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domingo, 3 de octubre de 2010

JULIO JOSÉ CHIAVENATO - ACOSTA NÚ: NIÑOS DE SEIS AÑOS LUCHANDO Y MURIENDO / Fuente: GENOCIDIO AMERICANO, LA GUERRA DEL PARAGUAY



ACOSTA NÚ:
SÍMBOLO DE UNA GUERRA:
NIÑOS DE SEIS AÑOS LUCHANDO Y MURIENDO
(Enlace a datos biográficos y obras
en la GALERÍA DE LETRAS del


58. MATANDO "HASTA EL FETO DEL VIENTRE DE LA MUJER"

Esa guerra de exterminio, brutal genocidio, tenía que exigir procedimientos especiales de los militares. La resistencia paraguaya, cuando todo ya estaba perdido, transformó el año final de la guerra en una caza a Francisco Solano López y a los que le seguían. Sarmiento, como siempre, nos da un buen ejemplo de eso: "La guerra está concluida, no obstante, aquel bruto (se refiere a Solano López), aún tiene veinte piezas de artillería y dos mil perros que habrán de morir debajo de las patas de nuestros caballos". La ferocidad de Sarmiento es profética: ocurrió exactamente lo que él previó, por poco las "patas de nuestros caballos" no fueron argentinas, pero sí brasileñas.
El Duque de Caxías negándose a bailar sobre el enemigo -que él conocía en la lucha y no de lejos como Sarmiento dio por terminada la guerra en Asunción. Al entrar el ejército imperial en Asunción, el 5 de Enero de 1868, para Caxías la guerra estaba terminada; tácitamente se negó a desempeñar el sádico papel del Conde D'Eu. El comandante del ejército imperial sabía lo que era preciso para la "victoria final" sobre el ejército paraguayo. Y deja bien claro en un despacho privado al Emperador Pedro II, el 18 de noviembre de 1867:
"Todos los encuentros, todos los asaltos, todos los combates realizados desde Coímbra a Tuyuti, muestran y prueban de una manera incontestable que los soldados paraguayos se caracterizan por una bravura, por un arrojo, por una intrepidez, y por
una valentía que raya a la ferocidad sin ejemplo en la historia del mundo".
Las palabras de Caxías no eran vanas. Sabía lo que estaba informando al Emperador, anticipando enormes dificultades y procurando evitar que el ejército imperial desempeñase el papel que, finalmente, el propio Pedro II le obligó a ejecutar bajo el comando del feroz conde D'Eu.
El soldado paraguayo, escribió Caxías, prefiere morir a rendirse; acentuó además que la moral de ese ejército ya derrotado aumenta en la derrota y cuando sus soldados están bajo la mirada de López, se sienten magnetizados, pudiendo hacer lo imposible.  "( ...) lejos de economizar su vida, parecen que buscan con frenético interés la ocasión de sacrificarla heroicamente y de venderla por otra vida o por muchas vidas de sus enemigos", agrega Caxías. Y es en ese despacho ya citado anteriormente, que Caxías denuncia el empleo del oro para la corrupción y el soborno, como política imperial:
"Vuestra Majestad tenga por bien encomendarme muy especialmente el destino del oro para concurrir al lugar y allanar la campaña del Paraguay, que viene Haciéndose demasiadamente larga y cargada de sacrificios y aparentemente imposible por la acción de las armas; pero el oro; Majestad, es materia inútil contra el fanatismo patrio de los paraguayos desde que están bajo la mirada fascinante y el espíritu magnetizador de López". La descripción del Duque de Caxías sobre el soldado paraguayo, de cierta forma recuerda lo que Alberdi ya había señalado. Sobre los soldados paraguayos, Caxías, afirmó al Emperador que siendo "simples ciudadanos, mujeres y niños" son una sola y misma cosa, "un solo ser moral e indisoluble". La guerra, por tanto, para la "victoria final" tendría que ser cruel -como fue- y no agradaba al Duque de Caxías, que informó al Emperador Pedro II:
"Cuánto tiempo, cuántos hombres, cuántas vidas y cuántos elementos y recursos necesitaremos para terminar la guerra, es decir, para convertir en humo y polvo a toda la población paraguaya, para matar hasta el feto en el vientre de la mujer?”
Ese es el tipo de guerra que el Duque de Caxías no llevó hasta el fin: él se detuvo en Asunción. Una guerra obviamente de exterminio, que tendría que "matar hasta el feto del vientre de la mujer". Una guerra que intentó en su año final, "convertir en humo y polvo a toda la población paraguaya". Se mataron 96,50% de los hombres paraguayos!

59. BATALLONES DE NIÑOS PARAGUAYOS: LA ÚLTIMA RESISTENCIA

Caxías imputaba la demora de la guerra a los aliados, Mitre especialmente: "Nuestros aliados no quieren terminar con la guerra, porque con ella están lucrando y empobreciendo al Brasil. Desde que Mitre llegó, ha intentado por todos los medios posibles demorar la marcha de las operaciones", escribió Caxías el 20 de septiembre de 1867. Para Caxías la guerra pudo haber terminado ya en agosto, si fuesen obedecidos sus planes. Cuanto más demora la guerra, cuanto más disminuyen los recursos paraguayos, más feroz se vuelven las batallas. Los yerros tácticos que se van acumulando desde el inicio de la guerra acaban por determinar sacrificios increíbles a los cuales se unen epidemias, hambre, enfermedades, etc. Al final de la guerra, lo que ocurría era una lucha absurda; los soldados de la Triple Alianza, enfrentando un ejército de fantasmas, moribundo, con lanceros de seis a quince años! La defensa del Paraguay estaba en la misma proporción que el deseo de exterminio de sus enemigos. Así, cuando el Duque de Caxías entendió que era necesario matar paraguayos en el vientre de sus madres, los paraguayos ya sabían que debían resistir, para salvar la nacionalidad, hasta la muerte. La guerra sin cuartel provocó la resistencia sin esperanza: por eso, surgieron los batallones de niños. Francisco Solano López salió de su cuartel general de Ascurra encabezando una legión de hambrientos y enfermos, para refugiarse finalmente en Cerro Corá, en donde esperó la batalla final. Antes de eso, además, la guerra del Paraguay, ofreció episodios increíbles.
Una guerra e ese tipo, con ejércitos en lucha de brutal desproporción, tenía que provocar métodos originales, especialmente del lado paraguayo. Por la propia conformación socioeconómica del país, el Paraguay estaba apto, como demostró, a crear condiciones propias de resistencia. Construyó sus navíos, hizo sus armas, e improvisó comandantes militares que crearon formas diferentes de lucha.
A partir del momento que comenzó la guerra y durante sus cinco años de penosa duración, el Paraguay no recibió ni siquiera una bala del exterior, ya que la cuenca del Plata estaba cerrada por los aliados de la Triple Alianza. La estructura industrial que se formaba en el país pasó a fabricar cañones y munición; comenzó la fabricación de pólvora en larga escala; en fin, de todo lo que el ejército paraguayo necesitaba para la resistencia. Cuando ya no había más medios de continuar fabricando armas, fue común que los cañones paraguayos usaran como proyectiles, cocos, piedras y pedazos de vidrio!
Desde el inicio -y probablemente por primera vez en la historia- la escuadra paraguaya (más o menos igual en número a la brasileña, pero acentuadamente inferior en la calidad de los navíos) procuró superar esa deficiencia con la guerrilla naval. Los paraguayos usaron chatas -la verdad, grandes jangadas armadas con cañones, para poder aproximarse a los acorazados brasileños e intentar perforar sus cascos.
Los cañones eran obtenidos fundiendo las campanas de las iglesias -uno de ellos, "El Cristiano", fue famoso y los técnicos tuvieron que extraer minerales de material insospechable aún en la época. La fundición de Ybycuí y el arsenal de Caacupé proveyeron hasta el fin las necesidades de la guerra: ellos representaban, proveyendo al ejército paraguayo de armas y municiones, la superioridad industrial de la República del Paraguay sobre sus vecinos. Es una expresión de la superioridad económica que necesita ser destruida. Y lo será de forma criminal.
Ybycuí fue destruida cuando el Mariscal Francisco Solano López estaba abandonando su cuartel general en Ascurra y contaba con apenas mil seiscientos hombres para defenderlo. La increíble voluntad del Conde D'Eu de destruir la fundición de Ybycuí, hizo desviar su atención de la "caza" de López, deteniéndose para que sus soldados se ocupasen en la destrucción de la siderúrgica. El Conde D'Eu deja anotado en su diario de guerra (Diario de la Campaña del Paraguay) la destrucción de la fundición de Ybycuí: "La fundición de Ybycuí está arrasada total y definitivamente por el ingeniero Jardim, quien encontró gran número de máquinas aún aprovechables y cantidad de armamentos, mostrando que el Teniente Coronel Coronado no había realizado la destrucción deseable. La destrucción estuvo a cargo de los ochenta hombres que acompañaban al ingeniero que desmontaron piezas importantes de fábrica de pólvora y fundición de hierro, carpintería, tornería, herrería y armería, así como depósitos de alimentos y combustibles. La obra fue completada mediante la destrucción de una compuerta y posterior inundación del estrecho valle en que se hallaba el establecimiento."
El Conde D'Eu anota ese crimen el 9 de junio de 1869. El ya había mandado destruir Ybycuí, pero no satisfecho con el servicio, volvió para completar la destrucción, inclusive reventando la represa e inundando el valle. Una acción de vándalo, de bárbaro. El Comandante Ynsfran, de Ybycuí naturalmente, fue degollado. Se negaba de esa forma al Paraguay vencido, la oportunidad de resurgimiento de su economía después de la guerra, destruyendo Ybycuí.
Antes, sin embargo, la guerra tuvo largos años de lucha implacable. A pesar de la evidente superioridad, los ejércitos del Imperio del Brasil, de la Argentina y del Uruguay, demoraron un año desde el comienzo de las hostilidades, para pasar a la ofensiva y entrar en territorio paraguayo. Las fortalezas paraguayas caerían por hambre y falta de municiones: eran abandonadas, no fueron tomadas. Humaitá, por ejemplo, sufre un cerco riguroso y acabó siendo desocupada en uno de los muchos ardides que empleaban los paraguayos: cuando no hubo más munición, el Comandante Martínez, hizo dar un gran concierto a la banda de músicos, lo que llevó a los brasileños a pensar que se conmemoraba alguna fiesta nacional. Y al son de la música y ante el descuido y sorpresa de los brasileños, desocupó disimuladamente Humaitá, con los paraguayos llevando inclusive la mayoría de los cañones...
La lentitud de los brasileños para avanzar o la decisión para comenzar una batalla fue muy criticada como causa de la demora de la guerra. Especialmente, a la escuadra se hacen dichas acusaciones. La guerra, en verdad, tuvo largos períodos de tregua espontánea, que generalmente favorecían a los paraguayos que se reorganizaban. Como ejemplo de la indecisión de los brasileños, Thompson cita Curupayty, que fue bombardeada dieciocho meses. Los oficiales argentinos con los cuidados para ellos excesivo del Duque de Caxías, que ganando posiciones, en vez de avanzar procuraba consolidarse en el terreno. Todo eso, no obstante, no es parte de este libro: la historia militar de esa guerra puede ser conocida en varios autores brasileños, argentinos y paraguayos, además de los europeos. Pero, es bueno destacar una de las batallas -generalmente desconocida de los brasileños- que configura la increíble resistencia paraguaya y las condiciones en que se hizo la guerra hacia su final: Acosta Ñú.

60. EL DIA DE LA MÁS HEROICA BATALLA AMERICANA: 20 MIL SOLDADOS CONTRA 3.500 NIÑOS PARAGUAYOS

Acosta Nú fue una de las más terribles batallas de la historia militar del mundo. De un lado estaban los brasileños con veinte mil hombres. Del otro, en el medio de un círculo, los paraguayos con tres mil quinientos soldados de nueve a quince años, no faltando niños de seis, siete y ocho años! Junto a los tres mil quinientos niños paraguayos, combatían quinientos veteranos comandados por el General Bernardino Caballero.
Esa batalla librada el día 16 de agosto de 1869, fue necesaria para que el Mariscal Francisco Solano López continuase su retirada del cuartel general de Ascurra y siguiese con seguridad hacia Cerro Corá, mientras los "niños combatientes" retardarían a las tropas brasileñas. (Esa batalla de Acosta Ñú es aludida por Tasso Fragoso como batalla de Ñú Guazú - Campo Grande).
La batalla comenzó por la mañana, en un campo abierto, cubierto de malezas. Bernardino Caballero -el mejor general de Francisco Solano López- con sus quinientos soldados del VI Batallón de Veteranos, reunió a los tres mil quinientos niños y esperó el ataque. Los paraguayos quedaron, como acentuó Tasso Fragoso, en un "círculo de fuego". Sufrieron el ataque brasileño por los cuatro lados: por el norte, la caballería de Hipólito Ribeiro; por el este, las fuerzas del General Cámara; por el sur, los veteranos del General Resin; y, finalmente, por el oeste, atropellaban las fuerzas comandadas por el Conde D'Eu. Atacados por los cuatro flancos, en una flagrante desproporción de fuerzas de cinco brasileños por cada paraguayo, la resistencia duró todo el día y, aún por la noche, el renombrado Conde D'Eu se tuvo que preocupar con los sobrevivientes heridos.
Acosta Nú es el símbolo más terrible de la crueldad de esa guerra: los niños de seis a ocho años, en el calor de la batalla, aterrados, se agarraban de las piernas de los soldados brasileños, llorando, pidiendo que no los matasen. Y eran degollados en el acto. Escondidas en las selvas próximas las madres observaban el desarrollo de la lucha. No pocas empuñaron las lanzas y llegaron a comandar grupos de niños en la resistencia. Finalmente, después de todo un día de lucha, los paraguayos fueron derrotados. Por la tarde, cuando las madres vinieron a recoger a los niños heridos y enterrar los muertos, el Conde D'Eu mandó incendiar la maleza. En la hoguera se veían niños heridos correr hasta caer víctimas de las llamas. La resistencia en Acosta Ñú y el sacrificio de esos niños simbolizan perfectamente cómo la guerra se tornó implacable. Tanto por el lado de Francisco Solano López, formando un ejército de niños, como por el lado brasileño que no se avergonzó en matarlos. Simboliza, también, la conciencia máxima de la defensa de la nacionalidad; la lucha extrema por la independencia nacional, llegando al suicidio de un pueblo que no quiso rendirse para no perder la libertad: la libertad, en el Paraguay de la época era un concepto práctico y no una palabra abstracta. Era el derecho a la tierra; a la alimentación; en fin, a la autonomía del país.
(El historiador paraguayo Andrés Aguirre consiguió que el 16 de agosto, sea el "Día del Niño" en el Paraguay, en homenaje a los niños de Acosta Nú. Hay un movimiento para que la OEA reconozca ese día como el Día del Niño en América)
La batalla de Acosta Nú permitió que Francisco Solano López consiguiese escapar del cerco de las tropas del Conde D'Eu. Su fin está próximo: él resiste con un poco menos de quinientos hombres y cercado de conspiradores. Su muerte ocurrirá el día lº de marzo de 1870. Con él murió el Paraguay. Desde 1868 en que Asunción ya había sido tomada -y saqueada por los soldados brasileños- ya había un gobierno títere impuesto y el Paraguay estaba siendo fraccionado y entregado al imperialismo internacional. No obstante, Francisco Solano López continuó la desesperada resistencia. El murió resistiendo.


Fuente:
(Enlace a datos biográficos y obras
en la GALERÍA DE LETRAS del
Traducción: JUSTO PASTOR BENÍTEZ (h).
Tapa: Ilustración del Álbum de la Guerra del Paraguay,
Tomo II – Nº 27 – Año 1984 – Ed. Argentina
Carlos Schauman Editor,
Primera Edición en Castellano,
Asunción – Paraguay. Mayo 2008 (224 páginas)

JULIO JOSÉ CHIAVENATO - CRÍMENES DE GUERRA: EL SADISMO DEL CONDE D'EU / Fuente: GENOCIDIO AMERICANO, LA GUERRA DEL PARAGUAY



CRÍMENES DE GUERRA:
EL SADISMO DEL CONDE D'EU
(Enlace a datos biográficos y obras
en la GALERÍA DE LETRAS del


50. LOS CRÍMENES DE GUERRA COMETIDOS POR LOS ALIADOS

El Tratado de la Triple Alianza, ya es por sí solo, un crimen político, no obstante, los más importantes serán los crímenes cometidos con la humanidad en esa guerra. El Tratado de la Triple Alianza prevé en su artículo 6o.:
"Los aliados se comprometen solemnemente a no deponer las armas, sino de común acuerdo, y solamente después de eliminada la autoridad del actual gobierno del Paraguay, así como no negociar separadamente con el enemigo común, ni celebrar tratados de paz, tregua o armisticio, ni convención alguna para suspender o concluir la guerra, sino de perfecto acuerdo de todos".
Evidente: La paz sólo con la "caída del gobierno". En la práctica el Imperio hizo tanta cuestión de cumplimiento de esa cláusula que en septiembre de 1866, la paz sería posible si no fuese por su intransigencia política. Más criminal todavía, una mancha difícil de ser borrada en la historia diplomática de los aliados, es su abominable Protocolo en sus cortos cuatro artículos:
"1°.-Que en cumplimiento del tratado de alianza de esta fecha, se procurará demoler las fortificaciones de Humaitá y no se permitirá levantar en el futuro, otras de igual naturaleza que puedan impedir la fiel ejecución de este tratado;
2°.-Que siendo una de las medidas necesarias para garantizar la paz con el gobierno que se establezca en el Paraguay, no dejar armas ni elementos de guerra y las que se encontraren serán divididas en partes iguales por los aliados;
3".-Que los trofeos y presas que fuesen tomados del enemigo se dividan entre aquellos aliados que hayan efectuado la captura;
4°.-Que los jefes superiores de los ejércitos aliados combinen los medios de ejecutar estos ajustes".
Por tanto, un protocolo secreto estipula la división del saqueo, del botín al Paraguay! Además de, evidentemente, imponer un nuevo gobierno y destruir todos los medios de defensa del país (La totalidad del Tratado de la Triple Alianza está en el Apéndice) Este, no obstante, todavía es apenas un crimen político. Por detrás de él, durante la guerra, ocurren los verdaderos crímenes contra la humanidad.

51. OBLIGANDO A PARAGUAYOS A MATAR PARAGUAYOS

El primero de estos crímenes, todavía menos grave porque proviene de una política que subjetivamente el cinismo de los aliados podría explicar -difícil sería encontrar quien acepte las explicaciones- es la formación de legiones enteras de prisioneros paraguayos obligándolos a luchar contra su patria. Esa mancha también permanece para los aliados de esa guerra de destrucción del Paraguay, especialmente los argentinos, si bien los brasileños no son inocentes de ella.
(Uno de los acontecimientos dramáticos -exceptuándose la tragedia de obligar a hermanos a matar hermanos- es contado por Lopacher: "Durante la rendición de los de Humaitá ocurrió algo notable: uno de los que se rendían, abandonó de inmediato a sus compañeros, se precipitó como un loco sobre uno de los nuestros y lo abrasó, lo besó y no quiso desprenderse de él: era un sargento de la artillería de la fortaleza. Ocurrió que este sargento era una sargenta en uniforme de artillero que había participado del sitio de la fortaleza, de Humaitá. Nuestro compañero, un paraguayo, su marido y luchaba, como prisionero, contra el odiado tirano López, como él lo llamaba. En realidad, debía de
haber todo un batallón de prisioneros y desertores paraguayos, que al mando de los brasileños, combatían contra López").
Independientemente de los acontecimientos dramáticos como ese relatado por Ulrich Lopacher -uno de los europeos luchando al lado de los argentinos, inclusive contra su voluntad como la mayoría de los que fueron engañados en Europa- el simple hecho de obligar a prisioneros a luchar contra su patria es un crimen de guerra. A pesar de todo, no fue el crimen mayor cometido por los aliados: por el contrario, el preludio de otros, y tal vez el menos grave de ellos.

52. MITRE Y CAXIAS: CONTAMINANDO AGUA CON CADÁVERES COLÉRICOS

Uno de los mayores crímenes de esa guerra es confesado por el Duque de Caxías, en despacho privado al Emperador, de su propia mano. En extenso despacho, entre otras informaciones a Pedro II, el Duque de Caxías escribe el 18 de septiembre de 1867: "El General Mitre está resignado plenamente y sin reservas a mis órdenes; él hace cuanto yo le indico, como ha estado muy de acuerdo conmigo, en todo, aún en cuanto a que los cadáveres coléricos se arrojen en las aguas del Paraná, ya sea de la escuadra como de Itapirú, para llevar el contagio a las poblaciones ribereñas, principalmente las de Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe que le son opuestas (...) El General Mitre también está convencido que deben exterminarse los restos de fuerzas argentinas que aún quedan, pues de ellas no divisa sino de peligros para su persona".
Un crimen de guerra con el agravante de ser cometido contra la población civil, inclusive. Evidente, de quién es la responsabilidad, confesada de propio puño... Es diferente enviar cadáveres de coléricos para contaminar poblaciones y el degüello brutal de prisioneros. Una cosa es la criminal conducción de la guerra, otra la explosión de violencia previsible y culturalmente explicable. Este es uno de los crímenes de guerra más comunes cometido en la Guerra del Paraguay: la contaminación de las aguas de los ríos, inmolando soldados y civiles, con el virus del cólera. Y como existen pruebas incuestionables, el crimen cometido por los aliados, Argentina, Imperio del Brasil y Uruguay.
Mitre, también, que con sus acostumbrados actos criminales afectaba a los propios compatriotas, envía soldados enfermos frente a las fuerzas paraguayas, para contaminar a los enemigos. El 28 de Febrero de 1865 -para configurar un crimen cometido contra sus compatriotas- Mitre firmó un decreto condenando a muerte "( ...) A todos los individuos titulados jefes que formen parte de grupos anarquistas, capitaneados por el cabecilla (Gerónimo) Costa y cuantos fueren capturados en armas". Si era capaz de vilezas contra su propio pueblo, no sorprende que haya mandado sus soldados contaminados por la viruela para que fuesen "hábilmente" capturados por el enemigo.
Era, por tanto, esa "guerra bacteriológica" primitiva, un comportamiento normal en las fuerzas aliadas.

53. PRISIONEROS PARAGUAYOS VENDIDOS COMO ESCLAVOS

El tratamiento dado a los prisioneros de guerra, no es raro, era absolutamente criminal. Cuando cayó Uruguayana, cerca de cinco mil seiscientos paraguayos fueron víctimas de gran vejamen físico. Además, el crimen de la guerra es allí tan flagrante que puede ser probado en la correspondencia de Mitre al Vice-Presidente de la Argentina. Estos prisioneros paraguayos, maltratados, violentados, asimismo eran vendidos como esclavos y obligados a luchar contra su propio país. A tal punto llegó la venta de prisioneros en Uruguayana, que un oficial brasileño caminando por las calles de la ciudad, necesitaba gritar que era brasileño, para no ser raptado y vendido como esclavo! La prueba nos da el Presidente de la Argentina, también comandante del ejército aliado en la época, Bartolomé Mitre, en carta al Vice-Presidente, Marcos Paz, fechada el 4 de Octubre de 1865:
"Nuestro lote de prisioneros en Uruguayana fue más de 1.400. Extrañará a V. el número, que debería ser mayor, pero la razón es que, por parte de la caballería brasileña, hubo en el día de la rendición tal robo de prisioneros, que arrebataron por lo menos de 800 a 1.000 de ellos, y que muestra a Ud. el desorden de esa tropa, la falta de energía de sus jefes y la corrupción de esa gente. Pues, los robaron para esclavos; hasta hoy mismo
andan robando y comprando prisioneros del otro lado. El Comandante Guimarães, jefe de una brigada brasileña, escandalizado de este tráfico indigno, me decía el otro día que en las calles de Uruguayana, tenía que andar diciendo que no era paraguayo para que no le secuestrasen".
La carta es evidente por sí sola: el robo de prisioneros para transformarlos en esclavos es un crimen de guerra que se adecua al propio sistema del Imperio, reflejado en sus tropas: el esclavismo... Si los prisioneros caídos en las manos de los brasileños eran transformados en esclavos, peor suerte tenían los que caían con Venancio Flores. El corresponsal del Evening Star, de Londres, recorrió el campo de batalla y relató a sus lectores:
"Era un espectáculo horrible. Mil cuatrocientos paraguayos yacían allí sin haber recibido sepultura; la mayoría de ellos tenían las manos atadas y la cabeza reventada... Los prisioneros una vez desarmados, habían sido degollados y abandonados en el campo de batalla!"
Tales crímenes tuvieron la protesta de Francisco Solano López, naturalmente sin resultados. Los crímenes de esa guerra, que de por sí sola ya era un crimen, continuaron hasta el fin, hasta el exterminio de la nación guaraní, con el asesinato de Francisco Solano López.

54. UN SÁDICO ENTRA EN ESCENA: EL CONDE D'EU

Pero el gran criminal de esa guerra es el Conde D'Eu, yerno de Pedro II, que a partir de 1869 substituye al Duque de Caxías en el comando del ejército. El Conde D'Eu tiene una crónica fantástica por los crímenes que cometió en esa guerra. En la batalla de Piribebuy, cuando murió el valiente general brasileño Menna Barreto, la irritación del príncipe francés llegó a tales límites de brutalidad que mandó en un torpe acto de venganza, que ciertamente no honra al militar muerto, degollar a todos los prisioneros paraguayos capturados, inclusive al comandante Pedro Pablo Caballero (no confundir con Bernardino Caballero). El Conde D'Eu, pálido y trémulo, según los testimonios de la época, asistió de lejos, el degüello colectivo de un ejército vencido.
Pero la crónica de su villanía tiene aspectos más rudos y salvajes. El mando cerrar el viejo hospital de Piribebuy, manteniendo en su interior a los enfermos-la mayoría viejos y niños- y lo incendió. El hospital en llamas quedó cercado por las tropas brasileñas que cumpliendo órdenes de ese rubio príncipe loco, empujaban a punta de bayonetas hacia dentro de las llamas a los enfermos que milagrosamente intentaban salir de la hoguera. No se conoce en la historia de la América del Sur, por lo menos, ningún crimen de guerra más asqueante que ese. Incendiar un hospital y matar los enfermos! Quemar vivos a viejos y niños.
Pues bien, las tropas aliadas que cometieron tales crímenes -los más bárbaros de ellos al mando del Conde D'Eu- proceden por cuenta de gobiernos que se esmeraban en presentar al mundo al Paraguay como una guarida de bárbaros, la guerra como una forma de redención de los paraguayos de las garras de Francisco Solano López! Nunca el crimen de la guerra estuvo tan íntimamente ligado a la calumnia, a la infamia y a la mentira. Nunca se vio tanta vergüenza en América.
Es difícil, empero, saber cuál es la mayor villanía cometida por el Conde D'Eu, porque él, un sádico en el comando de la guerra, consigue excederse. Después de la célebre batalla de Acosta Nú (que más adelante está detallada) cuando tres mil quinientos niños enfrentaron a veinte mil aliados (como se verá más adelante, no hay exageración ninguna y se prueba con testimonios brasileños ese fantástico acontecimiento militar), por consiguiente, después de esa insólita batalla, cuando al final al caer la tarde, las madres de los niños paraguayos salían del matorral para rescatar los cadáveres de los hijos y socorrer a los pocos sobrevivientes, el Conde D'Eu mandó incendiar la maleza, matando quemados a los niños y a sus madres.
Después de la batalla, Acosta Nú era un campo llameante: entre las llamas se veía, ya en la noche, levantarse un niño-soldado que yacía allí herido y huir del fuego hasta ser alcanzado y caer en la hoguera, quemándose vivo. Es difícil en la crónica militar encontrar actos de mayor salvajismo.
Otros crímenes de guerra podrían proseguir siendo narrados. El ejército paraguayo acostumbraba ser seguido por las mujeres de sus soldados: las "residentas". Después de las batallas era común en las "residentas" que entrasen en el campo de batalla, recogiendo y curando a sus heridos -padre, hermano, hijo, marido- o simplemente para enterrar a sus muertos. En la batalla de Avay, cuando el general Osorio fue herido y murieron tres mil brasileños, el furor fue tanto, que al final, cuando cien "residentas" salían de la orilla de la selva para recuperar a los muertos, sufrieron una carga de caballería, fueron muertas debajo de las patas de los caballos y lanceadas. Algunos soldados brasileños intentaron evitar esa carnicería -que ya había sido precedida de otra, en el exterminio de heridos-, pero no lo consiguieron.
En la Guerra del Paraguay se cometieron los mayores crímenes que la historia militar de las Américas tiene registrado. Y fueron cometidos contra el Paraguay, por el Imperio del Brasil, Argentina y Uruguay. El Conde D'Eu inscribió su nombre entre los grandes criminales de la historia en apenas un año que comandó el ejército del Imperio. Al lado de esos nefastos crímenes de guerra, trabajó una propaganda mentirosa, infame, zafada y vergonzosa que para encubrirlos, los imputaba al Paraguay. La documentación de los crímenes de guerra cometidos en el Paraguay, por la Triple Alianza, obviamente no es abundante pero es indesmentible. Para destruir al Paraguay, el Imperio del Brasil, la Argentina de Mitre y el Uruguay de Venancio Flores -todos al servicio del imperialismo inglés- se cubrirán de los crímenes de guerra más vergonzosos jamás cometidos en las Américas


Fuente:
(Enlace a datos biográficos y obras
en la GALERÍA DE LETRAS del
Traducción: JUSTO PASTOR BENÍTEZ (h).
Tapa: Ilustración del Álbum de la Guerra del Paraguay,
Tomo II – Nº 27 – Año 1984 – Ed. Argentina
Carlos Schauman Editor,
Primera Edición en Castellano,
Asunción – Paraguay. Mayo 2008 (224 páginas)