos, ha sido cedida no hace mucho al Archivo General de la Nación Argentina por los descendientes del prócer entrerriano- y algunas de las comunicaciones entre el gobierno uruguayo y sus representantes en Asunción, procedentes éstas del Archivo Nacional de Montevideo. De segunda mano es lo demás, y si no siempre se anota al pie de cada cita su procedencia y origen es por no distraer al lector, fatigando sin provecho su atención. Tan al raso están esas fuentes que poca diligencia habrá menester quien sienta deseos de comprobar la fidelidad de lo citado.
** Algunos de los episodios y anécdotas referidos en estas páginas los he escuchado de labios de gente de aquella época y que muy cerca estuvieron de la persona del Mariscal durante la guerra, entre la cual he de mencionar á mi venerable abuela materna, doña Juana Melgarejo de Riquelme, fallecida en 1915, que siguió al ejército de Solano López desde Paso Pucú hasta Cerro Corá, acompañando a su esposo -el teniente Sahas Riquelme, del batallón 40 primero, y comisario del cuartel general, más tarde- y a sus hijos Agustín y Pedro Antonio. A una memoria feliz debo el guardar hoy cabal recuerdo de ciertos relatos oídos en días ya lejanos.
** La contemplación diaria de las altas y nevadas cumbres de los Andes ha hecho más fácil mi labor; serenidad de espíritu y fortaleza de ánimo infunden su visión majestuosa para mirar a las figuras señeras de la historia al través de clara y limpia luz, como es la prodigada a raudales por este sol mendocino de oro y plata, y para sobreponerse a insuficiencias, lejanías y nostalgias. - ARTURO BRAY - Mendoza, mayo de 1945.
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